Autor: Gustavo Álvarez Gardeazábal
En este país, desgraciadamente, nos hemos ido acostumbrando a las mentiras decretadas.
Primera mentira: hace un par de años los observadores necios comenzamos a denunciar que estaba temblando demasiadas veces por semana en Puerto Gaitán, en cercanías de los campos petroleros. Ingeominas y las poderosas compañías que perforan en la zona manejaron tan bien el ‘bitute’ que siempre pudieron desmentir que se trataba de una consecuencia de las explosiones en profundidad causadas por el uso de los sistemas ‘fracking’ o ‘star’.
No fue sino que el petróleo cayera de precio, que sacar el crudo por medio de explosiones dejara de ser rentable (dicen que cuesta 78 dólares extraerlo y venderlo solo 48) para que se acabaran los temblores en Puerto Gaitán.
Segunda mentira: gracias a una feroz campaña mediática de los neoliberales de la Universidad de los Andes que acompañan al ministro Alejandro Gaviria en su ejercicio, nos vendieron la idea de que las niñas desmayadas de Carmen de Bolívar y de otras ciudades del país eran víctimas una histeria colectiva y que la vacuna contra el papiloma no era la causante del problema.
La Universidad del Rosario hizo la semana pasada un foro en donde la única conclusión resultó ser que la vacuna sí puede hacer daño, que las reacciones son diversas en distintos países y que no se ha probado su verdadera bondad. Es decir, que la niñas no estaban mintiendo.
¿Será acaso que las petroleras y las farmacéuticas se han aliado con el estado para mantenernos dentro de un manto de mentiras y así dizque hacer más viable este país?