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Hely Chaparro Gómez, un comerciante licenciado en Matemáticas y Física

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Autores: Álvaro Serrano Duarte - Juan Carlos Rueda Gómez

El Aula Máxima de la Universidad industrial de Santander estaba colmada. Eran las tres de la tarde y entre los asistentes se hallaba un jovencito henchido de orgullo, acompañado de sus familiares que habían viajado desde un remoto pueblo a presenciar su graduación como Licenciado en Matemáticas y Física.

Las más importantes personalidades y autoridades del claustro universitario se hallaban reunidas para hacer entrega del título profesional a los primeros quince graduandos de naciente Facultad de Matemáticas.

De aquellos setenta y tres primíparos, sólo lograron terminar quince, de los cuales Hely sería laureado como el mejor. Junto con otros cuatro compañeros, había sido seleccionado para recibir una beca de especialización en la mundialmente conocida Universidad Patricio Lumumba de Moscú.

Mientras las voces de los oradores retumbaban por el gran salón, la mente de Hely se hallaba recorriendo un pasado tan cambiante como los resultados de una ecuación exponencial, debido a que sus padres habían previsto el inminente final de la industria tabacalera en su tierra natal, La Fuente, y por eso decidieron alistar maletas e hijos y viajar todos a Barranquilla. Niños y niñas, súbitamente, quedaron sin amigos ni parientes.

Olvidados los juegos del campo, aprendieron otras formas de recreación como la bolita de uñita, parqués, bola e'trapo, dominó, béisbol y fútbol. Asimilaron en la escuela muchos términos costeños, pero les tocaba hablar el "cachaco" en la casa.

Cursando sus primeros años en la Concentración Escolar # 13 de Barranquilla, Hely descubre una vida llena de sorpresas. Esos años de infancia son complementados con labores de apoyo a sus padres que habían adquirido una tienda en la Calle 47 con carrera 16.

Con sus hermanos Víctor y Ernesto, realizaba la tarea de recibir los gajos de guineos verdes que sus padres compraban al por mayor, para ponerlos a madurar en cuartos oscuros conteniendo piedras de carburo.

Cada tres días llenaban el cuarto de maduración con racimos y racimos de guineo, que en La Fuente llaman cenegueros, una desfiguración del gentilicio cienaguero (de Ciénaga, Magdalena) de donde procedía la primera semilla de esta fruta llevada a Santander.

La tienda de sus padres era una de las pocas en toda la ciudad que vendía guineos maduros en buen estado, ya que eran madurados sin que sufrieran los rigores del transporte desde las bananeras. Por eso la romería tan asombrosa de cientos y cientos de persona comprando guineo maduro para el "arroz al puente" de las tres de la tarde, una práctica barranquillera de antaño.

De pronto, los recuerdos de Hely se trasladan al momento en que toda la familia regresó a su pueblo. Ahora entendía las verdaderas razones de su padre al empecinarse en volver a la vereda de Vigueche, a pesar de que los negocios marchaban estupendamente, más aún cuando su madre Doña Socorro, una mujer con gran sentido del comercio, había descubierto una nueva veta de prosperidad que más tarde otros santandereanos imitarían: una panadería anexa a la Tienda La Candelaria.

Es que al tiempo que crecían los negocios, sus hermanas comenzaban a hacerse señoritas y su padre siempre les había inculcado la idea de que tenían que casarse con santandereanos. Por eso, contra la voluntad de todos, volvieron a alistar hijos y maletas y regresaron a su tierra natal.

El regreso a Santander fue traumático para todos, especialmente para Hely. Por es tomó la decisión de quedarse en Piedecuesta en casa de su tío Pablo, quien era "pesero' o comerciante de carne.

A los catorce años tomó la seria decisión de velar por su propia preparación académica y no le importó trabajar en el expendio de su pariente para costearse los últimos tres años de bachillerato.

Recordó que después de partir con su familia en ese regreso absurdo a Santander, en uno de sus viajes de vacaciones había conocido a una joven de la cual había quedado prendado por su belleza y alegría. Ella y su familia también habían partido de Santander y se habían establecido en Barranquilla.

Ahora, cercano el momento en que lo llamarían al escenario para recibir su cartón profesional, Hely siente vibrar su alma al recordar las innumerables visitas hechas a su novia Alba Lucía durante sus años de bachillerato y las kilornétricas,cartas de "block entero" que habían alimentado esa relación, que él define hoy con fascinación como el gran amor de su vida.

Un vínculo tan sólido que no pudo ser destruido ni siquiera por los ocho años de ausencia obligada por los estudios, exceptuadas algunas visitas a Barranquilla, durante sus años de universidad.

Pero en lugar de reunirlos, el destino quería seguir alejándolos más, tanto como par llevarlo hasta el otro extremo del mundo. Su temperamento enamoradizo también se interponía para una decisión matrimonial. Santo Dios! Qué hacer?

Sólo estaba seguro de algo: no volvería a Vigueche a trabajar. Las veces que había ido de vacaciones, sus manos de estudiante terminaban ampolladas porque se negaban al reencuentro con el machete y el azadón. Las fórmulas matemáticas y las leyes de la física eran aplicadas mentalmente a cada actividad campesina. Pero los resultados eran el cansancio y el dolor lacerante en sus manos.

Los años en el claustro universitario habían sido sostenidos con los pingües ingresos como profesor de los Colegios Virrey Solís y Agustiniano de Bucaramanga. La docencia, carrera para la cual había estudiado, no era prolífica en resultados económicos.

De repente, sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar que en los parlantes tronaba su nombre:. "Hely Chaparro Gómez, recibe el grado de Licenciado en Matemáticas y Física".

Se puso de pies y recorrió el estrecho corredor hasta la mesa directiva donde su profesor de Física Cuántica, a quien por primera vez durante los últimos cinco años veía sonreír, le extendía su diploma y le estrechaba la mano con fuerza.

Después del acto de graduación, sus parientes partieron hacia La Fuente y él hacia Barranquilla a mostrarle el título a Alba Lucía Rueda Durán, su paciente novia. El apasionado y feliz reencuentro lo cohibió de darle la noticia sobre la posibilidad de estudiar en el exterior.

Tres días después, haciendo acopio de fuerzas se atrevió a contarle de las posibilidades de viajar a tan lejanas tierras tras la consecución de un lauro más.

Pero el resultado de la conversación con su novia le dejó un desagradable sabor de ruptura por las expectativas que ambos tenían de su relación amorosa. Ya era hora de decidir si compartirían sus vidas.

En medio de una maraña de sentimientos encontrados y diversos, viaja a su pueblo natal con el fin de aclarar sus pensamientos; pero las conclusiones de esas divagaciones ya lo inclinaban a decidirse por el matrimonio, porque no soportaba imaginar lo que sería su vida en la total y absoluta soledad de un país lejano, extraño y... sin Alba Lucía.

Su mamá, Doña Socorro, entristecida por ese posible viaje, que le acarrearía una segunda separación de su hijo, adivina la angustiosa situación de Hely y pone todo su corazón en los consejos de madre diciéndole lo bueno que sería que él no partiera.. importancia de ser un profesional licenciado...el futuro tan brillante que le esperaba...y 1 tanto que ellos lo querían...

El amor a su novia y a su madre pudo más. Por ello, sacrifica la beca y el sueño de ser el primer pagüeño (nativo de La Fuente) en llegar a la Unión Soviética.

Retorna a Barranquilla y habla con su novia. Con celeridad preparan su matrimonio sin plata, sin muebles, sin trabajo. Su tío Pacho Gómez le presta diez mil pesos, con los cuales se van a disfrutar de una luna de miel bastante limitada.

Casados, sin plata y él sin trabajo, el mismo tío en 'un gesto de generosidad que Hely y Alba nunca olvidan, los alberga durante dos meses en un hotel de su propiedad y se sostienen con el sueldito que ella recibía como secretaria en una compañía de seguros.

La presión aumenta. Es necesario que encuentre un trabajo y su paisana y pariente Elvira Gómez le ayuda a conseguir una plaza como profesor del INEM, la máxima categoría a la que podía aspirar un licenciado.

Pero lo que para todos sus allegados era el máximo logro que debía enorgullecerlo, Hely era todo lo contrario; por eso solo resistió ocho meses de traumática desilusión.

Enseñando en instalaciones locativas paupérrimas, en medio del hacinamiento estudiantil y el bajísimo nivel académico, sumados a la pésima calidad de vida profesores que con quince o veinte años de servicio aún pedían prestado para el bus, para una gaseosa y que ni siquiera tenían casa propia, Hely no vio otra solución que retirarse. Se resistía a repetir el común final de los maestros en Colombia.

Alba Lucia no podía creer que su esposo dejara sin motivo aparente un trabajo representativo; su familia política tampoco acertaba a comprender lo que ya consideraban una locura.

Pero Hely, que había asumido la actitud de retiro inmediato de su trabajo de profeso en el INEM, tampoco hallaba en su mente un medio que resolviera favorablemente 1 decisión tomada tan radicalmente.

Dos días después salió a buscar "algo", que no salía con exactitud qué era. De pasando por la calle 70 con carrera 43 vio el aviso de venta de la panadería Oropan, pequeñísimo establecimiento con una sola puerta, una estrecha área de producción precio inimaginable e impagable, porque no tenía el dinero.

El precio realmente era muy bajo, pero al no tener el dinero, era una suma exorbitante. Sin embargo, la excelente ubicación del local en un sector con gran proyección comercial le inspiró la confianza suficiente para gestionar una solución.

Regresó a La Fuente y pidió a Don Rafael Durán, un amigo de su padre, que le prestara la mitad del valor del negocio. La otra mitad la recibió como aporte en calidad de socio de su primo Ernesto Gómez Guarín.

De panadería escasamente sabía lo que era comer pan; nada de fórmulas, nada de administración, nada de atención al público, nada de sacar cuentas mentalmente, aunque fuera un licenciado en matemáticas.

Comprendió que debía aprender muy rápidamente todo lo necesario para llevar a ca esa empresa, por momentos ni siquiera creída por él mismo.

Para ello empezó por practicar el arte de atender público donde una familiar suya tenía un negocio de fritos en el centro de la ciudad; también le pidió a los familiares que tenían negocio de panadería que le enseñaran las fórmulas para el procesamiento de las materias primas, obtención de mejores técnicas para realizar las mezclas, tiempos necesarios de horneado de cada clase de pan, y otros menesteres.

Era una carrera maratónica que excedía los récords experimentados en su vida universitaria en los días previos a un examen de física nuclear.

Aprendidos los procedimientos iniciales de la nueva actividad, esa información resultó mínima a las exigencias y problemas que a continuación se le presentaron, como manejo de empleados, control de inventarios, creación de nuevos productos, ampliación del establecimiento, novedades tecnológicas, búsqueda de proveedores, etcétera.

Esa sensación de que el negocio superaba sus esfuerzos le llevó a pedir a Alba Lucía que le ayudara. Pero ella se resistía a dejar la estabilidad del empleo en la compañía de seguros por un negocio que, aunque próspero, resultaba excesivamente riesgoso.

Hely tuvo que recurrir a una estrategia comercial:

—Mi amor, -le dijo- te ofrezco el triple del sueldo que actualmente ganas si te vienes conmigo para el negocio.

Ante tan tentadora oferta, Alba Lucía aceptó. Pero no era el sueldo ofrecido, porque de todas maneras esas ganancias comerciales eran compartidas por los dos.

Lo que la atrajo a unir sus esfuerzos fue que detrás de esa oferta había la actitud positiva de un esposo maravillosamente entusiasmado. Era un hombre imbuido en el ejercicio de la industria panificadora, cuyos éxitos se adivinaban.

Las perspectivas se ampliaron, la visión comercial surgió en ambos como una fuente inagotable y compartieron el sueño de realizar sus más íntimos anhelos, que iban desde conocer el mundo hasta satisfacer su espíritu ayudando a otros familiares.

Incursionando en otras actividades industriales y comerciales, Hely perseguía algo que lo condujera a un mayor disfrute. Pero tal propósito se diluía en mayores responsabilidades y menor tiempo para sus hijos Carlos Augusto, Alba Milena y Liliana.

Y aunque pasaba todo el tiempo en el negocio con Alba Lucía, las distancias se hacían más y más dolorosas. Ello le llevó por senderos oscuros y precipicios profundos, que antes que satisfacciones, le acarreaban la confección de una Mentira tras otra.

Y así como tomó decisiones rápidas en su profesión y en su vida comercial se dispuso a tomar la decisión de apartarse del camino equivocado. Se acercó, por invitación de su esposa, al Movimiento Carismático, donde halló condiciones más segura para lograr la paz interior.

Hoy es un hombre renovado, tanto física como espiritualmente. Ahora se explaya en el excitante disfrute de su trabajo olvidándose del futuro, viviendo un eterno presente j a su familia.

Encontró en la actividad de ayuda comunitaria otra forma de satisfacerse interiormente y desde hace catorce años aceptó la invitación de participar en las obras sociales en favor de su pueblo natal por medio del Comité Amigos de la Fuente, asociación en la cual ha actuado como Presidente y desempeñado otros cargos en su Junta Directiva. Igualmente fue miembro de la Junta Directiva de Undeco.

Anhela viajar por el mundo, disfrutar del placer de la lectura, volver a dedica tiempo al deporte. Y se destaca su seguridad en seguir aplicando su frase favorita: "La Verdad Os Hará Libres" . Por eso goza sintiéndose libre, porque para Hely la libertad no es una condición física, sino un sentimiento que resulta de una vida abierta, sin actitudes escondidas, ni temores".

 

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