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Literaturas de América Latina

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Autor: Carlos Jiménez Moreno

Carlos Jiménez Moreno - [Cali, 1947], arquitecto, escritor y crítico de arte, profesor titular de la cátedra de teoría e historia del arte de la Universidad del Valle, maestro en teoría e historia del arte y la arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, es profesor de estética de la Universidad Europea de Madrid. Miembro del comité editorial de la revista Brumaria, ha escrito para El Pais y El Mundo de Madrid, en ArtNexus de Miami, y Third Text y Contemporary Art de Londres.Literaturas de América Latina, el libro del poeta y ensayista Harold Al varado Tenorio, hará época. Empezando por su ambición, que no es poca, y que no es otra que intentar hacer una historia de las literaturas de nuestro continente en los dos siglos que nos separan de las guerras de Independencia.

La sola enunciación del propósito impresiona a quienes tenemos alguna noticia de la vastedad, diversidad y riqueza, tanto literaria, como cultural, de la veintena de países en los que se fragmentaron los imperios coloniales de España y Portugal a comienzos del siglo pasado.

Acopiar, leer, clasificar y describir e interpretar todo lo que los escritores nuestros, de Méjico a la Argentina, han compuesto y publicado en un periodo tan dilatado de tiempo, parece, aún en su mera enumeración, una tarea tan vasta y exigente que muchos creíamos reservada a equipos multidisciplinarios de los que los angloparlantes llaman Scollars, antes que a los empeños solitarios de un solo hombre, por mucho que este hombre tenga la inteligencia, la energía y la tenacidad que exhibe Alvarado Tenorio.

El inventario de algunas de las características de su obra corrobora el tamaño del monumental desafío. Son tres tomos, 948 páginas, sin contar el medio centenar destinado a la relación de los títulos de las obras citadas, parcial o totalmente, en el texto, y un aparato crítico tanto o más abrumador que la certeza que adquiere el lector que Alvarado Tenorio leyó efectivamente las obras de los 107 autores estudiados en extenso.

Y no sólo esas obras sino, muy probablemente, las de muchos de los autores excluidos de su selección definitiva, algunos tan notables como José Carlos Mariátegui, Gilberto Owen o Augusto Monterroso.

Con una masa documental tan inmensa entre manos, Alvarado Tenorio ha escrito un libro que es por lo menos tres simultáneamente. El primero es una colección de ensayos críticos sobre los autores de su predilección, donde son comunes la prosa depurada y la ya muy educada aptitud de su autor para descubrir la literatura allí donde la haya, ya se trate de una proclama política, una crónica periodística, un ensayo sociológico, un breve poema metafísico o una casi ingobernable novela barroca.

Alvarado Tenorio declara en el prefacio a su obra desapego a las teorías filosóficas y estéticas, tan en boga entre los estudiosos e investigadores de la literatura en nuestro país, quienes aparentemente no consiguen en muchos casos otra cosa que apartar a los jóvenes de la lectura de los textos literarios que pretenden interpretar o descifrar.

En ninguna otra parte ese desapego es más fructífero como aquí, en esa colección de ensayos críticos que contienen invariablemente una y la misma invitación a leer a los escritores que estudian e interpretan.

Ese solo mérito basta para perdonar a Alvarado Tenorio que su antiteoricismo militante le lleve a tropezar a veces a la hora de intentar la conceptualización de periodos históricos, de tendencias de pensamiento o de esquemas generales de clasificación literaria.

El segundo libro es una prolongación del primero pero ni se agota ni se reduce a él. Se trata de una antología de textos que logran el efecto inmediato de poner al lector en contacto directo con los escritores que son en definitiva la auténtica materia de esta obra. Antología que, además, está hecha no sólo con sapiencia sino también con ironía.

Por ejemplo, el primer texto citado de un autor como Borges, a quien gestos como el de viajar a Chile poco después del golpe militar para recibir una condecoración del general Pinochet, o el de suprimir la dedicatoria a Richard Nixon de una traducción del "Canto a mí mismo" de Walt Whitman, por haber firmado el presidente la paz con los comunistas en Vietnam, le dieron la triste fama de autor reaccionario.

Portada de la obra: Literaturas de América, Autor: Harold Alvarado TenorioEl primer texto citado de Borges es, repito, precisamente un poema juvenil suyo que es simultáneamente un canto a la Revolución Rusa. La ironía se vuelve traviesa, e incluso tramposa, en la desenfadada versión en prosa que Alvarado Tenorio da de "En Novgorod la Grande", poema de Alvaro Mutis.

El tercero es el libro de notas, que contiene reseñas biográficas y bibliográficas muy precisas sobre los autores incluidos en la obra. Por su claridad, complejidad y actualidad no me cabe la menor duda que será un apoyo valiosísimo tanto para investigadores y estudiosos como para profesores de literatura latinoamericana de la secundaria y las universidades de Colombia y del resto de los países castellano-parlantes. Este tercer libro es en definitiva, una obra de referencia y consulta desde ahora imprescindible.

¿Cuáles fueron las ideas de la literatura que Alvarado Tenorio puso en juego a la hora de redactar Literaturas de América Latina?

La primera idea de la literatura de todo escritor es la que se transparenta en su propia escritura. Como ya dije, la de Alvarado Tenorio es diáfana y más que diáfana, senequiana. Quiero decir de la misma tradición a la que pertenece Séneca, quien, al decir de Borges, es el único escritor español realmente estimable así haya escrito en latín.

Un latín troquelado según el Peri Hermeneia de Aristóteles, donde la estructura sujeto, verbo y predicado alcanzan una conceptualización tan diáfana como que alcanza la prosa que se ciñe a este solidísimo arquetipo.

La de Alvarado Tenorio es una prosa de esa estirpe, donde el sentido circula por vías fluidas, expeditas y claras y, en ningún caso, estropeadas o demoradas por las elipses, los retruécanos y restantes meandros retóricos en los que el manierismo, primero, y el barroco, después, empozaron el sentido y en el peor de los casos, lo empantanaron.

De allí, de esa toma de partido por su propia escritura, le viene a Alvarado Tenorio la distancia irónica con que trata a los barrocos y, en especial, a aquellos que como Oliverio Girondo, Oquendo de Amat o Vicente Huidobro han tratado de manera experimental la lengua, retorciéndole el cuello al cisne, no de la belleza, sino del sentido, la claridad y el equilibrio en beneficio de la forma pura, o el imperio de la expresión o del delirio.

Alvarado Tenorio ha puesto su prosa (clásica o neoclásica) al servicio de una concepción de la historia y la vida que habría que clasificar de trágica o, al menos, fatalista. Para Alvarado Tenorio, como para su admirado Borges, la vida y ya no solo la literatura, es la repetición de unos cuantos arquetipos, que si en algo se diferencian de los que les antecedieron en el curso perfectamente circular de esa noria que es el destino, es sólo en los modos, los acentos y los tonos. No es casual entonces la definición que Alvarado Tenorio, pensando en Borges más que citándolo, da de poesía. La poesía, tiene escrito en alguna parte de Literaturas de América Latina, es una cuestión de tono.

Pero Alvarado Tenorio no se confunde con Borges. En el propio ensayo que escribe sobre éste se queja de la atención y la fe que el escritor argentino puso en todas esas construcciones con las que la filosofía europea, de Duns Scotto a Schopenhauer, pasando por Berkeley y Hume, ha levantado para sostener el escepticismo radical de quienes creen que el mundo sólo existe en la cabeza de Dios o de los hombres, que sólo es voluntad y representación, o como dijo el poeta, "aire, sueños, nada".

Alvarado Tenorio es un escéptico pero de otro tipo. Escéptico que desconfía de las ideas y más si éstas se presentan bajo la forma de un sistema articulado, con la capacidad adicional de explicar el mundo, su curso y sus determinaciones.

Escéptico también de los paraísos celestes y, más todavía, de los terrenales, convencido como está, desde que lo conozco, que esta Tierra es un desastre, empeorado por el hecho de que después de esta vida no hay ninguna otra. Escepticismo más de labriego que de clérigo.

Estas convicciones de las que está hecha toda su poesía y no exclusivamente este extraordinario libro de investigaciones es la misma que le permite tomar distancia con respecto de su amado Borges y escuchar con fruición, dar cabida y resaltar en su libro a todos esos escritores que se han ocupado de la cruenta y conflictiva materia de la que estuvo y está hecha la historia de este continente, tan miserable.

Por eso, en las páginas de Literaturas de América Latina han tenido tanta y tan bienvenida cabida los escritores y las obras que han hablado de la miseria y las humillaciones de los indios, los negros, los mulatos, y, en definitiva, de todos aquellos para quienes la vida en estos engañosos paraísos tropicales ha sido dominada por la pena, el agobio y la desesperanza.

A ellos es a quien en realidad está dirigido este libro, esta portentosa tour de force del poeta y ensayista Alvarado Tenorio.

 

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