Autores: Álvaro Serrano Duarte - Juan Carlos Rueda Gómez
El personaje que traernos a colación en este segmento es nacido en la vereda de Vigueche, el 4 de marzo de 1955. El mismo nombre del corregimiento al que pertenece —La Fuente— contiene el sabor dulce de una tierra rica que se desarrolló en torno al cultivo del tabaco, venido a menos en los últimos años.
Con un clima bondadoso donde con facilidad germinan los cultivos de pancoger y frondosos cafetales. Las mañanas llenas de neblina ocultan las elevadas montañas que rodean tan pintoresco paisaje campesino.
Yendo por escarpados caminos reales junto a su padre y sus hermanos, azadón al hombro y machete al cinto; calándose a cada rato su sombrero de paja, Ernesto mira a su alrededor y se estremece. En los últimos días, desde que cumplió catorce años de edad, le han estado asaltando pensamientos de libertad.
Su estremecimiento refleja temor acerca de lo que diría su padre sobre su planeada partida hacia tierras desconocidas. Ha escuchado algunas conversaciones sobre familiares y amigos que han encontrado otro mundó en la Costa Atlántica y ello le produce inquietantes deseos de partir.
Esos temas sobre la vida de amigos y familiares haciendo labores distintas a la rutinaria tarea campesina le inducen a considerar seriamente la posibilidad de partir, pero... a hacer qué'? Por su mente de adolescente no pasó siquiera imaginar el futuro que le deparaba. Simplemente tenía presente un consejo de su padre: "Lo que haya que hacer, hágalo. Pero hágalo, con gusto, que así todo le sale bien".
Ernesto consideró que para obtener esos buenos resultados debía prepararse a conciencia y para ello pidió a sus padres que lo enviaran a estudiar a Mogotes, pero sólo logró culminar el primero de Bachillerato.
Regresa a su casa paterna, manteniendo sus deseos de partir que continúan latentes. A sus diez y siete años decide viajar a Barranquilla. La panadería El Punto, de propiedad de su primo Pedro Gómez Guarín fue su primer contacto con la nueva realidad. Comienza desempeñándose como ayudante de oficios varios, limpiando y engrasando latas, y va progresando hasta convertirse en experto en producción de galletas y conociendo otras técnicas industriales de la panificación bajo las órdenes de su primo Ernesto Gómez Guarin.
De sus ingresos, enviaba dinero a su hermano Hely para ayudarle en los gastos de estudio. Un año después regresa a Vigueche a las labores de cosecha del café en la finca de sus padres. Cada vez más dedicado a meditar lo vivido en Barranquilla, comparando sus vivencias y lo aprendido frente a las escasas posibilidades de desarrollo en el medio rural.
Ya la vida comenzaba a darle premios. Su relación amorosa con Nubia León era cada vez más sólida y los deseos de formar con ella una familia iban acompañados de grandes ideales de prosperidad y amplitud de horizontes. Imaginaban para sus futuros hijos un mundo mejor y eso sólo seria posible en una ciudad como Barranquilla.
No regresa a realizar tareas de empleado, sino que, por encima de sus temores iniciales, toma en arriendo una tienda en la Carrera 46 con calle 68 en la cual incluye el servicio de panadería. Es una experiencia renovadora de la cual va aprendiendo; y amparado en su ferviente trabajo, los errores van quedando sepultados por su propósito de no repetirlos.
Durante un año dedica veinte horas diarias a su labor, incluyendo festivos, sin otra mira que la de obtener el dinero suficiente para cumplir su promesa matrimonial y viaja nuevamente a La Fuente, con cédula de ciudadanía, nuevas ilusiones y un poco del lenguaje y gustos costeños.
Nubia, ahora su esposa, es una hermosa y laboriosá joven con los mismos sueños de superación de Ernesto y acepta gustosa acompañarlo a Barranquilla. Para ellos, estar casados representa una alternatiVa más que fortalece sus ilusiones; mediante el trabajo mancomunado y constante en la nueva actividad del comercio y pequeña industria, les permite abrirse paso con el aprendizaje de nuevas técnicas y experimentando un rápido crecimiento.
Barranquilla les gusta y aunque no les va mal, presienten que en Valledupar hay más posibilidades de desarrollo. Sin pensarlo dos veces, se trasladan a esa ciudad seis meses después. Viajan con la idea de montar allí una gran panadería, pero el dinero no alcanza para hacerlo como ellos la sueñan, así que deciden tomar en arriendo una tienda con la idea de obtener ingresos suficientes para dedicarse en un futuro a la industria de la panificación.
Durante siete, años ese sueño estuvo suspendido. La compra de la tienda absorbió su tiempo y sus esfuerzos. Pero el destino no había olvidado su pedido y para ello se les presentó la oportunidad de montar una refresquería en el edificio de la Gobernación del Cesar, donde con el mismo empeño, Ernesto laboró durante dos años, mientras Nubia continuaba a cargo de la tienda.
Fue ese ingreso extra, el que sirvió para hacer realidad su sueño. Pero —como ocurre tantas veces— la vida les deparaba una lección de esas que sólo los inteligentes saben capitalizar con creces. Habiendo obtenido los recursos necesarios para el montaje de la panadería, intempestivamente decidió conformar una sociedad con un hermano suyo para montar un parador turístico en inmediaciones de Curumaní.
Aunque fue una excelente experiencia ésta incursión en otro campo del comercio, la acción nefasta de la delincuencia le hizo comprender que antes que el dinero, está la satisfacción de realizar los sueños. Resurge el viejo anhelo de la panadería y entusiasmados con la recién actividad de restaurante, regresan a Valledupar y deciden montar un híbrido de las dos actividades: Rico Pollo Y Rico Pan. Pero a la vuelta de un par de años, lo segundo se impuso a lo primero
En el camino de las realizaciones personales, los triunfos y los fracasos dependen de lo que el sujeto piense. Para el caso de Ernesto y Nubia, el negocio combinado terminó sólo como panadería de mostrador; y al especializarse en esta actividad se ampliaron los horizontes hacia la industrialización.
Al definir su objetivo, el éxito comercial y personal se incrementa; son logros nacidos de la imaginación aplicada en la solución de problemas propios de su labor. Es el sentido común, sumado al trabajo denodado el que les permite superar la barrera de la inexistencia de instituciones que enseñen o capaciten al pequeño empresario; sus conquistas son el resultado de su fe y tenacidad, sin otro maestro que el diario trajín. Eso que los intelectuales llaman ser autodidacta.
Por ello, ahora es invitado por la Cámara de Comercio de Valledupar y la Universidad de Santander (UDES) a dictar conferencias en temas puntuales de comercio y de la industria de la panificación. Es de esta manera como comparte con estudiantes y profesores, con comerciantes industriales aspectos importantes de la actividad observados con cuidado propio de un investigador.
Pero el fruto más preciado que han obtenido son sus tres hijos: John, estudiante de Ingeniería Industrial; Jenniffer, a punto de graduarse en Medicina y Luis Ernesto estudia Administración Financiera, quienes —paralelamente con su desarrollo académico— colaboran activamente en la empresa familiar aportando el vigor de su juventud y ganándose el derecho a participar en la toma de decisiones trascendentales.
Tanto esmero, dedicación y sacrificio fructificaron en el merecido reconocimiento a una labor que no se premia con dinero sino mediante la exaltación pública representada en la mítica figura del Dios Mercurio bañado en oro, la presea que La Federación Nacional de Comerciantes —Fenalco— confiere a sus más distinguidos miembros.
Hoy día, Ernesto, Nubia y sus hijos dedican su potencial humano y social al desarrollo de planes y programas de crecimiento de sus colaboradores y más cercanos amigos y colegas. Sus energías ahora están concentradas en el fortalecimiento gremial de los comerciantes de Valledupar; sector de la economía que se encontraba huérfano de liderazgo y expuesto a las vicisitudes que surgen con las políticas económicas erráticas, las altas cargas impositivas, la inseguridad, la carencia de respaldo académico, técnico y económico, y sobre todo, la falta de solidaridad y colegaje.
De un tiempo a esta parte se ha dedicado con "alma, vida y sombrero" a la creación del Capítulo Valledupar de la Unión de Comerciantes —Undeco—, siendo exaltado a ociipar la Presidencia del gremio en esta sección del país por sus condiciones naturales de líder, su idoneidad y capacidad de gestión.
Creador (1990) del Comité de Amigos de la Fuente, seccional Valledupar, ha. gestionado múltiples obras sociales para su, cuna natal, como el Ancianato, ayudas en mercados a familias pobres y regalos navideños a los niños de escasos recursos.
La Asamblea Departamental del Cesar le ha hecho entrega de un pergamino donde se reconoce su aporte empresarial a ésta sección del país que irrigando desarrollo le ha convertido en uno de sus más destacados generadores de empleo. La Asociación Colombiana de Pequeños industriales (Acopi) le tiene entre sus más distinguidos miembros; también forma parte de la Junta Directiva del Terminal de Transportes de Valledupar.
La personalidad polifacética de Ernesto le hacen merecedor de un disfrute pleno de sus sueños empresariales sin dejar de lado sus aficiones de siempre: pesca, ciclismo, tenis y bolo criollo. Como se lo decía su padre, hacerlo todo con gusto...
De alguna manera ve realizado el sueño de su niñez de comandar una nave espacial tripulada por hombres y mujeres deseosos de una vida mejor. No pudo ir a la NASA, pero hoy es feliz transformando la MASA. La de hacer pan y la de las multitudes ansiosas de progreso.