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GAVILÁN, CÓNDOR, PALOMA (I)

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Autor: Moisés Pineda Salazar

La reinserción a la vida civil y la dejación de armas de los Partidos Liberal y Conservador

Parece que hemos olvidado que en Colombia, alternativamente, los Conservadores y los Liberales organizaron sus propias guerrillas, ejércitos irregulares, milicias y policías políticas para dirimir sus divergencias y conflictos.

Sí. El olvido puede hacernos más llevadera la vida.

Sobre todo, porque nos permite construir “mundos a conveniencia”, lo cual significa que si bien la existencia nos parece más fácil y amable, no deja de ser síntoma de insania.

La abuela negra, frente a estos episodios de olvidos acomodaticios, no dejaba pasar la ocasión para preguntar “y, ¿por qué no se te olvida lo que te gusta?”.

Aunque su argumento era “cojo”, para nosotros, sus nietos, era contundente demostración de que había quedado desnuda nuestra motivación para el uso de aquella excusa de “se me olvidó”, cuando al volver de la tienda de las recomendaciones del mandado, faltaba el jabón e, “inexplicablemente”, había el doble en guineos, azúcar y panela. No había Supermercados en la ciudad, ni refrigerador en la casa.

La selectividad en el olvido tiene preocupados a expertos de la conducta social cuando enfrentan el problema que significa el hecho de que las generaciones que sufrieron, vivieron o conocieron de los hechos, van desapareciendo y lo que para muchos fue experiencia y vida, “pasa al espacio de los especialistas en archivos”.

Ese lugar de la memoria puede ser “incorado”- expresión que carece de significado para los menores de 30 años- por cualquiera y con cualquier intención.

Pirámide de Calaveras - Batalla de PalonegroLos políticos saben que “es difícil combatir un enemigo que se ha instalado en la cabeza” de la gente. Por eso son los primeros en proveerle a las nuevas generaciones de “universos y explicaciones mitológicas”, fantasiosas, según la conveniencia.

Tales mundos, de acuerdo con la comodidad del que lo usa incluye, en el mejor de los casos, versiones simplificadas de los hechos, estereotipos compartidos acerca del enemigo o afirmaciones que, al modo de apotegmas, no requieren de demostración.

Cuando no, y es tal vez lo que nos ocurre a los Colombianos, asume formas propias de las religiones con sus mitos, dogmas, miedos, esperanzas y demás formas no racionales de creer; soportadas, por supuesto, en estructuras jerarquizadas y verticales que incluyen Papas- y Papisas- Sacerdotes- y Sacerdotisas- además de una falange de misioneros que van por el mundo esparciendo la nueva fe, el nuevo credo, “con la cruz y con la espada”.

Esto es válido en Israel frente a la memoria histórica del Holocausto que es negado “por unos pocos, pero que tienen mucho peso y poder en la formación de la opinión pública” y lo s hoy en Colombia donde las jóvenes generaciones creen que el mundo empezó en el momento en el que ellos nacieron y que la inhumanidad que nos aterra, “empezó a inficionar el alma nacional cuando llegaron los guerrilleros que siempre fueron comunistas”.

Recientemente, en un evento convocado por una Universidad Local en Santa Marta, tuve la oportunidad de compartir “sala y sofá” con Paloma Valencia- candidata al Senado por el UCD-, con Miguel Gómez -Representante Conservador de Bogotá-, y Héctor Espinosa, Secretario General del Partido Liberal. El objeto de reflexión eran los Diálogos de Paz en la Habana y la Participación Política de las FARC.

Si hay un hecho que alarme, es el tono del debate en el que los medios registran las opiniones. No hubo, no hay espacio ni para la razón, ni para el argumento. La emoción exacerbada y el insulto lo copan todo. Hacer gala de un lenguaje respetuoso, resultó ser “políticamente incorrecto”.

Violencia en la historia reciente de Colombia

Dejar como cierto lo dicho por Paloma, en el sentido de que el Tercer Reich y la tragedia nazi se explican porque el gobierno alemán de la época perdonó a Hitler en lugar de encarcelarlo de por vida, o porque no tuvo el coraje de ajusticiarlo es, no solo una contraevidencia histórica y una simplificación ramplona, sino una prédica para justificar moral y éticamente la supresión del contradictor político al que “solo se perdona si está muerto”.

De igual manera, con un tono mayor y un aura academicista, circula por la Internet un documento que explica el caso cubano a partir del perdón, o de la amnistía, otorgada a Fidel Castro, cuando el régimen tuvo la oportunidad de disponer de su libertad y de su vida.

Estos argumentos son movilizados por Dirigentes y seguidores del Movimiento Uribe Centro Democrático, para justificar por qué no se `puede permitir “que unos bandidos, asesinos, narcotraficantes puedan acceder al mundo de la política para decirnos a los colombianos, a la gente decente de este país, como debe organizarse y vivir”.

Ella, Paloma Valencia, que proviene de estirpes conservadoras terratenientes, olvida adrede, o ni la escuela a la que asistió, ni la Universidad en la que se graduó, ni su padre, ni su madre le han contado, que otrora, los primeros cincuenta años de la violencia del Siglo XX en Colombia corrieron por cuenta de su Partido, el Partido Conservador, organizado en un ejército irregular y en una policía política, que llamaron “Los Chulavitas”, y en bandas criminales llamadas “Los Pájaros”, que se dedicaron a identificar, perseguir, combatir, masacrar y exhibir el producto de un accionar que se nutria de preceptos religiosos promovidos desde los púlpitos como el de que “el Liberalismo es un pecado” (Leon XIII- “De Libertas”- 1888) y que, en consecuencia era lícito, aceptable y no había ninguna talanquera moral para “matar liberales”, así Rafael Uribe Uribe se hubiera desgañitado diciendo, escribiendo y afirmando: “De cómo el Liberalismo Político Colombiano no es pecado” (1912).

Para que fuera fehaciente que aquello no era así, Uribe fue asesinado de un hachazo en los alrededores del Edificio del Congreso en Bogotá (1914) y veinte y treinta y cuarenta y años sin cuenta, más allá, en Antioquia aquel precepto se convirtió en metáfora y esta en razón para una verdadera cruzada en la que “el liberalismo es de izquierdas”, “el liberalismo es socialista”, “el liberalismo es comunista” y “el liberalismo es anticristiano” (Builes 1939; Builes 1949).

Intentos por lograr la paz

Los Liberales se organizaron como guerrillas, milicias o ejércitos irregulares para defenderse, para resistir el avance de las hordas conservadoras, para tomar retaliación, o para avanzar en sus propósitos de asegurar el control de la frontera agrícola, de los corredores de comercio y las aduanas o para hacer posible una reforma constitucional (1936).

Acciones en contra de la Población Civil, como el reclutamiento de menores, las masacres de niños (porque “al enemigo hay que matarlo desde la cuna”), la evisceración de mujeres en estado de embarazo (porque “hay que impedir que los enemigos se reproduzcan”); el empalamientos por el ano o por la vagina (“para que aprendan”); las masacres selectivas, las decapitaciones, las ejecuciones sumarias todo aquello antecedió, como verdad histórica, como un preludio de muerte, horror y sangre, al asesinato de Jorge Eliecer Gaitán.

Convenientemente, se ha querido colocar, en esa fecha y en ese magnicidio, el inicio del Conflicto Armado Interno en Colombia.

Como si antes nada hubiera pasado y como si Conservadores y Liberales nunca hubieran tenido que ver con todo lo que ocurrió antes de eso.

La Tradición oral, documentada luego de manera juiciosa por los estudiosos del tema, dan cuenta de cómo las bandas conservadoras asesinaban a sus contradictores políticos y les cortaban las orejas, las que metían en zurrones con salitre para conservarlas y presentarlas a sus jefes y así acumular méritos que justificaran el ascenso dentro de la organización paramilitar.

Pregunto a Paloma Valencia, ¿no fueron estos unos “crímenes de lesa humanidad, de los que no prescriben y no pueden ser perdonados, ni amnistiados?”

Las fotografías de aquella azorosa violencia, cuando sonaban los nombres de Dulmar Aljure, Eliseo Fajardo, Guadalupe Salcedo, vino a mitigarse con la amnistía ofrecida por la Dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla.

Cabecillas de organizaciones criminales

Esos documentos nos muestran que por cuenta de conservadores y de liberales, con la anuencia, tolerancia y apoyo de la dirigencia que se disputaba el control del Estado desde el ejercicio parlamentario, las gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas, esos crímenes que hoy nos siguen horrorizando, fueron las formas y los mecanismos con los que los Partidos Liberal y Conservador dirimían y resolvían sus divergencias políticas y sus intereses económicos.

Siempre “detrás del canapé republicano”, como si “los notables de los partidos” nada tuvieran que ver con aquel asunto de “violencia y terrorismo”.

Pero, y eso es lo importante, los partidos enfrentados, Conservador y Liberal, tomaron la decisión de parar aquella guerra en la que alternativamente, unos eran guerrilleros y otros ejército irregular de milicianos, para dar paso a unos pactos que desactivaron aquellas formas de resolver los problemas asociados con el manejo del Estado, la tenencia de la tierra y la explotación de la riqueza nacional.

De esta manera, los Partidos Conservador y Liberal, se constituyeron en unas institucionalidades que asumieron la decisión, irrevocable, de renunciar al uso de las armas, de la violencia y del terror para el ejercicio de la política.

Así, aunque sus "notables" nunca se hayan reconocido como victimarios, aunque no hayan pedido perdón a las víctimas ni pagado un solo día de cárcel, aunque no las hayan resarcido jamás, aunque varios de sus dirigentes hayan roto el pacto de “NUNCA MÁS”, bastante y mucho ganó el país con esta decisión de los Partidos Liberal y Conservador de “humanizar la política que había sido deshumanizada por la guerra”.

Líderes políticos

Mucho, y bastante, ganamos todos los colombianos cuando aquellas colectividades se comprometieron en que toda esa violencia fratricida, de más de cincuenta años, por cuenta de ellos jamás volvería a repetirse.

Como suele ocurrir, de aquel proceso emergieron fuerzas tenebrosas desde el seno del ejército conservador, o de la guerrilla liberal que se resistieron al consenso político y que empezaron a operar como bandoleros que bajo el mando de León María Lozano -El Cóndor-, Efraín González, “Sangre Negra”, “Chispas”, “Desquite”, “Tarzán”, “Capitán Veneno”, “Zarpazo”, “Capitán Venganza”, “El Tigre”, Juan De la Cruz Varela y “Alma Negra”, coparon los espacios de poder y de control territorial que dejaron expósitos las antiguas organizaciones armadas de las fuerzas políticas y empaparon de sangre los campos de Colombia en continuidad de “las guerras del fin de siglo

Entonces, cabe preguntar a Paloma Valencia, ¿hasta cuándo será necesario echar sal, limón y ceniza en las heridas y negarnos a recordar el pasado sin odios?

Si en algún momento en Colombia los altavoces de la derecha dejaron de gritar que “el liberalismo es diabólico y matar liberales no es pecado”, ¿Cuándo dejaremos de satanizar y de cosificar a los contradictores políticos, cuándo dejaremos de promover el odio y de convocar a su desaparición física?

 

Si el Partido Liberal organizado en guerrilla y el Partido Conservador organizado en bandas de ejércitos irregulares y de policía política, después de una guerra de más de 50 años, renunciaron al uso de las armas para dirimir sus divergencias y conflictos políticos ¿por qué negarle esa posibilidad a lo que políticamente representan las FARC?

Si los dos Partidos Tradicionales, al igual que el M19, el EPL, la CRS fueron capaces de renunciar al uso de las armas como instrumento de la confrontación política y mutaron a organizaciones civiles que se convirtieron en garantía de no repetición ¿por qué negarles esa posibilidad a las víctimas del conflicto entre la guerrilla y el gobierno Colombiano?

 

 

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