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Los amaneceres musicalizados de Magola Pérez

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Autores: Álvaro Serrano Duarte - Juan Carlos Rueda Gómez

El ronroneo constante de un machín, el gorgojeo del licuado oro negro pasando a buchadas por el interior de los tubos de conducción hacia el inmenso tanque donde se deposita la aceitosa sangre extraída de las profundidades, son los primeros sonidos que se escuchan al despertar en los campos petroleros que se encuentran en el Corregimiento de El Centro, Barrancabermeja.

Pozos petroleros en el Corregimiento de El Centro, Barrancabermeja, ColombiaEn otros amaneceres, el estruendo que produce la caravana de camiones, carro-tanques, el perforador de pozos y el porta-torres hacen temblar la tierra por donde pasan.

El ambiente huele a petróleo, un dulce y delicioso aroma que no se parece a nada por lo que no se puede describir. pero que invade todos los ochenta kilómetros cuadrados de la región más rica del Magdalena Medio.

Cuentan los libros de historia, que los indios Yariguíes, con sus caciques Pipatón y Yarima, que dominaban la región que el conquistador español Gonzalo Jiménez de Quezada denominó barrancas bermejas, debido al color rojizo o bermejo de esas tierras erosionadas formando barrancos. Los aborígenes daban distintos usos al líquido negro que brotaba espontáneamente de la tierra, untándolo en su piel asediada por los mosquitos y como combustible de las hogueras nocturnas.

De esa práctica protectora contra los insectos nocturnos, se pasó con el tiempo, a obtener de ese mismo liquido, extraído con la ayuda de la tecnología, productos de uso diario en la vida moderna: esmaltes, perfumes, betunes, telas, cremas. champús, cosméticos, peinillas, cepillos dentales, pinturas, bolsas plásticas, ceras, desinfectantes, aromatizantes, insecticidas, tuberías, forros para cables eléctricos; componentes para equipos electrodomésticos, computadores, llantas, gasolina, acpm, disolventes, astringentes, drogas, etc.

La variedad de amaneceres se extiende a los días en que antes de que aparezcan los primeros rayos del sol, arriba al pozo una cuadrilla de hombres robustos, vistiendo gruesos overoles, camisa manga larga, botas con puntera de acero y guantes, hablando fuerte para imponer sus voces sobre los ruidos que hacen las herramientas en la limpieza del pozo petrolero.

Son trabajadores que ganan muchísimo dinero. Una quincena laboral es igual a dos meses de trabajo de un campesino. El remoquete que se les dio de "oligarcas con overol" es perfecto. Pero esta región no tiene el natural amanecer de otros campos, con pájaros trinando, perfumes de flores y verdes paisajes. No.

Son campos tristes, donde la naturaleza se niega a solazarse; al contrario, los colores marrones del paisaje lúgubre, con sus tierras manchadas por ríos de negro y viscoso petróleo; la acidez de su rojizas tierras reduce las posibilidades de desarrollo de los campesinos, limitándolos escasamente a la siembra de yuca, papaya y maíz, y a la cría de unas pocas vacas, chivos, camuros, cerdos y gallinas.

Para los habitantes de estos entristecidos terrenos rurales la propiedad es a medias, porque la superficie es suya, pero el subsuelo -el depósito de una riqueza incalculable- es del Estado.

Pero siendo de Ecopetrol, la empresa dedicada a la exploración y explotación, el suelo está al libre uso y paso de sus trabajadores, sin reportarle a los dueños de los predios, compensación económica ni de servicios por el derecho de servidumbre de tránsito.

El 10 de Enero de 1958, a las cinco de la mañana, el amanecer cambió considerablemente con la llegada al mundo de una niña que con su llanto agudo dio una nueva nota al rutinario sonido de aquellas tierras tristes.

Magdalena, un nombre dado a las niñas en honor al ancho río, es la segunda de cinco niñas y un varón, hijos de Serafin y Senaida. Cursó sus estudios primarios en la escuela pública de El Centro, al cabo de los cuales toda la familia decidió emigrar a Bucaramanga en busca de mejores horizontes. Las constantes huelgas de los trabajadores petroleros que afectaban la economía campesina, influenciaron también la mente de Magdalena.

Al entrar a estudiar el bachillerato en el Colegio Santander, las incipientes ideas de liberación obrera se transmutaron en pensamientos y acciones de revolución estudiantil, llevando piedras con sus libros para lanzarlas contra el sistema. Pero también sus compañeros de estudio, descubrieron la gran veta artística como cantante que alegraba las largas noches de paro frente al colegio.

Magola Pérez TibochaAl graduarse de bachiller, ingresó a la Universidad Industrial de Santander a cursar Administración de Empresas. Los aburridores textos de economía o estadística hicieron propicia una aventura amorosa que culminó con el nacimiento de su hija Diana Lizette. Pero la bebita traía consigo una tarea para su madre: ser una niña especial con retraso psicomotor.

Ante las circunstancias, Magdalena cambia de carrera y se matricula en Educación Pre-escolar. Pero como- la responsabilidad es mayor a sus posibilidades económicas, recurre mejor incursionar en los medios radiales haciendo equipo con el periodista Abelardo Navarro en un programa dirigido a los campesinos santandereanos.

En adelante, los amaneceres tendrán la característica de ser su medio de sustento. Mientras la ciudad duerme, Magdalena envía mensajes hertzianos a los campesinos y alegra con música ranchera sus jornadas matutinas.

El resto del día lo distribuye entre el cuidado a su niña especial y la capacitación en contabilidad, primero, y en ventas, después, en el Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena, donde obtiene los respectivos créditos que le abrirán las puertas como vendedora de planta, vendedora externa y jefa de ventas en los Almacenes J. Glottman.

El concesionario de las máquinas de coser Brother's la llama a recibir un curso especializado en la armada, manejo y mantenimiento de tales equipos en la ciudad de Bogotá, adquiriendo tal destreza en la elaboración de tejidos y demostrando su capacidad cómo vendedora, que es enviada como promotora a recorrer todas las ciudades capitales de los principales departamentos de Colombia.

Llega a su vida un hombre que tiene la virtud de ser la vida desde otra perspectiva. Es quien le muestra la belleza del arte y la moda. Jaime Aquileo Vera se encarga de convencerla de aprender un oficio que le brinde libertad financiera. Inicia cursos de cosmetología y montan un taller de diseño de modas y un salón de belleza.

Pero su vida está marcada por los amaneceres. Sin saber lo que le faltaba, creyendo que era vender más, emprende la comercialización de productos de belleza, prendas de vestir, joyas y cuanto artículo considera que le genera utilidades.

"Expresa un deseo y el universo entero se confabulará para hacértelo realidad" fue la frase que en su vida se cumplió cuando un cliente le auguró que en la Costa Atlántica les podía ir mejor. Ella deseaba tener más trabajo y por eso se trasladaron a Barranquilla.

Magola Pérez, 30 años dedicada a la radio y la presentación de espectáculos.

Yendo del timbo al tambo, con mucho trabajo y pocos ingresos, Magdalena y Jaime deciden hacer un alto en el camino, porque junto con la niña, ya estaba el hijo de ambos: Jaime Andrés. Cada uno se dedicaría a lo que más le gustaba. Él ya lo sabía: Alta Costura. Ella, en cambio, seguía buscando.

Una mañana solitaria, luego de atender a los niños, Magdalena empieza a mover el dial de su pequeño equipo de sonido; lo hace de manera mecánica y sin sentido. No sabe qué emisora escuchar. Pasa por estaciones de noticias, música moderna, música de la vieja guardia, baladas, vallenatos, salsa... hasta que se topa con el final de una ranchera que muchas veces cantó en público, cuando tenía escasos diecisiete años, en el Rincón Tapatía de Bucaramanga.

Viene a su mente un caudal desbordado de recuerdos de sus épocas juveniles como cantante, animadora de espectáculos, teatro, novedades y fiestas infantiles. Pero cae en cuenta de que ya no está para esas cosas. Ha perdido el contacto con ese mundo. Al terminar el disco, el locutor anuncia:

— Están escuchando... México y sus canciones... que trasmitimos todos lo días de ocho a diez y treinta de la mañana. Reportamos la sintonía de la tienda...

Magdalena siente el impulso de mantenerse escuchando aquel programa. Falta media hora para finalizar. Espera escuchar el número de teléfono de la emisora y decide llamar. Eliseo Pinzón, director y locutor de espacios radiales dirigidos a los tenderos de Barranquilla escucha al otro lado de la línea telefónica la voz de Magdalena. Ella le solicita una entrevista para conocer un poco más las posibilidades de participar.

Ingresa como lectora de publicidad y notas sociales. Agrega su capacidad de vendedora de publicidad y se integra al mundo del pequeño y mediano comercio, especialmente las tiendas, donde es recibida con agrado.

Habiéndose percatado de que ese era el mundo que la complacía, hace gestiones personales para abrirse camino en el universo de la radio barranquillera.

Sintiéndose agradecida con Eliseo Pinzón por su invaluable apoyo, le manifiesta sus planes de incursionar con un programa propio. Al escucharla, él le expresó su complacencia por la decisión que deseaba tomar, alentándola a enfrentar el mundo con entereza.

Pozo petrolero en el Corregimiento El Centro, Barrancabermeja, ColombiaPor solicitud hecha a los directores de la Emisora de la Universidad Autónoma, Magdalena recibe de Sussy Carbó la buena noticia: le había sido otorgado el espacio de las cuatro a las seis de la mañana de todos los días.

Ahora los días en Barranquilla comienzan con las notas rancheras del programa: "Amanecer pon las colonias", que alienta a los taxistas, tenderos y empleados madrugadores a enfrentar la nueva jornada con la alegría de sentirse vivos y con nuevas oportunidades. A las cuatro de la mañana se escucha su saludo radial:

—Muy buenos días, Barranquilla. Buenos días a todos los oyentes de los 94.1, FM estéreo. Este es el programa Amanecer con las Colonias, que hasta Dios está sintonizando mientras mira su mundo lleno de la hermosura de los campos y ciudades. Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas y merecemos que sea el mejor, porque somos nosotros quienes decidimos que sea así.

Día a día ha sumado cuatro años consecutivos y siete premios por sintonía por eso la llaman Magola Pérez... la Dama del Micrófono. El más reciente premio lo recibió de Alcalde de Bucaramanga, Luis Fernando Peña Cote. Es una medalla al mérito por lo servicios prestados a la Colonia Santandereana residente en la Costa Atlántica.

 

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