Blanca Inés Prada Márquez
Filósofa, Historiadora - Bucaramanga, Colombia
He seguido con atención los interesantes escritos sobre universidad, invención, investigación, industria y desarrollo regional, temas que desde hace dos semanas circulan en nuestro correo UIS, me permito con todo respeto por los diferentes puntos de vista, exponer algunas ideas en torno a estos temas.
1. Desde mi época de actividad en la UIS defendíamos que la universidad pública y en general toda universidad tenía tres grandes misiones: la docencia, la divulgación y la investigación y que en general todos los profesores debíamos participar en ellas. Desde entonces algunos doctores empezaron a criticar el que se les obligara a ser docentes cuando su misión era la investigación.
Yo defendía entonces y sigo defendiendo hoy, que un profesor universitario entre más sabe mejor docente debe ser y que además la docencia universitaria es ya un campo bellísimo para encontrar y plantear problemas de investigación.
Pero es también cierto que hay personas que sienten más pasión por la docencia que otras, y hay algunas con vocación especial para la investigación. Sin embargo la docencia no puede menospreciarse, gracias a ella colaboramos en la formación de los futuros profesionales que serán mañana sin duda los futuros líderes de la sociedad, los futuros investigadores, los futuros administradores de la cosa pública, los creadores de empresa, etc. etc.
Además el desarrollo de una excelente cátedra implica de por si estar investigando, porque no somos repetidores de conocimientos ya hechos, sino constructores permanentes de nuevos conocimientos, de nuevas interpretaciones, de nuevos enfoques. Entonces en la docencia universitaria la investigación está ya implícita y no se podría ser buen docente si no se es también un buen investigador.
2. En cuanto a la divulgación la universidad cumple con este esta misión a través de sus publicaciones: libros, periódicos, revistas, pero desafortunadamente en este campo hay grandes falencias por el poco esfuerzo que se hace para dar a conocer las publicaciones, éstas muchas veces permanecen en los rincones de los cubículos amontonadas siendo leídas solamente por el autor y quizá por el comité evaluador de la misma.
También contribuye a la divulgación los debates permanentes, los seminarios abiertos a la comunidad, los congresos, etc.
3. La investigación. Todos sabemos que la investigación científica se divide groso modo en dos partes fundamentales: la investigación pura y la investigación aplicada.
3.1. Entendemos por investigación pura aquella que se orienta a hacer avanzar el conocimiento, se le conoce también como “investigación de punta”. No todos los investigadores sienten amor por este tipo de trabajo que exige mucha paciencia, constancia, y hoy día sobre todo contar con excelentes equipos, y con un grupo sólido de pares que sientan esa pasión por encontrar la verdad, así se pase la vida sin ver los resultados de su trabajo.
No es fácil en nuestros países hacer ese tipo de investigaciones justamente porque la cantidad de problemas que nos agobian piden al investigador resultados rápidos y en la investigación pura esto no es posible. La historia de la ciencia nos da bellísimos ejemplos de personas que pasaron toda su vida tratando de resolver un problema y a veces ni siquiera lograron ver los frutos de su trabajo, pero fueron el punto de partida para que otros lograran encontrar la solución buscada.
Henry Poincare en su libro “El valor de la ciencia” nos explica con hermosas palabras como esta investigación desinteresada que no busca otra cosa que encontrar la verdad frente a un problema casi siempre teórico, es uno de los valores más grandes que tiene el trabajo científico.
No podemos desconocer que gracias a la paciencia y el trabajo de muchas personas apasionadas por hacer avanzar el conocimiento, la ciencia ha logrado llegar a donde ha llegado. Gracias a muchos investigadores ocultos y hasta mal pagados, es como se ha podido avanzar en tantos campos de la física, las matemáticas, la química, la biología, la medicina, la astronomía, e incluso en algunas ciencias sociales como la economía, la psicología, la historia, etc.
3.2. Investigación aplicada: ésta, como su nombre lo indica busca la aplicación de los conocimientos en la solución de problemas los cuales pueden ser de orden físico, social, económico, biológico, etc.
Este tipo de investigación es la que fundamentalmente se hace o debería hacerse en nuestras sociedad, pero para ello es importante que nuestros investigadores conozcan la realidad en la cual viven y busquen la manera de hacer de su trabajo algo útil, algo indispensable para mejorar las condiciones de vida de los pueblos no sólo en lo económico, sino también en lo social, lo físico, lo humano.
En esta investigación aplicada se necesita casi siempre el trabajo en equipo, la interdisciplinaridad, la colaboración entre varias escuelas, entre varias líneas del saber, la colaboración de la industria, y naturalmente el interés por conocer el mundo que nos rodea saliendo de vez en cuando de nuestros cubículos a mirar al menos por la ventana lo que pasa a nuestro alrededor.
Pienso que la crítica del doctor Melo apuntaba a esto, a la necesidad de que muchos investigadores aterricen, abran sus ojos y miren el mundo en el cual viven, se cuestionen y se pregunten dónde y cómo puedo yo ofrecer, gracias a mis conocimientos, una solución a este o aquel problema que tiene esta región, este país, este pueblo, este grupo humano.
Es normal esperar que si cada día un país tiene más doctores, en otras palabras “más investigadores”, tenga también cada día más personas capaces de ayudar, gracias al conocimiento, a mejor las condiciones de vida de sus habitantes.
René Descartes y Francisco Bacon ya en el siglo XVII, estaban tan apasionados por el desarrollo de la ciencia y el poder que ella tenía, que la consideraban capaz de solucionar todos los problemas de la sociedad. Por su puesto que esto no es así, la ciencia no puede solucionarlo todo, pero si puede hacer mucho, y lo ha hecho, para mejorar las condiciones de vida de los pueblos.
Pero no podemos desconocer que gran parte de los problemas que aquejan a nuestros pueblos se deben a la politiquería, al mal uso de los dineros públicos, a la corrupción de los administradores, y es cierto también que al investigador le es muy difícil cambiar estas cuestiones que atañen más al campo social y político que al campo científico.
La crítica fundamental que suele hacérsele a la ciencia y a la técnica es que estas no han sido puestas al servicio de toda la humanidad, casi siempre son los más favorecidos económicamente los que se benefician de ellas, y en esto podríamos dar miles de ejemplos, pero refirámoslos sólo a la salud.
Cuántos avances ha logrado la medicina, sin embargo sólo quienes tienen la suerte de tener un buen capital, o un buen seguro, pueden beneficiarse de estos avances, los otros mueren incluso en la puerta de los hospitales sin conocer ni siquiera qué enfermedad los estaba matando.
Pero no son la ciencia ni la técnica en sí mismas las culpables de este mal uso del saber, quizá ni siquiera los hombres de ciencia y tecnología, sino el poder político, que utiliza al científico para sus propios fines, sin embargo es cierto también y hay que reconocerlo, que no siempre los hombres de ciencia han sido capaces de ejercer, gracias al saber, el liderazgo que deberían tener en la sociedad.
En cuanto al desarrollo industrial, el problema también radica en saber si este beneficia a todos o sólo a unos pocos. Pero aquí puede decirse lo mismo: no es acabando con la industria o renegando de ella que podemos cambiar las condiciones de vida de los pueblos, sino enfocando mejor la administración de los pueblos para que el desarrollo que se vaya logrando beneficie al mayor número posible, ojalá a todos los ciudadanos.
Por ejemplo, si el desarrollo tecnológico produce desempleo habría que buscar que haya menos horas de trabajo para que haya empleo para el mayor número de personas y que al contrario los trabajadores tengan más horas libres para el ocio, por su puesto para el ocio creativo, es decir para el teatro, la música, la poesía, la lectura, el arte, el deporte, la familia, o dicho en otras palabras: para alimentar su espíritu y no convertirse en meros robots que cumplen tareas mecánicas a veces hasta deshumanizantes.
No hay una cosa que se llame ciencia o técnica o industria, sino que hay unos hombres que desarrollan la ciencia, la técnica y la industrial, son esos hombres los que deben esforzarse por darle a la aplicación de sus conocimientos una cara más humana, más justa, más equitativa.
Es el hombre el que ha hecho mal uso de los conocimientos que ha logrado desarrollar, es el hombre el culpable de que a pesar del gran desarrollo científico y tecnológico que la humanidad ha logrado alcanzar, todavía muchas personas vivan al margen del progreso. Necesitamos desarrollar cada vez más la industria para que haya más trabajo, más empleo, pero necesitamos también que los industriales tengan una conciencia social más justa, más equitativa, más humana.
A veces hablamos del trabajador, pensando en aquel que tiene un trabajo formal pero qué poco hablamos de esa cantidad de personas en nuestro país y en el mundo que viven del “rebusque”, que trabajan más de 18 horas diarias sin prestaciones ni seguros, y no ganan ni siquiera para llevar el sustento diario a su casa.
Para lograr un desarrollo sostenible necesitamos muchos más doctores, muchos investigadores, muchos más profesionales capaces de poner sus conocimientos, su ciencia, su tecnología al servicio del hombre, de todos los hombres.
Pero por encima de todo necesitamos investigadores con mayor sensibilidad social, con una conciencia plena sobre el valor no sólo epistémico sino también social del saber, un saber que debería convertirse en bienestar para todos y no sólo para unos pocos. Es aquí donde la capacidad inventiva y crítica, la iniciativa y el genio de los doctores, es decir de los investigadores, debería manifestarse.