Autora: Blanca Inés Prada Márquez
En estos días se están celebrando los 25 años de la caída del Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989), el muro de la vergüenza—como solía llamársele—, o el símbolo de los extremos absurdos a donde pueden conducir las utopías convertidas en ideologías dogmáticas e inamovibles como terminó siendo la ideología marxista-leninista.
Los seres humanos que somos por esencia utópicos, hemos vivido enmarcados en ideologías religiosas y políticas, buscando siempre algo mejor, de ahí que las utopías hayan recorrido la historia de la humanidad. Dejaremos a un lado las utopías e ideologías religiosos y diremos unas palabras sobre las utopías e ideologías políticas.
La palabra Utopía hace referencia a un mundo ideal, imaginado en contraposición a otro real existente al cual el utopista desea criticar. El término viene de Tomás Moro y su obra La Utopía (1516), novela que tiene como escenario una isla donde vive una comunidad muy pacífica, que tiene propiedad común de los bienes y que en general vive en forma muy diferente a como se vivía en la Inglaterra de su época.
En la obra se hace referencia a Sócrates y a Platón, y esto por cuanto la primera gran utopía política es la República de Platón, allí el gran pensador nos presenta una república donde el ideal de vida se centra en la búsqueda de la perfección a través de la justicia, la educación y el gobierno ejercido por los mejores que para él eran los filósofos.
Aunque Platón no prohíbe la propiedad privada para todos los ciudadanos, si están excluidos de ella los gobernantes, y los guardianes para que así puedan dedicar todo su tiempo al servicio de la comunidad.
En el renacimiento surgieron varias utopías sociales entre ellas podemos señalas La Ciudad del Sol de Campanella, y La Nueva Atlántida de Francis Bacon. Estas utopías como también la de Tomás Moro guardan características muy simulares: aunque son novelas y describen sociedades imaginarias, perfectas y cuya realización sea un “sueño inalcanzable”, pueden servir para orientar reformas dentro de la sociedad en la cual viven sus autores.
Así sean la expresión de un solo autor, funcionan como crítica de la sociedad en la cual él vive y muestran en parte las limitaciones de la sociedad real y lo mucho que le hace falta realizar.
El siglo XIX fue fecundo en idear sociedades utópicas, esto en parte debido a los grandes cambios sociales y económicos producidos por la Revolución industrial y a la injusticia y desigualdad que surgió de ella.
Nació entonces lo que se conoce como el socialismo utópico con pensadores tan importantes como Saint Simon, Charles Fourier y Robert Owen, muy diferentes los tres pero que sin embargo tienen en común el deseo de mejorar la situación del proletariado de la época que era realmente absurda e inhumana.
Ellos proponen reformas concretas para lograr sociedades más solidarias, donde el trabajo no fuera una carga alienante y donde todos tuvieran posibilidades de auto-realizarse. Estas utopías a diferencias de las del renacimiento, buscaban ser llevadas a la práctica.
Saint Simón, por ejemplo, considerado el verdadero fundador del socialismo, y de quien Marx tomara muchas ideas y propuestas, quería una sociedad sin clases, un trabajador justamente pagado, educado y libre, y fue el primero en fundar escuelas para los trabajadores y el primer banco a donde ellos podían llevar sus ahorros, entre otras cosas.
En el siglo XIX nacieron también las utopías revolucionarias socialistas y comunistas lideradas por Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Lenin, quienes buscaban una transformación total de la sociedad, enfocando su principal ataque a la destrucción de la propiedad privada y a la distribución equitativa de las riquezas, para lograr una sociedad en donde “cada uno recibiera según sus necesidades y trabajara según sus capacidades” ¡Qué maravilla! Pero qué difícil de realizar.
La utopía socialista marxista enloqueció al mundo con sus propuestas revolucionarias y su filosofía de la igualdad y logró convertirse en sistema político en la Unión Soviética, Cuba, China y algunos países del África.
En la Unión Soviética por más de 70 años imperó el socialismo llamado equivocadamente científico puesto que de científico no tenía nada (Marx le dio este calificativo para estar acorde con el positivismo del siglo XIX donde lo que no fuera considerado científico no merecía ningún respeto ni consideración).
Estado que terminó convertido es un aplastante y dictatorial sistema que acabó con todas las libertades, y llevó a la tumba a más de cien millones de personas en nombre del paraíso socialista.
El muro de Berlin construido en 1961 y derrumbado en 1989 es el mejor símbolo de los extremos a que pueden llevar las utopías e ideologías cuando sus dirigentes ponen en práctica aquello de que “el fin justifica los medios”, y en tal sentido acaban con todas las libertades, coartan todos los derechos y terminan empobreciendo a los pueblos e imponiéndose como dioses por décadas en el poder.
Hoy, los derechos humanos son considerados como los “mínimos éticos de justicia”, es decir, como lo mínimo que está obligado a ofrecer un Estado a todos sus ciudadanos. Estos derechos humanos son, han sido y serán la piedra en el zapato para todos los sistemas políticos que pretenden llamarse democráticos.
Y en las utopías socialistas es donde más vulnerables resultan los derechos humanos por el carácter dictatorial y dogmático en los cuales siempre terminan y por su rechazo a toda crítica.
El problema fundamental hoy para cualquier sistema político que pretenda llamase democrático está anclado en dos dilemas:
- 1) El respeto de los derechos humanos por los cuales luchan hoy todos los seres humanos aún aquellos que viven en las peores dictaduras todavía existentes; y,
- 2) El dilema del equilibro entre libertad e igualdad, el cual podría expresarse así: Como lograr acabar con las desigualdades sin menoscabo de las libertades”, algo que hasta la fecha ha sido bien difícil de realizar y que desde mi punto de vista podría lograrse poco a poco, uniendo la utopía liberal – con algunos de los aportes sociales de la utopía socialista, algo que en cierta forma es lo que han tratado de realizar desde hace años muchos países europeos e incluso en los EE. UU. y que en América latina los países que hoy pueden considerarse democráticos están tratando de lograr.
Pero el tema es complejo y tendremos que profundizarlo en otra ocasión.
Video de History Channel: