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Un Dios Barranquillero

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Autor: Teolbaldo Coronado Hurtado

Lucho Bollo e' Yuca es un barranquillero impío que, obstante no creer en nada, cada vez algo bueno le acontecía, contrario al dócil creyente que da “Gracias a Dios”, exclamaba con escepticismo farisaico “gracias a dios soy ateo.

Las gafas carnavalerasCuando murió y sorprendido se ve ante la presencia cara e' cura de Dios le dice:

— ‘Oye viejo man… cógela suave ¡tú sabes! Allá en curramba yo lo que hacía era mamarte gallo. Aja. ¡Me entiendes! El despeluque. Regáñame todo lo que quieras. No me vayas a joder tirándome para la caldera mocha. ¡ Cuidao con una vaina!

Dios, currambero al fin, eternamente generoso lo acoge con un abrazo rompe costillas y le susurra con su voz vicarial:

— Tranquilo loco, por esta vez te la dejo pasar, ¡tú sabes! Es que nojoda, sabes una vaina ! Eche! No te has dado cuenta que yo soy blesivini, mejor dicho: invisible. Aja… y bueno, pa que veas, me encanta te vaciles la nota y des cuenta que yo si existo. Fresco… me tiene indiferente me hayas zafado, every time, antes de enrumbarte para acá. ¡Venga mi llave! le doy otro abrazo.

Vamos a concretar una jugada. Pa’ que veas que yo si soy un teso; te voy a devolver, ya, pa la arenosa. De una.

— ¡Miebda! como esta esguarrilá esa vaina: puro cemento. ¡Barro ah! compa.

— Pero, pon atención a lo que te voy a decir, párale bola. ¡Pilas! Propaga esta carreta a toda la llavería, mejor dicho, el mensaje de que yo si soy el que es, el que habita aquí en lo alto, hasta donde la mirada de todo el cipote combo no alcanza. Sí. Diles que no me viste pero que me sentiste como si me hubieras visto. Que parlaste conmigo en jerga de infinito silencio apenas audible por mi partía de ángeles.

Cuéntales que soy el divino Chuchito dueño de todo este merequetengue. ¡No hay caso! No hay vaina en mi sabrosa curramba que yo no tenga enmuñecá. Soy la ñeca herida.

Recomiéndales no se pierdan, como tú, de la jugada guapachosa en que están, los que sin verme, oye cuadro, no se han tragado el cuento de que yo soy invento homo sapiens de los que tienen el “te vi llegar”. Lo que pasa es que unos vergajos mercachifles han montado tronco de perendengue en mi nombre para enchufar a la gallada

Las gafas carnavaleras

Entonces, te regalo estas gafitas: Ojéalas, tienen lentes bien monocuco hechos con el voltaje preciso para poder bucearme hasta en lo más profundo del cucharón de los terrícolas come lisa. Son los espejuelos del amor. Están hechos, especialmente, para el que se los enganche no me pierda de vista, mejor dicho, oculis mondi veris, por donde quiera se encalete: por los lados de Bocas de Ceniza, Puente Pumarejo, La Cordialidad, Barranquillita; por donde sea ahí estoy yo: firme.

Oye, loquito querido, por doquier pases: el Romelio, el Amira, el Tomás Arrieta, Surí Salcedo, Eugenio Macías, el Estadio Flaco Meléndez, la Modelo, Hospital Cari, Niño Jesús, la Troja, Barrio Abajo, Rebolo y San Nicolás, en cualquier recoveco tú te metas allí voy a estar pendiente de cualquier morisqueta. En todas partes ando visteé. Y en Barranquilla me quedo. Imagínate si me voy a perder de los carnavales del compae Joselito, cipote guachafita. No aguanta.

Pon el retrovisor y recuerda que juanchi el evangelista cantaletea en su sacrosanta carretilla que “yo soy amor”. Si me preguntas ¿Qué es eso del amor? ¿Con qué se come semejante peñón? Te boleteo que el amor es lo máximo en guaracha. Tú no le puedes hacer a tu pana, a nadie, ni a nada, lo que no te gustaría hagan contigo o con lo tuyo. ¡Cógela suave! Por el amor te la juegas conmigo que soy “manso y humilde de corazón”.

Chau cuadrito y ya sabes: deja la rezandera, ¡zafa! con esa vaina. Solo tienes que engancharte estos “Garavitos” prodigiosos del amor para pillar con “su avena y su pitillo”, en oración, lo súper de mi bacanería. De regreso cuando yo te llame otra vez, cógete la moñona, quedarás “per secula, secolurum” a mi lado. Vas a saber con certeza en que consiste la cheveridad de reconocerme como tu llave incondicional. La sabrosura mayor es que te tragues mi nota completa; solo amor es lo que yo soy. Lo demás, compadre, es pataleo de ahogao en Puerto Mocho.

 

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