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PERLITAS SOBRE HISTORIA DE LAS CIENCIAS

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Autora: Blanca Inés Prada Márquez

I - EL RENACIMIENTO

Siempre me apasionó la historia de la ciencia por el coraje y el esfuerzo que uno encuentra en esa pléyade de hombres extraordinarios, para la mayoría de los seres humanos del planeta totalmente desconocidos, pero a quienes debemos gran parte del progreso y el bienestar que hoy tiene la humanidad.

Religión vs. CienciaUna de las etapas más interesantes de la historia de las ciencias es la que se desarrolló entre los siglos XV y XVI, y que conocemos con el nombre de RENACIMIENTO.  

El Renacimiento es sin duda una época crucial e importante para comprender el desarrollo del pensamiento moderno. Su acento sobre el humanismo, el papel de la imprenta, la reconquista de las fuentes antiguas en ciencia y filosofía, el interés por el estudio de la naturaleza, las inquietudes y preguntas que despertó la reforma protestante junto con el debilitamiento del sistema feudal, hacen del renacimiento un periodo enciclopédico y muy fecundo para la preparación de los espíritus hacia la búsqueda de nuevas explicaciones y nuevas respuestas para las  grandes incógnitas del universo.

Europa sale de la edad Media en medio de hechos dolorosos: guerras entre naciones y enfrentamientos sociales y religiosos, recordemos entre otros, hechos terribles como las Cruzadas (1095 – 1291); la  guerra de los cien años entre Inglaterra y Francia que en realidad fueron 116 años (1337 – 1453); y las guerras de religión desarrolladas fundamentalmente entre católicos y calvinistas (1562 – 1598). La falta de conocimientos históricos hace que muchas veces la gente exclame:

— “...pero nunca habíamos visto tanta violencia y guerra en el mundo como la que vemos hoy”.

Pero la verdad es que la historia de la humanidad está plagada de guerras y más guerras. Pareciera que la paz resultara ser un sueño imposible.

Situamos el renacimiento en el siglo XV y XVI cuando los grandes pensadores de occidente vuelven sus ojos hacia la cultura grecolatina y se apasionan por el arte, las letras y la contemplación libre de la naturaleza. El redescubrimiento de autores antiguos les da el sentimiento de haber encontrado una cultura jamás imaginada en occidente.

Los pensadores empiezan a sacudirse el yugo de la Edad Media, aunque la verdad es que le deben mucho a ella, en particular todo lo relacionado con las universidades, las que todavía son muy jóvenes, algunas incluso están en trance de fundarse.

Con la fundación de las universidades empezó la costumbre de recorrer a Europa para escuchar a los grandes pensadores. Hombres como Gesner en Montpellier, Paracelso en Basilea, Vesalio en Pisa, Copérnico en Bologna reciben alumnos de muchas regiones, al igual que recibirá más tarde Galileo en Italia, durante sus años de docencia tanto en Pisa como en Venecia.

Ciencia Vs. ReligiónSin embargo, estas mismas universidades están también haciendo sus cambios: se revalúa la dignidad y el tratamiento que se daba a los maestros de retórica que era la materia más importante, para poner más énfasis en otras ciencias, abriéndose cátedras de astronomía y matemáticas en casi todas las universidades.

Desde el siglo XIII la filosofía griega renace después de muchos siglos de ocultamiento por el pensamiento cristiano. Ahora Aristóteles se convertirá durante cinco siglos en el maestro del pensamiento occidental. Naturalmente que el imperio de un maestro pagano sobre un pensamiento cristiano no dejará de ofrecer serias dificultades, que van a sentirse desde el siglo XIV con la publicación de la gran síntesis realizada por Tomás de Aquino, y esto sobretodo porque Aristóteles era leído frecuentemente a la luz de los comentarios hechos por el médico, jurista y filósofo árabe Averroes (1126-1198).

La filosofía de Averroes había sido condenada en 1270, pero más o menos protegida por la tesis de la "doble verdad", que separaba radicalmente la filosofía de la revelación y que más tarde va a defender Galileo al demostrar que una cosa son las verdades de fe y otra cosa muy diferente son las verdades científicas o de razón.

Testimonio de la influencia persistente del racionalismo aristotélico a través de todo el siglo XVI son los trabajos de Fernel de Cesalpino y de Fabricio de Acquapendente en fisiología humana, animal y vegetal; recordemos que Aristóteles además de filósofo fue un gran científico y sus trabajos en ciencias biológicas son más de la mitad de su obra. Es cierto, a partir del siglo XVII empiezan a derrumbarse casi todas sus verdades pero sobrevive el amor por el conocimiento de la naturaleza. 

Los sabios del renacimiento son hombres solitarios que gozan a veces de la protección de los reyes pero que están dispuestos siempre a partir en busca de nuevas aventuras, de nuevos conocimientos. Casos como el de Giordano Bruno, Vesalio y Paracelso pueden citarse como ejemplos. Algunos logran al fin instalarse, por ejemplo, Tycho Brahe en Dinamarca, Leonardo da Vinci en Amboise (Francia), y otros se esconden en su patria  llevando una vida oscura como la de Copérnico.

Sin embargo, las ciencias en esta época van a tener quizá como nunca grandes protectores. A lo largo de toda Europa se multiplican los centros de vida intelectual abiertos a los nuevos espíritus. A los príncipes les encanta rodearse de sabios como también de eruditos, les financian la publicación de libros lujosos, ayudan económicamente para la fabricación de instrumentos científicos, organizan y protegen las bibliotecas.

Las universidades también están abiertas para los nuevos espíritus, se crean cátedras especiales, colecciones de historia natural o jardines botánicos. En fin, el sabio del siglo XVI no puede quejarse de ser desconocido o despreciado.

Pero la aventura del conocimiento sigue siendo una aventura solitaria de hombres que se entregan a ella en su totalidad, buscando el conocimiento, pero también paz espiritual. Como lo señala Paracelso y van Helmont, es una sola y misma aventura, porque el conocimiento del mundo no se adquiere sin la pureza del corazón. Trabajan solos  y desconocen voluntariamente el trabajo de sus colegas; es más, no tienen interés en darse a conocer.

Leonardo, por ejemplo, consigna sus notas en cuadernos secretos protegidos por una escritura al revés  que nadie es capaz de comprender. Tartaglia se niega a comunicar a Cardano su método para resolver una ecuación de tercer grado, Vesalio realiza sólo su enorme  obra La Fábrica del cuerpo humano, y Fernel pretende realizar sólo la síntesis de la medicina de su época.

Tycho Brahe considera que no debe nada a Copérnico, Galileo ignora los trabajos de Kepler, ignorancia que le llevó a cometer varios errores, y Kepler debió esperar hasta  la muerte de Tycho para tener acceso a los valiosos datos recogidos por éste, en más de 30 años de pacientes observaciones astronómicas, con ayuda de las cuales  Kepler logró  deducir las tres leyes del  movimiento elíptico de los planetas.

Evolución del Hombre según las religiones

Esta soledad no es solamente, como podría pensarse, expresión  de envidia, vanidad o gusto por lo misterioso;  ella puede  entenderse más bien  como esa tendencia del sabio de estos siglos a no tener frente a sí sino la naturaleza con su enorme masa de hechos, diversidad e incógnitas. Ellos no le reconocen a nadie el derecho de interpretarla en su lugar y tampoco aceptan que alguien la haya interpretado bien antes de ellos.

No parten de aquello que ha sido universalmente admitido para hacer progresar el conocimiento, puesto que en su época muy pocas cosas eran universalmente admitidas. Ellos se consideran responsables de construir cada uno, a su manera, el universo entero del conocimiento.

Los científicos  renacentistas buscan una ciencia de la totalidad, y tienen un gusto exagerado por la subdivisión. De esta misma convicción resulta la concepción del hombre como microcosmos y la convicción de que no hay ninguna distinción impenetrable entre lo natural y lo sobrenatural. Dios no se concibe fuera del cosmos, sino que penetra en todas las expresiones de éste.

Nunca jamás la astrología tuvo mayor legitimidad. Parece  posible pensar que ese sentimiento  profundo de la unidad de la creación haya contribuido a la ruina  de la distinción hecha por Aristóteles  entre el mundo celeste y el mundo terrestre, ruina indispensable  para llevar a cavo la revolución astronómica. 

Para Copérnico, y sin duda también para Kepler, fue la necesidad de poner a Dios en el centro de la creación lo que los lleva a  colocar el Sol, imagen de Dios, en el centro del cosmos. La ciencia  para los científicos renacentistas debe ser universal,  puesto que todo se sostiene en la idea de creación;  pero ella debe ser además obra individual, puesto que está llamada a descubrir la clave de la creación.

Es decir que, la ciencia tal como se conoce hoy,  no existe. Teología, historia y filosofía  son elementos de la ciencia universal.  La ciencia especializada y separada de la filosofía y de la teología nacerá en el siglo XVII con Galileo, este será uno de sus mayores aportes para lograr dar nacimiento a la ciencia moderna.

Religión vs. Ciencia

La ciencia renacentista nace en contra del intelectualismo aristotélico buscando en la antigüedad la manera de corregir o contradecir a AristótelesPtolomeo, que no era aristotélico, nunca fue tan estudiado como en la época en la cual Copérnico se dedicó a refutarlo en nombre de astrónomos pitagóricos. El pitagorismo al igual que Platón, los neoplatónicos y la Cábala, fueron  masivamente traducidos hacia mediados del siglo XV y estudiados con asiduidad desde Marsilio Ficino a Jean Godin.

Pero esta revolución anti aristotélica se desarrolló dentro de una sociedad que había aprendido a pensar con las categorías aristotélicas. Y lo más curioso es que muchos aristotélicos, que se creían fieles a su maestro y hablaban su lenguaje, van progresivamente  destruyendo la coherencia de su pensamiento y arruinando el pensamiento del maestro, al  que ya son incapaces de comprender.

Otra características de estos sabios renacentistas es que aún en sus altas elucubraciones místicas no pierden casi nunca la preocupación por lo útil, es decir, por la acción. Siguen siendo fieles a la revuelta anti intelectualista que los engendró. El gusto de lo concreto contribuye al rechazo del sistema ptolemaico.

El gusto de la acción inmediata dirige la actividad de todos los  ingenieros prácticos que se preocupan poco de Aristóteles, pero sí mucho de la mecánica, porque la necesitaban. Leonardo Da Vinci será sin duda el  más ilustre de estos ingenieros, pero quizá es todavía más importante señalar que dos de los mejores  matemáticos del siglo XVI,  Bombelli y Stevin,  salen de su escuela.

Es aquí donde puede comprenderse cómo la ciencia antigua ha puesto las bases que los modernos han utilizado como punto de partida: Euclides, Diofanto, y muy especialmente Arquímedes, encontraron sus verdaderos sucesores en el siglo XVII.

Fuentes:

BUCKHARDT, J. La cultura del renacimiento: Madrid, Ed. Akal, 2004.

B. I. PRADA: Apuntes sobre historia de las ciencias. Inédito.

 

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