Autor: Roald Amundsen, explorador noruego
El nombre, “ANTÁRTIDA”, deriva de la voz griega ANTARKTIKOS, que significa “contrario al oso”. Arktos, la Osa Mayor, es la constelación visible sobre el Polo Norte.
Los antiguos griegos intuían que la tierra era esférica y que era razonable que hubiese una masa terrestre en el sur, que compensara el mundo conocido. Los primeros dibujantes de mapas, llamaron Terra Australis, al presunto continente.
Toda la región está cubierta por una capa de hielo que oculta su perímetro verdadero y su relieve.
Los mares de Ross y Wedelli la dividen en dos zonas: Antártica Oriental, la mayor, y Antártica Occidental, donde sobresale la Península Antártica. Su aspecto general es el de una gran “meseta polar”, cuya altura llega a alcanzar los 3.000 metros, de los cuales, 2.700 corresponden al grosor del hielo.
Esta cobertura, que hace de la Antártica el continente de mayor altura media del planeta, sólo permite que afloren las formaciones montañosas más altas que la capa de hielo, conocidas como numatk, palabra que significa “cerro desnudo que emerge del hielo”.
El primer avistamiento oficialmente aceptado de la Terra Australis tuvo lugar en 1820. Los primeros en poner el pie en el lugar fueron los miembros de la expedición rusa de 1821, dirigida por Mijail Lazarov y Fabián Gottliebvon.
Sin embargo, un mapa de 1513, elaborado por el almirante Piri Reis, incluye un continente austral que guarda semejanza con la costa antártica, y, 2.500 años atrás, los griegos ya teorizaban sobre su existencia.
El nombre de “continente pulsante” se debe a que, durante el verano, su superficie es de 14 millones de kilómetros cuadrados pero, en invierno, el mar adyacente se congela y su superficie aumenta hasta los 30 millones de kilómetros cuadrados.
Debido al clima extremo, ventoso, frío y seco, la vegetación es escasa y simple; la fauna también es poca en el continente; únicamente el pingüino Emperador ha logrado adaptarse a las condiciones extremas de temperatura y vientos.
Las demás especies como las focas, las aves, las ballenas jorobadas o yubartas y las orcas, arriban en verano y emigran en invierno, algunas a través del casquete de hielo que se forma la congelarse el mar.
El sistema internacional que rige el continente de hielo fue firmado en 1959 por Argentina, Australia, Bélgica, la República Francesa, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, la Unión de África del Sur, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el Reino Unido de Gran Bretaña e irlanda del Norte y los Estados Unidos de América, quienes reconocieron que “es en interés de toda la humanidad que la Antártica continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y que no llegue a ser objeto de discordia internacional”. Entró en vigor en 1961 y, en la actualidad, hay 45 países adheridos.
La Antártica es el sueño de un astrónomo hecho realidad. La estación Amundsen-Scott es uno de los mejores lugares del planeta para estudiar las estrellas. Los observadores aprovechan las singulares características del Polo sur para estudiar la evolución y estructura del Universo.
La Antártica es una de las reservas naturales más espectaculares del mundo, no tanto por la diversidad de sus especies de flora y fauna, sino por la cantidad de cada una de las focas que allí se encuentran, por sus particulares y extremas condiciones climáticas, y por sus singulares paisajes.
Técnicamente, la Antártica es un desierto porque la evaporación supera la precipitación pluvial. A pesar de ello, contiene el 70% de la reserva mundial de agua dulce y el 87% del hielo de todo el planeta.
El aire frio retiene mucha menos humedad que el caliente; como la temperatura media de la Antártica es de 17·C, la precipitación es escasa. De hecho, aunque el continente sufriera un calentamiento significativo, la temperatura permanecería por debajo de cero.
Parte de la nieve, compactado como hielo (permafrost) tiene miles de años de antigüedad. El 98% del terreno se encuentra cubierto por una capa de hielo, el 2% restante, es roca desnuda.
Allí se registraron los vientos más intensos, 327 km/h, en 1972. El 80-90% de la radiación que recibe la Antártica es reflejada por el hielo nuevamente al espacio, lo que evita el calentamiento de la superficie polar.
Durante el luminoso verano antártico, el sol sale hacia las tres de la madrugada y se esconde un poco a 11 de la “noche”, dando paso a la penumbra. Las temperaturas promedio varían entre -2 y 2 grados centígrados.
En esta temporada son frecuentes las ventiscas: vientos de entre 70 y 100 nudos; en invierno, la temperatura promedio es de -30 grados (la base rusa de Vostok registró, en julio de 1983, la temperatura más baja de la historia de la Antártica, -89,2·C) y el sol sale a las 11 de la mañana y se oculta a las tres de la tarde.
Un fenómeno distintivo de este Continente es el agujero de ozono, que se desarrolla desde mediados de agosto, hasta noviembre, cuando comienza a reducirse nuevamente.
Durante el invierno, las bajas temperaturas permiten la formación de nubes polares estratosféricas de hielo, conocidas vulgarmente como nubes nacaradas. En la superficie de los cristales de hielo se llevan a cabo reacciones químicas que contribuyen a la destrucción estacional del ozono.