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Historia de Girón, Colombia

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Vista del parque e iglesia central de Girón, Santander, Colombia

Don Sancho Girón, de borrascosa memoria, tomó el mando de este Nuevo Reino en febrero de 1630, bajo el título usado entonces de Presidente, y gastó los ochos años que le duró el gobierno en querellas con el clero, y aún con las monjas, pues arrasó el monasterio de Carmelitas de Leiva para manifestar que era hombre capaz de habérselas con todo linaje de estorbos.

Nada hizo de provecho, salvo la fundación de una ciudad en tierras confinantes con los indios chitareros, 51 leguas de distancia directa casi al N.-N.-E., de Santafé, dando comisión para ello en 1631 a Francisco Mantilla de los Ríos, quien la desempeñó bastante mal, pues la ciudad anduvo mudando de asiento, pero sin mudar el nombre de Girón, impuesto en honra del presidente, hasta que el año de 1653, don Juan Fernández de Córdova, mandó fundarla definitivamente donde hoy está, llamándola San Juan de Girón, por el santo de un padrino y el apellido de otro.

Queda sobre la margen izquierda del río que de Piedecuesta viene denominado del Oro, y en adelante Lebrija, para concluir hacia el norte su carrera por territorio de Ocaña, cayendo bien caudaloso al Magdalena.

Situada esta ciudad en la extremidad S.-O, del valle aurífero de Bucaramanga, la rodean grandes barrancas de arena y cantos rodados, y la oprimen los áridos declives de la serranía inmediata, que irradian el calor del sol, en términos de marcar 29· el termómetro centígrado a las once del día, siendo la altura sobre el nivel del mar 707 metros.

Un pensamiento de minería, no de agricultura, ni de comercio, determinó la elección del lugar; así desde que surgieron a su alrededor pueblos rivales de aquella industria, Girón se paralizó, como lo demuestra su caserío decadente y antiguo, que lejos de agrandarse por construcciones modernas, pierde cada día lo que le arrebatan, por una parte, el río no contenido en sus irrupciones sobre la estrecha vega, y por otra el tiempo que marca su tránsito con deterioros y ruinas pocas veces reparadas.

Parque principal y Calle Real de Girón, Santander, ColombiaPero esta decadencia no pasa del casco de la ciudad, siendo en cierta manera efecto de su desventajosa situación: el cantón prospera en población y riquezas: en el censo de 1843 resultó con 10.460 habitantes, y en el censo de 1850, con 12.570.

Los datos de riqueza suministraron en el último año (1850) valores sustanciales que, suponiendo, repartidos con igualdad entre los adultos numerados en el censo de 1850, como concurrentes a la producción, a cada uno le corresponderían $38.5.

Y no es enteramente hipotética esta repartición, pues allí la propiedad territorial se halla sobremanera fraccionada, y por consiguiente el bienestar es general y los moradores gastan cierto lujo en los alimentos, que no es común entre los jornaleros.

La ciudad de San Juan de Girón del río de Oro”, resonante por este eco, según lo escribía Oviedo en 1750, es corta, pero con buenas casas de teja, buena iglesia, -la cual reedificó y agrandó en 1795 el inmejorable cura, doctor Felipe Salgar, cuya memoria debe ser eterna en Girón-, y dos capillas.

Tiene su gobernador y su Concejo pleno de alcaldes, y bastantes sacerdotes clérigos. Su temperamento muy cálido, por estar en un arenal a la ribera del río y arrimada a un cerro.

Padece de continuo el mal francés y calenturas; sus naturales, así hombres como mujeres, son bien apersonados, de genios vivos, cortesanos y piadosos; pero también son ingenuos litigiosos y temistas unos con otros, y aunque ligados por parentescos, siempre se están compitiendo con discordias que fomentan por cualquier cosas.

¿Cómo no ver en estos rasgos el retrato fiel de una ciudad española? Cien años transcurridos no han bastado para modificar las costumbres tanto como la época nueva lo requiere.

Ni el “Concejo pleno de alcaldes, ni los muchos sacerdotes, ni la factoría de tabacos, radicada en este lugar por mucho tiempo, lo han sacado de la inercia que lo mata desde hace más de dos siglos. Piedecuesta y Bucaramanga nacidos ayer, se engrandecen por su activo trabajo; San Juan de Girón, semejante a las familias antiguas, que, lejos de hacer valer su patrimonio lo cercenan para vivir hoy, no pensando en el mañana, soporta con admirable quietud los embates del río sin oponerle diques para salvar sus casas y dormido en las ideas y recuerdos estériles de lo pasado, camina insensiblemente a la nada.

El territorio de este cantón se extiende hacia el norte por espacio de 18 leguas, a manera de manga cerrada al principio por los ríos Lebrija y Sogamoso, y más adelante por aquél y el Magdalena, terminando en el caño del Chocó, límite común a Soto y Ocaña. Una parte de dicha manga se desarrollo en planicies pantanosas sobre la ribera derecha del Magdalena; y entrambas permanecen desiertas desde poco más allá de Girón.

Las fiebres reinantes bajo la sombra de los apiñados bosques y en las vegas cenagosas de los ríos, ahuyentan de allí al hombre blanco, cuya raza parece proscrita para siempre de esas regiones. Igualmente desierta y solitaria es la vasta porción de tierras montuosas que pertenecen al cantón de Bucaramanga desde esta villa para el norte hasta el espinazo de Las Jurisdicciones, suelo regado por multitud de torrentes y catorce ríos que bajan de las serranías colosales del oriente, despeñándose al Lebrija.

ACTA DE LA INDEPENDENCIA DE GIRÓN

Basílica Menor San Juan Bautista de Girón, Santander - Colombia

En la ciudad de San Juan de Girón, a treinta de julio de mil ochocientos diez, junto y congregado el Cabildo, Justicia y Regimiento, con el vecindario de la ciudad y parroquias de la jurisdicción, en las Casas Consistoriales, y Plaza Mayor, impuestos políticos que en nuestra nación han restituido el Pueblo en el goce de sus derechos, dijeron de común acuerdo en altas e inteligibles voces, que depositaban el Gobierno de la Provincia en el doctor Eloy Valenzuela, cura de la Parroquia de Bucaramanga; que a instancias del mismo Cabildo y vecino, había venido en concurso.

Oída por dicho señor esta exclamaciòn dijo: que para resolverse en asunto que era tan incómodo y grave, deseaba explorar el consentimiento de la Provincia sobre los puntos sustanciales que habían de servir de base al nuevo pacto, lo que expuso él mismo a los señores que llenaban las salas, en estos términos: juran Ustedes la Monarquía hereditaria de Fernando VII (que Dios guarde) si la Providencia la restituye al Trono de las Españas; pero con las mitigaciones, cautelas y reformas que se anunciaron desde los principios y cuya necesidad se ha hecho cada día más patente?

Y habiendo respondido todos que sí juraban, advirtió dicho señor que el sujeto que no quisiera prestar los siguientes juramentos lo expusiera con libertad y franqueza:

“Juran ustedes unión, amistad y liga con las Provincias comarcas y con todas las demás, así de la costa, como de lo interior que quieran entrar en la Confederación general del nuevo Reino, para sostener su independencia y libertad contra cualquier enemigo que le acometa por fuera o los partidos que puedan levantarse al interior?;

juran defender a todo trance la libertad de esta provincia contra cualquier otra que nos quiera subyugar, predominar o poner en contribución, y prestar auxilio a las que en igual lance invoquen nuestra ayuda? Juran obediencia y sumisión al gobierno que con tanta instancia ha pedido y que acaban de establecer con uniforme aclaración?

Juran defenderlo y sostenerlo ofreciendo, comprometiendo, obligándose a impedir que en algún tiempo, y por motivos de este ejercicio se perjudique a sus personas, acciones o derechos?”. Y habiendo respondido todos a cada pregunta (haciendo la señal de la cruz) que sí juraban, repuso:

“Y si alguno hiciere o aconsejare en contrario, que venga sobre él la maldición de Dios y la execración de los hombres, Amén”.

Luego se repitió desde el balcón la lectura de los mismos puntos al numeroso pueblo de la plaza, que en alta voz y haciendo la señal de la cruz, correspondió prestando el mismo juramento en cada uno de ellos. Inmediatamente previno el expresado señor la necesidad de su propio juramento para entrar en el ejercicio de su empleo; y aunque –todo el concurso levantó la voz, diciendo que no necesitaba de este requisito, por la plena confianza que en toda la Provincia tenía en su integridad, no quedando satisfecho el mismo señor sin esta formalidad, lo prestó espontáneamente, diciendo:

— “Juro in verbo sacerdotis (tacto pectore et corona) usar de las facultades que se me han confiado, imparcialidad ni interés, únicamente para atender a la tranquilidad y beneficio común de la Provincia”.

Luego dijo que el más expedito desempeño de su cargo nombraba por sus acompañados en el Gobierno a los Señores Alcaldes Ordinarios, a cuyo nombramiento accedió en vecindario. Enseguida expuso que jamás ha gustado de los que no cuentan con los pueblos sino para establecer su mando y jerarquía y después los excluyen de voz y gestión en lo que toca a sus cargas y beneficio.

En tal virtud no quedaría satisfecho sin oír el voto de los concurrentes sobre la sustancia de las providencias que sin pérdida de tiempo se proponía extender.

Captada que fue la atención, dijo en alta voz: “Les parece, señores, que en primer lugar se trate de evitar la ruina y atraso de los cosecheros, que teniendo entre manos una abundante cosecha de excelente tabaco carecen de venta y despacho por la insolvencia y quiebra de la factoría de Piedecuesta?

Les parece que para fomentar el importante ramo de minas se hagan algunas rebajas a los lavadores que los indemnicen del mucho trabajo y del corto rendimiento de sus labores?

Les parece que cuanto antes y con la más severa atención se reformen las rentas, suprimiendo las ociosas, facilitando y aclarando su cobro, y castigando de un modo riguroso y ejemplar los fraudes, para el sudor y contribución del pobre no se convierta en patrimonio de pocos?.

Les parece que privilegiemos y felicitemos las extracciones de la Provincia, y nos recompensemos de los derechos cargándolos sobre las introducciones, especialmente las del uso y vanidad?

Les parece que así el Gobierno, como los particulares, no perdonen diligencia alguna para contener el hurto y holgazanería y por consiguiente se les amoneste, se les baldeen y se les persiga por todos los medios, empleando, principalmente contra los ladrones el azote privado y público y también la marca y deportación al pedral o los astilleros?

Y en fin, que el domingo, de ayer en quince días, que contaremos doce de agosto, nos volvamos a juntar en Cabildo pleno, de cuántos vecinos útiles puedan concurrir?”.

Cuyas preguntas recibidas y aplaudidas con el mayor entusiasmo, concluyó remitiendo al mismo vecindario, el nombramiento de un secretario: el que verificaron de común acuerdo los Señores de la Sala en el Dr. Don Miguel Valenzuela.

Con lo cual se dio fin a esta Acta, que firmaron los Señores Presidentes, Socios, Regidores y Síndico, como sigue:

Eloy Valenzuela, Capellán de la Junta y Vecindario;

Pedro León Mantilla, Marcos Arenas, Gabriel Patricio Guevara, José Febriciano Ruiz, Adriano Salas;

siguen más de doscientos firmas de vecinos principales que constan en el original certificado de escribano público, don Basilio Arango.

Agosto primero de mil ochocientos diez.

(Miguel Valenzuela, Vanguardia Liberal)

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