Autor: Harold Alvarado Tenorio
La original «metralla metafórica» de Julio Herrera y Reissig [Montevideo, 1875-1910], dio máxima expresión a las variadas tendencias del Modernismo hasta hacer del lenguaje mismo el sujeto de sus composiciones.
Según Borges [Inicial, 1924, 31/35]:
“La lírica de Herrera y Reissig es la subidora vereda que va del gongorismo al conceptismo: es la escritura que comienza en el encanto singular de la voces para recabar finalmente una clarísima dicción. De igual manera que en la cosmogonía mazdeísta se oponen belicosos el mal y el bien, fueron armipotentes en su yo la realidad poética y el simulacro de esa realidad. Fue un posible forastero de la literatura, pero al fin entró a saco en ella.”
Su primera composición de mérito fue Las Pascuas del Tiempo, una extensa diversión de 557 versos de diferentes metros, la mayoría de ellos serventesios en rima consonante. Sus temas y vocabulario son exóticos, mitológicos, históricos y bíblicos.
Hace referencias a la Francia del XVIII y a las leyendas del norte de Europa y rima algunas veces, como Lugones, de manera difícil: adúcar /azúcar; califas / alcatifas;zoclo / choclo. Se cree que sus antecedentes hay que encontrarlos en el Poema de Alixandre o en La danza de la muerte o los Sueños de Quevedo.
El asunto es una fiesta de ultratumba. La hora Doce anuncia las acciones sobrenaturales, luego aparecen seres que producen terror, pero no hay una personificación de la Muerte a pesar de que esqueletos, horas, meses y una mezcla heteróclita y heterodoxa de figuras históricas, literarias y mitológicas dancen:
Lohengrin y el Cisne. Cadmo transformando una piedra.
[Pontífices, Mikados, Sultanes, Caballeros].
Margarita en su rueca. Minos hiriendo a Fedra.
[Damas de corte, brujas, nobles y mosqueteros]
Cristo y Mahoma charlan de asuntos de la tierra
[se alzan el Vaticano, la Alhambra, Mika y Roma];
millones de esqueletos surgen en son de guerra
etcétera... Postdata: la Esfinge se desploma.
Una de las posibles lecturas a esta convocatoria dispar y desquiciada donde todo está patas arriba diría que el poema es resultado de la necesidad de un americano de acceder sin discriminar a la cultura del mundo luego de siglos de opresión y censuras.
Otra, de realizar en la escritura lo que la realidad no podía ofrecer: un cosmopolitismo de cartón piedra.
Parecidas consideraciones pueden hacerse con el libro que más le ha dado fama: Los éxtasis de la montaña, una colección de cincelados sonetos de una elegancia, depuración e intensidad sin par que aparenta ser una exaltación de la vida provinciana y termina por ser una fiesta literaria, un banquete de palabras y versos.
Herrera y Reissig usa del «alejamiento» no para leer el presente sino para transformarlo en pasado, dejando al lector sin el uno ni el otro, pues ni el mundo pastoril europeo ni el campo uruguayo son «reales» en esos sonetos, como puede advertirse en El despertar:
Alisia y Cloris abren de par en par la puerta
y torpes, con el dorso de la mano haragana,
restrégandose los húmedos ojos de lumbre incierta,
por donde huyen los últimos sueños de la mañana…
La inocencia del día se lava en la fontana,
el arado en el surco vagaroso despierta
y en torno de la casa rectoral, la sotana
del cura se pasea gravemente en la huerta…
Todo suspira y ríe. La placidez remota
de la mañana sueña celestiales rutinas.
El esquilón repite siempre su misma nota
de grillo de las cándidas églogas matutinas.
Y hacia la aurora sesgan agudas golondrinas
como flechas perdidas de la noche en derrota.
Fue hijo de un banquero, nieto de un ministro de Defensa y sobrino de un presidente de la república del Uruguay. Siendo un adolescente, luego de abandonar los estudios por causa de una cardiopatía y las fiebres del tifo, le hicieron secretario adjunto de la Dirección de Inspección Nacional de Instrucción Pública, donde se recibían las quejas de las maestras de primaria.
A finales del siglo su familia entró en franca decadencia y el poeta decidió rechazar todo contacto con la realidad, que encontraba insuficiente y despreciable con la ayuda del opio, la coca, el éter y la morfina. De extraña y difícil personalidad, desde niño se le encontró ensimismado y apasionado por la música, con tendencia a la teatralidad y la exageración de circunstancias.
Al final de su corta existencia se le nombró en un cargo de archivero, pero no alcanzó a posesionarse.
Herrera y Reissig fundó en 1899 un periódico titulado La revista, donde en el escaso año de duración publicó algunos de sus artículos sobre la poesía y el arte, sosteniendo puntos de vista modernos como «En arte, todo, o casi todo es convencional»; «La innovación es casi un instinto» o «... yo soy de los que creen que la moda es un progreso, y que de ningún modo se debe volver atrás».
Buscando aislarse del mundo se instaló en un desván de la mansión familiar que llamaba Torre de los Panoramas a la que precedía este anuncio: “Está prohibida la entrada a los uruguayos”. Allí se reunía con algunos iniciados, como César Miranda (“Pablo de Grecia”), Pablo Minelli González, Raúl Lerena Joanicó, quien sería un reputado arquitecto, Roberto de las Carreras, Illa Moreno, Francisco Aratta, etc., en medio de ilustraciones de Gustav Doré para la Divina Comedia, rivalizando con la tertulia de Horacio Quiroga llamada El consistorio del Gay Saber. Leyó en Nietzsche, Kropotkin, France, Marx, Schopenhauer, Guyau, Bakunin, Renan y Reclus, aunque no fue un ideólogo ni militante del anarquismo.
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Véase las Obras completas de Julio Herrera y Reissig, Montevideo, 1914; Prosas Herrerianas, Montevideo, 2011; Gicovate, Bernardo: Julio Herrera y Reissig and the Symbolist, Berkeley, 1957; Herrera y Reissig, Herminia: Julio Herrera y Reissig, grandeza e infortunio, Montevideo, 1949; Varios: Homenaje a Julio Herrera y Reissig, Montevideo, 1963; Vilariño, Idea: Seis años de poesía, Montevideo, 1950; Yurkievich, Saúl: Julio Herrera y Reissig: el áurico ensimismado, en Eco, nº 178, Bogotá, 1975.