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De Tacaloa, Colombia, a las cumbres del conocimiento médico en USA

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Israel Díaz Rodríguez - Médico Ginecólogo - Barranquilla, Colombia

 

Autor: Israel Dìaz Rodriguez

Mi niñez y gran parte de mi adolescencia, trascurrieron en el medio rural rodeado de ese ambiente que solo el campo proporciona al ser humano, esto es, aire puro, bellezas naturales, vida sana y sobre todo, libertad.

Nací en un pequeño pueblo perteneciente al Municipio de Magangué que —a pesar de su importancia en la geografía de Colombia y lo que significó para la historia en la época de la Colonia—, nadie sabía ni sabe hoy, como se llama, pues su nombre es auténticamente indígena, se llama Tacaloa, lugar en donde en los tiempos coloniales, desembocaba el río Cauca en el Magdalena y que además, fue una Encomienda, lo que quiere decir que estuvo administrado por algún militar español a quien la corona se la adjudicó con derecho a la tierra, algunos indios a su servicio y mando desde luego.

Municipio de Tacaloa, Bolívar, Colombia

Fuimos siete hermanos, no conocí al primogénito, porque murió a la edad de un año de una enfermedad respiratoria, al decir de mi madre. Crecimos casi juntos dos varones y tres mujeres, porque el hermano menor, nació cuando ya estudiábamos en Cartagena, mi hermano Calixto y yo.

Al primogénito le pusieron por nombre Israel, la segunda Bethzabé, el tercero que fui yo, pues me pusieron Israel Julián nombres de mis abuelos, el cuarto Calixto, como mi padre, la quinta Sacramento, mi madre explicaba que le puso este nombre, porque estuvo muy enferma de muerte y le pidió al Santísimo Sacramento que la salvara y como se salvó pues fue bautizada con dicho nombre, la sexta Amira como mi madre y el último que nació ya bastante tiempo después de Amira, le pusieron Alberto.

MIS PADRES

Fue mi padre Calixto Díaz Palencia, un maestro de escuela que amó tanto a su oficio, que lo ejerció durante mas de cincuenta años, de él recibí mi enseñanza primaria y cuando consideró que debíamos mi hermano y yo, recibir una instrucción mas adelantada, por insinuación y apoyo de mi abuelo paterno resolvió enviarnos a estudiar a un colegio de bachillerato de la ciudad de Cartagena.

En Magangué para los años cuarenta, no había colegios en donde oficialmente se pudieran hacer tales estudios superiores, que era lo más cerca de nuestro pueblo natal, las opciones entonces eran: Mompox en el tradicional y aprestigiado colegio Pinillos, o Sincelejo en donde se había creado el Instituto Simón Araújo. En esas estábamos, mis padres resolviendo a donde y nosotros esperando, cuando por la gracia de Dios apareció, nunca supe ni como ni por que, un joven que vivía en Cartagena.

Este joven resultó ser un hijo que mi padre había tenido, de una aventura juvenil con una señora pariente del instructor que mi abuelo había llevado al pueblo para que enseñara a sus dos hijos y a otros jóvenes.

Benjamín, que así se llamaba nuestro medio hermano, dijo que el destino apropiado para los estudios que se buscaban, no era otro que la ciudad de Cartagena, así se hizo y una vez tomada la determinación, se comenzaron a hacer los preparativos para el viaje a la Heróica.

De mi padre, heredé el amor al estudio, a los libros y a la literatura en general, mi padre era un hombre severo, exigente, recto y muy serio en el colegio, ya en el hogar era otra cosa, afable, tierno y amoroso.

Mi madre era de origen sabanero, es decir había nacido en Buenavista que para la época pertenecía a las sabanas de Bolívar, con costumbres completamente diferentes a las de mi padre que era “ribereño” o “riano”, es decir nacido en las riberas del río Magdalena.

A la edad de quince años, se casó con mi padre y esa adolescente dejó a sus padres, su pueblo, su colegio y sus amigas del colegio para venirse a vivir en un medio, que como ya lo anoté, le era completamente desconocido y hasta hostil.

Para entender bien esto de medios, hay que remontarse a los finales de los años veinte y principios y mediados de los treinta, cuando las ciudades del país estaban aisladas, unidas solamente por el río Magdalena y si esto era para las ciudades, ni se diga para las pequeñas poblaciones que solo se comunicaban por pésimos caminos de herradura. Esto hacía que las regiones, aisladas unas de otras, tuvieran costumbres distintas, así en las Sabanas de Bolívar, el clima, la alimentación y la forma de vivir de la gente eran diametralmente opuestas a las de los ribereños.

Mi pobre madre a sus quince años, trasladada de aquel ambiente algo más avanzado que al que le habían traído, sufrió mucho desde el primer día, comenzando porque mi padre la trajo a vivir con mis abuelos en donde si bien fue recibida por mi abuelo, no fue así con mi abuela quien desde el comienzo la vio como una intrusa y le hizo la vida realmente dura.

Un ejemplo basta para darse cuenta como fue aquel recibimiento de la nueva “hija” mi abuela a sabiendas de que mi madre no le gustaba el pescado, entre otras cosas, porque nunca en su vida los había visto, el día de su llegada la llevó a una batea en donde había una cantidad de Coroncoros, pez supremamente feo, y le dijo que eso era lo que iban a comer ese día y los siguientes.

Mi madre a pesar de su edad, supo enfrentarse a esa adversidad y rezando en público pero llorando en privado, resistió con resignación su destino y salió adelante terminando por ganarse el cariño y afecto de mi abuela.

Mi madre era toda amor, ternura dedicada exclusivamente al cuidado de su hogar, generosa hasta más allá de lo convencional, pues quien quiera que necesitase algo que ella tuviera, se despojaba de ello y se lo obsequiaba, a todas sus empleadas les enseñó a leer y escribir y a algunas, además les dio clases de costura y bordado, amó a sus padres al igual que a su esposo y a sus hijos.

ESTUDIOS DE BACHILLERATO

La Universidad de Cartagena tenía para los años 40, la llamada Facultad de Bachillerato, allí nos iniciamos y terminamos nuestros seis años de estudios para obtener el diploma que nos acreditaba como Bachilleres en Humanidades, ya con el diploma, nos propusimos estudiar una carrera, en la misma Universidad, en donde solo existían las facultades de Medicina, Derecho, Química y Farmacia, me incliné por la medicina sin tener una vocación innata, fue algo, considero yo, accidental pues un día al pasar por un aula del tercer piso de la Universidad, vi un esqueleto humano colgado en una vitrina, la curiosidad me llevó a preguntar que significaba aquello y fue así como me informaron que el esqueleto servía para hacer estudios de medicina.

EN LA ESCUELA DE MEDICINA

El primer año de estudios de la carrera, fue muy fácil pues las materias a excepción de la Química orgánica, eran casi que un repaso por las de bachillerato, lo duro comenzó en los años segundo y tercero, pues había que enfrentar las anatomías, primera y segunda que tenían profesores rígidos y como texto de base a TESTUT Y LA TARGET, casi de memoria había que aprenderse la osteología, miología, sistema nervioso y cardiovascular, quien lograba aprobar estas materias, se consideraba un futuro medico.

Téngase en cuenta, que entonces, no había semestres ni calificaciones intermedias, se comenzaba el año lectivo en Febrero unos quince días de vacaciones en Julio y de ahí hasta Noviembre cuando se hacía el examen final que versaba sobre todo lo estudiado en los diez meses, el que aprobaba pasaba al siguiente año, el que no, a repetir.

No fui, un alumno sobresaliente, nunca estuve en los primeros puestos, pero tampoco en los últimos, tal vez por mi timidez, la Cartagena de entonces, solo tenía ambiente propicio para el estudio y eso hacía día y noche sin descanso.

Los primeros tres años se hacían casi totalmente en el claustro universitario, llegado el cuarto año, ya pasábamos al Hospital Santa Clara en donde comenzaba nuestro contacto con los enfermos, por cierto que nuestro profesor de Semiología y Medicina Interna, exigía a todos los estudiantes, una buena presentación, esto es, vestido completo de saco y corbata, todo de blanco a la usanza de la época.

Al pasar al quinta año, como existían en la facultad los cargos de Preparador en casi todas la materias, lo cual se hacía por concurso, aspiré al de preparador de Técnica quirúrgica y un año después al de Jefe del Departamento de Cirugía Experimental y ambos los gané. Si mal no recuerdo, me ganaba cincuenta y cinco pesos ($55,00) suficientes para completar la mensualidad que nos enviaba mi padre.

Es de anotar que cada vez que salía de vacaciones de fin de año, en vez de irme a mi pueblo, me quedaba en el Hospital SAN Juan de Dios de Magangue en donde le ayudaba a los médicos y enfermeras en el servicio de emergencia.

MEDICATURA RURAL

Tuve la dicha de hacer mi servicio de medicina rural, que así se llamaba entonces lo que hoy se conoce como Servicio Social, en el Centro de Salud de Magangué, terminado el año, abrí de inmediato mi consultorio particular y allí ejercí durante diez años como médico general, pues a diferencia de todos mis condiscípulos, no pude, como era la moda, irme al exterior a especializarme, eso sí durante todo ese tiempo, no dejé de abrigar la esperanza de salir algún día al exterior, recuérdese que en Colombia las especialidades como tales no existían.

Con esta esperanza, viajé a Bogotá en el mes de Noviembre de 1959 a un Congreso de Medicina y me quedé en el Hospital San José, en donde ya había conseguido un cupo de médico interno, sin saber para qué especialidad, como no encontré cupo en Ginecología, tuve que acomodarme en el servicio de Urología, por no regresarme a Magangué de inmediato.

Permanecí nueve meses en dicho servicio, tiempo en el cual mi jefe, el Doctor Gustavo Escallón Caicedo, me elevó a la categoría de Residente y al mismo tiempo consiguió que me nombrara Instructor de Cirugía de la Universidad Javeriana.

VUELTA A MAGANGUÉ

Muy a mi pesar, abandoné el Hospital San José, pues no me sentía satisfecho con la especialidad, no me gustaba y resolví regresarme a Magangue a mi consultorio al que no había cerrado. Me atreví - paradójicamente – a crear un departamento de Urología en el. Hospital San Juan de Dios.

De Bogotá, me traje un citoscopio con todos sus accesorios y comencé a “trabajar como urólogo”, debo dejar la constancia, que mi jefe en el San José, el Doctor Escallón, me lo advirtió mas de una vez, que no se me fuera a ocurrir, comprar un “Resectoscopio” y mucho menos usarlo, pues ese instrumento solo podían usarlo urólogos con entrenamiento especial.

En esto le obedecí, más no en cuanto al Cistoscopio, pues comencé a hacer cistoscopias, y me fue bien al principio hasta el día, en que le diagnostiqué cáncer de próstata a un personaje muy conocido en la ciudad, considerando que era mi deber referirlo a un centro mejor dotado, lo remití a Cartagena donde uno de mis profesores de urología, este repitió los exámenes, y llegó a la conclusión de que el paciente no tenía el tal cáncer sino, una simple hipertrofia de la próstata, por cierto que yo había enviado el paciente un viernes y mi sorpresa fue inmensa cuando el domingo en la misa de once de la mañana, lo veo comulgando en la iglesia de la Candelaria, me le acerqué al terminarse la eucaristía y el hombre con cara de pocos amigos, me refirió lo acontecido, ya se habrán figurado, cuán grande fue mi pena, pero ya no había caso, me había equivocado gravemente.

Pero sin perder la esperanza de obtener mi especialización en Ginecología, en esas andaba cuando un día conocí a Carmen, flechado por Cupido después de dos meses de amores, nos casamos y viajamos a los Estados Unidos al día siguiente en la compañía de mi suegra quien iba a un control médico en un hospital especializado en cáncer de la ciudad de Nueva York.

Después de una intervención que le practicó un médico famoso de los Estados Unidos, el Doctor Pack, viajamos a Nueva Orleans, mas que todo tratando de encontrar un lugar para yo hacer mi especialización en Ginecología, nos recibió en aquella ciudad, mi pariente Efraín Cerro que se encontraba haciendo su especialidad en pediatría.

Me encontraba haciendo las diligencias para mi internado, cuando mi suegra se agravó y tuvimos que hospitalizarla en el Hospital Hotel Diu, después de unos tres días de estar hospitalizada, los médicos tratantes de mi suegra, nos informaron que debíamos regresar a Colombia, pues su estado anunciaba que ya no había nada que hacerle, que la trajéramos a morir a su patria, así lo hicimos, siete meses después, murió Doña Carmen Betancourt de Yunez a la temprana edad de cuarenta y seis años.

EN LOS ESTADOS UNIDOS

Con conocimientos muy elementales de inglés, casi nulos, no me aceptaron en el hospital para el cual iba a trabajar, en la ciudad de Columbus, no me amilané y siguiendo los consejos de mi pariente Efraín Cerro, me matriculé en una escuela pública para aprender inglés.

Mis primeros días en la escuela fueron fructíferos, como no conocía a nadie, solo me dedicaba a prestarle atención al profesor, esta felicidad fue corta, pues a las dos semanas, comencé a relacionarme con los demás estudiantes y para males de mis culpas, conocí a un colombiano de origen antioqueño.

Hasta allí duró mi interés por el aprendizaje del inglés, me la pasaba con el paisa oyéndole sus interminables anécdotas, fascinado con su elocuencia y gracia, hasta el día en que él me informó que tenía un amigo cubano en el Children´s Hospital de la ciudad de Columbus (Ohio) que era el director de dicha institución, de alguna manera me conseguí una cita con el susodicho director del hospital y una mañana bien temprano, con mi mejor vestido y después de refinar mi vocabulario, asistí a la entrevista.

Al llegar al hospital, fui recibido por una señorita recepcionista, quien de inmediato se puso en comunicación con el Director y luego me dijo que esperara un poco, mandándome a sentar en una de las sillas del corredor.

Allí esperé pacientemente viendo a la gente ir y venir, hasta que de pronto salió un caballero de estatura alta, rubio de ojos azules y vestido a la usanza gringa, esto es, saco de sport con pantalanes de otro color.

Cuando vi que se acercaba a mí, incliné la cabeza para dejarlo pasar, pues temía que fuera un gringo y ya había experimentado el fracaso con el director del Lincon Memorial hospital para el cual había sido contratado pero en donde no me aceptaron por lo del idioma, es decir, mi nulo conocimiento del inglés, pues el hombre que antes he descrito, se me paró al frente y con voz firme y sonora me dijo:

— “Tu eres Díaz..., -sin esperar mi respuesta me dijo seguidamente-, Chico ven conmigo”

Nos fuimos a su oficina, me mandó sentar y él se sentó detrás de su escritorio, le manifesté lo que me había pasado y después de examinar los papeles que le había enseñado que no eran otros que, tarjeta verde de inmigrante, y ciertos diplomas de médico de mi país, me dijo:

— “Chico, esto aquí es un mierdero”.

Confieso que me extrañó mucho aquella expresión de un hombre que entre otras cosas, había sido candidato a la presidencia de su país natal, Cuba, él lo advirtió así y me explicó que tenía muchos problemas en el hospital debido a que allí le había dado trabajo a muchos latinos, cubanos, dominicanos, bolivianos etc., porque como no manejaban el idioma, las historias clínicas no las hacían bien y el cuerpo médico se le estaba quejando.

Que si lo aceptaba, siguiera yendo al hospital para ver si se presentaba alguna vacante, nos despedimos y yo salí de allí, una vez más, derrotado más no vencido.

Fue entonces cuando al revisar mi libreta con las diferentes direcciones de amigos colombianos que ya vivían en los Estados Unidos, encontré la de Esteban Padrón también de la Universidad de Cartagena, y le escribí una carta la cual me contestó casi a vuelta de correo comunicándome que, allá en Chicago encontraría sitio donde trabajar, pues él tenía muchas conexiones con varios amigos que había hecho en hospitales de dicha ciudad.

VIAJE A CHICAGO

El viaje a Chicago fue bastante accidentado, una mañana antes de las siete, mi pariente Efraín, me dejó en la estación de buses de la ciudad de Columbus con la advertencia, de que el bus en donde debía embarcarme, saldría a las doce (12m), no bien me había dejado, cuando escuché por un altoparlante la palabra Chicago, pensé que la salida la habían adelantado y en la primera fila que encontré de gente dispuesta a embarcarse, sin advertir ni preguntar para donde se dirigía el bus, hice la cola, llegado el momento de abordar el bus, a mi tiquete el conductor, le hizo una señal, un orificio y me lo devolvió, me embarqué pensando que esto lo había hecho el conductor conmigo, tal vez porque yo era extranjero, pues a todo el mundo se lo había recibido sin devolvérselo.

Desde esa hora hasta las dos de la madrugada del día siguiente, estuve embarcado en el bus, en el trayecto andado, cambió de pasajeros muchísimas veces, finalmente, se detuvo en una ciudad y allí se bajaron todos los pasajeros excepto yo que esperaba que el vehículo siguiera, pero gran sorpresa la que me llevé cuando el conductor me dijo algo que desde luego no entendí, entonces me tomó de la mano y me sacó del vehículo, ahí comenzó mi calvario, sin saber que hacer ni para donde ir, caminé por toda la estación.

Vi a un señor que sentado a una mesa de la cafetería, tomaba algo, debió ser un café, tímidamente me le senté al frente y mezclando mis pocas palabras en inglés con español, le di a entender que mi destino era Chicago, con señales y palabras, me dijo que él también iba para dicha ciudad, así las cosas, se alivió mi angustia, pues me consideraba perdido en territorio de ese inmenso país.

Dicho caballero, a quien desde ese momento consideré mi Ángel de la Guarda, no se desprendió de mí, o yo de él.

Bajo el cuidado de aquel desconocido pero caritativo hombre, llegué a Chicago a eso de las cuatro de la madrugada, una vez en la estación de buses, tan inmensa o más que cualquier estadio nuestro, el caballero me dejó a mi libre voluntad, fue entonces cuando desorientado y desde luego confundido y temeroso, con la fama que tenía aquella ciudad para esa época, caminando vislumbré a un hombre de porte pequeño, un poco rechoncho con unos bigotes enromes lo que me indicó que se trataba de un mexicano, como en efecto resultó serlo y a quien al preguntarle de donde era, me contestó:

— “pues de Mexico”,

— ¿sabe usted inglés? -le pregunté de nuevo– a lo cual me contestó:

—  “pues el del gasto”.

Sin más preguntas, le comuniqué en qué andaba y este hombre bondadoso, me ayudó a contactar por teléfono a mi amigo Esteban quien a esa hora, cuatro de la mañana, en pleno invierno, me contestó y me dio las instrucciones a seguir, entre otras, que buscara un hotel lo mas cerca de la estación de buses y allí le esperara, que estaría conmigo a la diez de la mañana.

Ya en el hotel, le volví a llamar dándole la dirección del hotel, mi mecenas mexicano se despidió, quise gratificarle con no se cuantos dólares lo cual rehusó terminantemente, me deseó suerte, un apretón de manos y desapareció.

ESPERA Y LLEGADA DE MI AMIGO ESTEBAN

Puntualmente a las diez de la mañana, sonó el teléfono de la recepción anunciándome la llegada de mi amigo, no pude al saludarnos contener mi emoción, sentía que estaba a salvo, que todo lo acontecido en veinticuatro horas, era una pesadilla de la cual había despertado enfrentándome a la realidad, unas lágrimas asomaron a mis ojos y conmocionado, le dije después del saludo, que me quería devolver a Colombia.

Con mucha serenidad, Esteban me calmó con palabras de optimismo explicándome que todo lo sucedido, hacía parte de un pasado, amargo por cierto, pero que por ello mismo, valía la pena luchar,

EN BUSCA DE UN HOSPITAL PARA TRABAJAR

Una vez calmados mis nervios, salimos en la búsqueda de mi sitio de trabajo, como era pleno invierno, la ciudad de Chicago, con razón llamada la “Ciudad de los Vientos” estaba plena de nieve por todas partes, las calles, los parques cuyos árboles sin ninguna hoja, se les veía completamente blancos, para mí que jamás había visto semejante fenómeno atmosférico, aquello me causó una impresión indescriptible que terminó por entristecer mi espíritu ya traumatizado por los dos hechos anteriores, esto es, el no darme el puesto para el cual había venido contratado desde Colombia y el más reciente, haberme extraviado en mi viaje a Chicago.

De todas maneras, no tardamos mucho en conseguir mi trabajo, en una hora se presentaron dos posibilidades, de la s cuales hice la escogencia que a la postre vino a resultar llenando todas mis expectativas.

Me quedé con mi puesto en el Cuneo Memorial Hospital que siendo una institución de solo ciento veinte camas, era el lugar propicio para estudiar, aprender el idioma inglés y con ello prepararme para ir presentando los exámenes requeridos por el estado para una vez aprobados, aspirar a hacer un internado rotarios y un año después, comenzar la respectiva residencia para la especialidad.

Pues bien, el Cuneo, era uno de los tres hospitales de la organización central, “Columbus-Cuneo–Cabrini, estos dos últimos, servían para médicos que como yo, venidos del extranjero, aprendiéramos el inglés o lo perfeccionaran quienes tenían sus bases y luego de aprobados los exámenes seguir el internado y luego la residencia para la especialización en el Columbus que tenía la aprobación oficial.

COMIENZOS EN EL CUNEO

Me inicié en el Cuneo con gran entusiasmo y muchas esperanzas, como era de esperarse, esos primeros días fueron duros, difíciles, pues mis conocimientos y dominio del inglés eran precarios, eso sumado al temor por no decir al miedo de quedar mal por no entender una orden, hacía que me prodigara en mi trabajo hasta el punto de hacer aún lo que no me correspondía, lo cual solo descubrí cuando ya había pasado mucho tiempo, pero nunca me arrepentí de este proceder, pues ello redundó en beneficio del aprendizaje.

De estos primeros días, hay multitud de anécdotas, va una como ejemplo: en mi primer turno, durante el día, no tuve problemas, pues de alguna manera los otros internos que llevaban tiempo, me sacaron de apuros, no así cuando llegó la noche y me encontraba solo, al ser llamado de un piso, la enfermera que era una irlandesa por cierto, me dijo para que me llamaba, pero yo no le entendí absolutamente nada, de manera que me fui de piso en piso preguntando para que me necesitaban hasta que llegué al quinto en el cual la misma enfermera que me había llamado, me esperaba ansiosa, volvió a comunicarme el motivo de la llamada y una vez más no entendí, entonces ella consciente de mi ignorancia, me tomó del brazo, me introdujo en una habitación en donde había un paciente con multitud de cables y catéteres, me puso frente al paciente y se fue.

Por un buen rato no hice otra cosa que contemplar al paciente el cual tenía el abdomen distendido y desde luego, con una sonda naso-gástrica puesta y al lado en una mesa, una vasija con trocitos de hielo.

Murmurando en contra de los gringos que contrataban médicos latinos para que le dieran de beber a los enfermos, le pasaba trocitos de hielo a aquel pobre hombre que con sus labios resecos, los recibía con placer enorme, así demoré no se cuantas horas hasta que consumida gran porción del hielo, observé que en el fondo de la vasija, había una sonda, fue entonces cuando caí en cuenta, que me habían llamado era para que le cambiara al paciente la sonda naso-gástrica pues la que tenía no estaba funcionando ya.

Con el correr de los días me fui haciendo al ambiente hasta que llegó el momento en que entré en pleno dominio de la situación y me convertí en un elemento para tener en cuenta dentro del hospital, así lo reconocían mis compañeros internos, las enfermeras jefes de pisos, los médicos en general y mi jefe en el servicio de Obstetricia.

APROBACIÓN DEL EXAMEN Y COMIENZOS DE MI INTERNADO ROTATORIO APROBADO

El examen exigido por el estado, lo presenté tres veces, pues la primera vez desaprobé con una calificación ridícula, esto me volvió a mover, muy decepcionado, le comuniqué al Doctor Ernest Nora, jefe del Departamento de Obstetricia y Ginecología quien con mucho tacto y firmeza me hizo ver que los reveses servían para uno perseverar y así vencerlos, “insista”-fueron sus palabras– no se deje vencer, este es un examen que aún los nativos no aprueban tan fácilmente”.

Así confortado por aquel gran hombre que se convertiría durante todo el tiempo que estuve en Chicago, en mi protector, seguí estudiando y en el segundo intento pasé la parte científica mas no me alcanzó para aprobar el inglés, esta circunstancia fue modificada por el consejo de aprobación, cuando del hospital enviaron una carta dando cuenta de que yo tenía suficientes conocimientos para entenderme con los médicos y con los pacientes para hacer las historias clínicas y presentar los casos en los simposios.

COMIENZOS DE MI RESIDENCIA EN OBSTETRICIA Y GINECOLOGÍA

Fue mucho lo que tuvimos que trabajar para obtener la aprobación del servicio, porque si bien ya funcionaba como tal, pues el volumen de pacientes que atendíamos, era más que suficiente, había que cumplir con algunos requisitos exigidos por el gobierno.

Con el Doctor Nora a la cabeza, Tom Considine que era el segundo en el servicio, nos impusimos un tren de trabajo en el cual no nos dimos tregua ni descanso hasta que al año lo logramos, comenzando así en regla el Servicio de Obstetricia y Ginecología con aprobación oficial para recibir residentes y titularlos como especialistas después de tres años de estudios. Me cupo pues, este honor de contarme entre los fundadores o creadores de dicho servicio, del cual recibí mi diploma que he ostentado toda mi vida de gineco-obstetra, con mucho orgullo.

REGRESO A LA PATRIA

Con mucho dolor, ya con mi diploma de especialista, vi llegar el día de mi partida de regreso a la patria, sentí como si dejara algo mío, algo que me pertenecía cuando en realidad, era yo el que le pertenecía a la institución, dejarla organizada, fue gratificante pero al mismo tiempo, sentía que no debía dejarla y más, cuando el jefe un día me hizo la propuesta de que me quedara trabajando en su grupo, pero nò, había llegado el momento de partir y debía hacerlo, pues el compromiso que me había hecho conmigo mismo, era el de una vez concluido mi entrenamiento, regresar a mi país de origen

REGRESO A COLOMBIA COMO GINECÓLOGO

Una sensación de miedo, casi de terror, me invadió cuando desde el avión que me traía de Chicago a Barranquilla volaba sobre las Bocas de Ceniza, ese hermoso espectáculo que ofrecen las aguas turbias del río Magdalena adentrándose kilómetros dentro del mar Caribe, mi corazón comenzó a palpitar aceleradamente, pues llegaba a enfrentarme con la realidad, ejercer mi especialidad en una ciudad en la que solo me conocían algunos familiares de mi esposa, en donde yo era un ilustre desconocido, de manera que no pude experimentar esa alegría que siente uno cuando ha estado lejos de su país y de sus familiares y amigos.

No había remedio, afrontar el momento y a pensar en como comenzar a trabajar, pues tenía una esposa y tres hijas, dos de las cuales habían nacido en los Estados Unidos, una responsabilidad muy grande, no cabía ni remediaba nada el acobardarme.

Mi primer tropiezo fue encontrar que en mi país, el título que traje de los Estados Unidos no era válido, tenía que revalidarlo y para ello viajé a Cartagena, en donde me sometieron a exámenes que por fortuna los aprobé, recibiendo así la certificación que dio la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina (ASCOFAME)

EN EL CONSULTORIO

Establecido ya en Barranquilla, abrí mi consultorio al cual acudía a mañana y tarde de lunes a viernes, como no tenía aún pacientes que atender, me la pasaba repasando mis textos de Obstetricia y Ginecología, a las doce del día, sonaba el teléfono lo cual me llenaba de alegría, pues creía que era alguna paciente pidiendo una cita, pero aquella esperanza se desvanecía cuando la voz que se oía al otro lado del hilo telefónico era la de mi esposa que llamaba para informarme que ya iban a pasar por mí para venir a casa al almorzar, a las seis de la tarde, volvía el teléfono a timbrar, nuevamente Carmen mi esposa, avisaba que pasarían por mí. Así transcurrió casi un año, cada día anotaba en mi diario la rutina del día.

Para que esa rutina no terminara con mi paciencia, resolví un día darle descanso a los libros de medicina y como existía una Librería a unas pocas cuadras del consultorio, hacia allá me dirigí en busca de un libro tipo novela para así matar el tedio, cuando regresaba con el libro en las manos, de pronto escuché una voz que a mis espaldas pronunciaba mi nombre, feliz porque creía que ya me conocía alguien en la ciudad, me detuve, miré hacia atrás y encontré que la persona que me había llamado era mi suegro.

UN AÑO DESPUÉS

Las cosas comenzaron a cambiar transcurrido casi un año, desde un día en que me encontraba ayudándole una cirugía al Doctor Canaán Yunez, médico general, primo hermano de mi esposa, al terminar el procedimiento quirúrgico en el vestier de los médicos, estaba el Doctor Edgar Meza Díazgranados mi paisano quien había llegado un año antes a Barranquilla y ya tenía algunos vínculos con la ciudad y uno que otro paciente. Después de un efusivo saludo, me invitó a que trabajáramos juntos.

QUIÉN ERA EL DOCTOR MEZA

El Doctor Meza, fue un brillante estudiante de medicina de la Escuela de Cartagena, luego se fue a los Estados Unidos en donde hizo su entrenamiento completo hasta adquirir el “Board” de la Florida, uno de los más difíciles de obtener aún para los nativos norteamericanos, yo me atrevería a decir que ha sido de los pocos ginecólogos de la época que haya llegado al país con mejor preparación académica, justamente por ser esto así, pudo abrirse paso en un medio en el cual lo dominaban unos pocos gineco-obstetras que eran muy celosos y de una manera o de otra, le hacían el ambiente al recién llegado bastante difícil.

Por su bagaje, por su formación académica y su tesón, logró penetrar la barrera infranqueable del Hospital General de Barranquilla, en donde dio muestras de su preparación y dictó cátedra hasta hacerse respetar de sus opositores y alcanzar el reconocimiento de los colegas, no solo de los que conformaban el cuerpo médico del hospital, sino también de la ciudadanía en general.

Muchos fueron los enfrentamientos que se le presentaron, a todos los venció y dejó tendido en el camino a mas de un detractor, baste recordar una celada que le tendieron en el servicio de Ginecología, que dirigía un prestigioso ginecólogo de los consagrados en la ciudad y que desde luego no permitía sombras a su alrededor, pues nunca se supo si con su consentimiento y conocimiento o no, un día a una paciente programada para una histerectomía abdominal para el Doctor Meza, la cambiaron y al momento de penetrar el abdomen de la paciente, yo le ayudaba, nos fuimos en blanco, esto es, no había el tumor que la noche anterior habíamos diagnosticado.

Pero como ya lo anoté anteriormente, él era de un temple recio y como sabía hacer las cosas bien, terminó por salir triunfante y sus detractores se convencieron que, era mejor aprovecharse de sus conocimientos que derrotarlo con argucias y trampas impropias en el ambiente científico

Dije antes que me cambió mi rumbo en la ciudad ese afortunado día en que conversé con el Doctor Meza, pues de ahí en adelante, de la mano de él, fui al servicio del Hospital Barranquilla, fue mucho lo que aprendí en esta institución gubernamental, puesto que la patología allí encontrada, era completamente distinta a la de los hospitales norteamericanos, cabe anotar también, que aquellos en los cuales me formé en ese país del norte, eran privados o semi-privados, esto es, además de los pacientes llevados allí por sus médicos, existía un departamento al que se le llamaba, Clínica, en donde eran recibidos pacientes del estado que eran atendidos a un costo muy bajo, estas pacientes eran las que nos servían a los internos y residentes, como material de estudio, desde luego, bajo la supervisión de médicos especialistas que vigilaban, corregían y controlaban todo cuanto se hacía en dicho servicio.

De todas maneras es mucho lo que va de un centro hospitalario de un país desarrollado a uno de un país en desarrollo, sobre todo en lo referente a dotación e implementos para-médicos con los cuales indudablemente, se hace una mejor medicina, en estos tiempos modernos.

MI ASOCIACIÓN CON EL DOCTOR MEZA

Durante diez años estuve trabajando con el Doctor Meza en el servicio de Ginecología del Hospital Barranquilla, sin percibir ninguna paga, pues era la norma, solo devengaba el médico Director, el resto de profesionales, servíamos gratuitamente. Nuestra jornada de trabajo se iniciaba en la mañana a las siete hasta las diez, con turnos disponibles cada cuatro días.

EL DOCTOR VIRGILIO SIERRA

Por el lado de la obstetricia, todo se lo debo al Doctor Virgilio Sierra Sabalza, pediatra de mucho prestigio que poco a poco, le fue informando a las madres de los niños que llegaban a su consultorio de mi existencia y trabajo, así que llegó el día en que vi crecer la cantidad de embarazadas que se acercaban a mi consultorio en busca de mis servicios, con buen trato, paciencia y adecuado servicio, llegó el día en que mi horario de trabajo se vio copado lo cual me llenaba de satisfacción y desde luego, me producía aportes económicos suficientes para sostener a mi familia que contaba de cinco hijos.

EL DOCTOR JOSÉ VELEZ DE LA LASTRA

Pero debo además recordar al Doctor José Vélez de la Lastra, habilidoso e inteligente cirujano que a mi modo de ver era un virtuoso del bisturí, quien además, conocía la anatomía y la fisiología humanas como muy pocos, como tenía muchos pacientes, también me fue recomendando, así que a estos tres colegas, es mucho lo que debo en mi vida de profesional además de la amistad con que me honraron a través de toda la vida.

*VÍNCULOS CON LA CLINICA LA ASUNCION*

Mi gran amigo el Doctor Edgar Meza, me presentó a los directivos de la clínica y así comencé a atender pacientes en esa institución, a los diez años de estar trabajando allí, por retiro voluntario del Director Doctor Fernando Vélez Mejía, fui nombrado Director científico de la clínica labor que ejercí por dos años, renuncié el cargo y me quedé como miembro asesor de la junta directiva.

Allí creamos el servicio Madre Bernarda en donde se atendían pacientes de escasos recursos a los cuales la clínica les proporcionaba la hospitalización y nosotros, tres ginecólogos, los Doctores Orlando Puccini, Edgar Meza y yo Virgilio Sierra pediatra y Rafael de Castro anestesiólogo, les atendíamos sin percibir paga ninguna, era un verdadero servicio social a la comunidad.

Para evitar que al personal que trabajaba en la clínica cayera en las garras de las agiotistas, fundamos el Fondo de Empleados que funcionó por largo tiempo con gran regularidad y éxito. Con el apoyo del gerente señor Alzate, fundamos los “Jueves científicos”, y mas tarde la unidad de “Menopausia”.

ENTIDADES CIENTÍFICAS

Con el trabajo de “Toxoplasmosis en embarazadas” fui aceptado como miembro de la Sociedad de Obstetricia Y Ginecología del Atlántico la cual presidí por dos años seguidos siendo mas tarde elevado a la categoría de miembro honorario.

Miembro de la Sociedad Médico Quirúrgica del Atlántico, esto a nivel local en lo nacional, como miembro de la Sociedad de Infertilidad, me hicieron más tarde socio honorario, miembro de la Asociación colombiana de Obstetricia y Ginecología.

En el año de 1981 viajé a Chicago y en la Universidad de NORTHWESTERN, hice el curso de HITEROSCOPIA, procedimiento endoscópico que inicié aquí en Barranquilla ese mismo año en la clínica La Asunción.

VÍNCULOS UNIVERSITARIOS

Durante quince años, serví como catedrático de la Universidad del Norte en donde me cupo el alto honor de ser profesor de mi hija Carmen y entregarle su diploma de médico el día de su grado.

Profesor de la Universidad San Martín de esta ciudad en la cátedra de Ginecología, específicamente en el área de la Menopausia.

ASOCIACIÓN DE MENOPAUSIA

El día 28 de Septiembre de 1992 a las siete de la noche en el auditorio de la Clínica la Asunción, le dimos vida a nuestra Asociación cuyos asistentes unánimemente me hicieron el altísimo honor de elegirme su presidente, desde esa fecha, no he hecho otra cosa que entregarme por completo al estudio y manejo de la menopausia de la cual he recibido todos los honores que un ser humano pueda aspirar.

De aquel romance con Carmen de solo dos meses, han transcurrido cuarenta y seis años de vida feliz rodeado de cinco hijos todos profesionales, hoy organizados en hogares donde reina la comprensión, el respeto y desde luego el amor, todo esto complementado con nuestros adorables nietos..

Soy indudablemente un hombre afortunado.

SÍNTESIS

LUGAR DE NACIMIENTO.

Medio rural, estudios primarios, en la escuela de mi padre de quien aprendí las primeras letras.

BACHILLERATO

Facultad de Bachillerato, mas tarde, Colegio Departamental de Bachillerato anexo a la Universidad de Cartagena. 1941 - 1946

MEDICINA

Universidad de Cartagena 1947 – 1952 (cargos: preparador de Técnica quirúrgica y jefe del Departamento de cirugía Experimental por concurso)

INTERNADOS.

Hospital Santa Clara, Cartagena, ( 1952) Hospital San José, Bogotá ( 1959-1960) Hospital SaintAnne´s Chicago Illinois (1964)

ESPECIALIDAD

Columbus-Cuneo Medical Center, Chicago Illinois (1965 -1968)

CURSOS

Histeroscopia, North Western University, Chicago Illinois (l981)

Menopausia, curso PRE congreso de Infertilidad, Chicago Illinois, (1985)

CARGOS

Director científico de la Clínica La Asunción, Barranquilla, por dos años..

MEMBRESIA

Sociedad de Obstetricia y Ginecología del Atlántico, presiente (1985-87) honorario.

Sociedad Médico Quirúrgica del Atlántico (ex)

Sociedad de Infertilidad Colombiana,( miembro honorario)

Asociación Colombiana de Menopausia (Miembro honorario)

Asociación de Menopausia del Atlántico, (fundador, miembro honorario)

The North American Menopause Society (1991)

Maestro de la Gineco-Obstetricia, distinción hecha por la Red de Apoyo de la Obstetricia y la Ginecología en Colombia, Medellín Noviembre 5 de 2005

Experto en Climaterio y Menopausia, reconocimiento y título otorgado por la FEDERACIÓN LATINOAMERICANA DE CLIMATERIO Y MENOPAUSIA (FLASCYM) Quito Ecuador Noviembre 5 de 2007

ÁREA CÍVICA

Miembro co-fundador del club Rotario BARRANQUILLA CENTRO DURANTE TREINTA AÑOS.

 

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