La primera vez que comí tarántulas fue camino a las ruinas de Angkor Wat, en Camboya. El autobús que nos llevaba desde Phnom Penh, la capital, paró en pueblito de Skuon, y cuando bajamos del carro algunas mujeres se nos acercaron con grandes bandejas que contenían tarántulas fritas amontonadas; recuerdo que la vendedora que me ofreció ese bicho tenía una tarántula viva prendida en el pecho y eso me impresionó y me retiré a un lado; confieso que no quería acercarme porque tenía temor de que el bicho me saltara encima, e incluso recibí la tarántula, no en la mano como se acostumbra, sino en una bolsa plástica.
Pero luego, cuando mordí las patas de la araña, estaban crujientes y me hizo recordar a las hormigas santandereanas que había probado años atrás en el norte de Colombia, que igual las dan fritas y son muy sabrosas.
Las patas tenían sabor a ajo y hierbas y hasta puedo decir que me gustaron, pero el cuerpo de la tarántula me pareció un poco insípido, una mezcla de carne de pollo, pero sin sal. Pensé que al morder el cuerpo, algún líquido de las tripas del animal me ensuciaría el vestido, pero no fue así, aunque el interior era suave y no crujiente como la parte externa. Lo que me quedó en el paladar fue el sabor a ajo y hierbas, y los restos de las patas entre los dientes.
Esa fue mi primera experiencia con la comida típica de los camboyanos, ellos las comen todo el tiempo y las consideran una delicia, al igual que escorpiones, grillos y todo tipo de bichos que saltan o caminan. En Tailandia los sirven con diferentes salsas, que le dan un mejor sabor.
Hasta ahora he comido grillos, saltamontes, una especie de cucarachas grandes y gusanos revueltos con arroz, mucho más de que cuando me enteré que son un potente afrodisiaco. Fuera de bromas, eso me lo comentó mucha gente con la que he conversado sobre el tema, y aunque yo no he sentido ningún efecto personal, la creencia subsiste en la cultura popular.
Camboya no es un país pobre; es repobre y miserable. Su capital, Phnom Penh, tiene zonas que parecen un inmenso basurero en el que los niños buscan cosas para comer, y en las provincias la situación no es muy diferente, así que no es extraño que esta gente haya tenido que comer lo que les llega a la mano.
La última vez que tuve oportunidad de pasar por el pueblo de Skuon, tuve tiempo de investigar un poco el tema; allí me enteré de que este pueblo, que parece un inmenso mercado, es el lugar típico para comer tarántula frita en Camboya, a pesar de que también las venden en otras partes del país.
Una de las vendedoras, a quien le compré mi ración de tarántula, no me quiso dar de las que tenía en la bandeja, sino que me llevó a donde las estaba fritando y sacó una de la sartén, y no sé si fue porque ya no les tenía asco pero en esta ocasión el bicho me pareció más sabroso que el primero que había comido.
La mujer también me mostró un balde con tarántulas vivas y con gestos y un inglés machacado, me explicó que algunas personas las compran vivas y las preparan en casa. También me contó que tienen criaderos propios o las capturan en el bosque pero, contrariamente a lo que yo siempre había creído, me dijo que estas arañas, que ellos llaman aping, sí son venenosas.
Supongo que el aceite caliente anula el veneno porque de lo contrario, no estaría contando el cuento.
(Autora: Blanca Adíela Gómez)