Autor: Harold Alvarado Tenorio
De la última camada de columnistas ella, junto con Daniel Samper Ospina y Ricardo Silva Romero, es quien más seduce a buena parte de lectores de su generación. En las reuniones sociales de menores de cuarenta –en cocteles, pero también en charlas alrededor de un café, o en esas con jazz o salsa ambientando a las espaldas- son las opiniones de estos tres nombres a las que más se hace eco de boca en boca, a pesar de que, como los aguafiestas, llaman la atención sobre aquello que a otros atemoriza decir en una sociedad con la piel susceptible de quien se ha excedido bajo el sol.
¿Quién es esta mujer que la noche de la presentación de su libro de cuentos Ponqué, el pasado diciembre, convocó en un mismo escenario al tout de la intelectualidad nacional, desde Álvaro Castaño Castillo, Antonio Caballero, Roberto Burgos y Miguel Torres hasta escritores inéditos, muchos de ellos sus alumnos en la facultad de literatura de Los Andes?
Carolina es hija del mayor de los varones Sanín Posada, aunque este dato –“trascendental” en un país obsesionado con los apellidos- es irrelevante en su biografía: antes que las heráldicas, en este texto importan –impactan- la soledad y el desaferramiento de los silencios exigidos por la tribu –familiar o social-, encargados ambos de demarcar su carácter independiente.
Ella y su hermano crecieron con cierto distanciamiento de la familia paterna. Pero no se trata de peleas o rencillas. Simplemente, como suele suceder, ambos tiraron para el lado materno. En política, en cambio, sí hay un claro distanciamiento. “Nunca he acompañado a Noemí en política, pero me une a ella un especial cariño”, asegura tajantemente buscando cortar cualquier pregunta futura sobre el tema.
Carolina estudió en Bogotá en el Marymount, “un colegio de clase media con pretensiones, de sólo mujeres y extremadamente conservador manejado por laicas muy devotas”, donde se sintió inadecuada. ¿La razón? La educación doméstica que recibió no fue ni ortodoxa, ni machista, ni católica.
“Entré directamente a primero de primaria cuando cumplí cinco años -cuenta con la seriedad en la mirada y la dulzura en la voz que la caracterizan-. Tres años atrás me habían llevado a un kínder pero no me sentí a gusto cuando me pusieron a hacer manualidades propias de niños. En casa mis padres me enseñaron matemáticas”.
En su memoria quedó que desde antes de los tres años ya les pedía a sus papás que le leyeran cuentos. Hasta que la mamá le enseñó a leer. “De niña leía todo lo que cayera en mis manos, partiendo de comics y revistas”. También fue gran devoradora de enciclopedias tipo El quillet de los niños o El tesoro de la juventud. Ahora consume, en su mayoría, literatura inglesa o norteamericana mientras dedica el resto de su tiempo al cine y a las teleseries gringas.
Según sus propias palabras, estudió literatura en Los Andes porque “No tenía ninguna ansiedad profesional y lo único que sabía era que quería leer”. Gracias al promedio alto de sus notas, de Los Andes pasó a Connecticut con una beca de la universidad de Yale que le pagó la matricula, más una mensualidad para vivir. Allí estudió literatura hispánica. Fueron tres años en New Haven antes de embarcarse a Barcelona.
“Me fui a Barcelona porque me gustaba la ciudad, tenía un par de amigos cercanos y pensé que allí podría encontrar trabajo fácil”. No se equivocó. Trabajó como traductora para editoriales españolas (desde libros de jardinería hasta novelas contemporáneas); como profesora (de español y de ingles); pero lo que más le dio para vivir fue la escritura: al tiempo que terminó su tesis doctoral, escribió libros de parodias de autoayuda firmados bajo seudónimo. Se trata de burlas a esa mujer objeto que ella siempre ha criticado, escritos con testimonios falsos. “Los hice por plata y no corresponden a ninguna búsqueda importante”. Océano, la editorial que los publicó, los ha traducido al croata, al griego y al portugués.
Cuando le ofrecieron trabajar como profesora en la universidad pública de Nueva York no lo pensó dos veces. Fueron cinco años enseñando literatura en español, escritura creativa y cine español.