Autora: Blanca Inés Prada Márquez
Escuchando todos los debates que se han dado en estos días en torno a la destitución del señor Alcalde mayor de Bogotá, el señor Petro, por el Procurador General de la Nación, el señor Ordoñez, uno se da cuenta de lo débil que es nuestra democracia y de la ignorancia que hay, incluso en los altos dirigentes del Estado sobre las competencias que tiene cada Institución.
En medio de toda esta confusión me permito ofrecer unas reflexiones como una simple ciudadana preocupada por el bien común.
El señor Petro, desde mi punto de vista, tiene magníficas ideas, yo misma elogié su discurso de posesión hace dos años porque planteaba cosas que consideraba muy valiosas: el desarme para Bogotá, por ejemplo; acabar con las absurdas corridas de toros; aumentar el número de años del bachillerato a doce; darle gratis el servicio de agua a los estratos uno y dos, al fin y al cabo el agua es un bien de absoluta necesidad; aumentar el presupuesto para la educación, entre otras cosas importantes.
Y cuando empezó a hablar del reciclaje obligatorio para los bogotanos, lo aplaudí a dos manos, ya era hora, me decía, de que alguien pensara un poco en el medio ambiente capitalino y en la riqueza que el reciclaje encierra.
Y por supuesto que me pareció muy interesante la idea de que fueran los mismos que recogen las basuras quienes terminaran beneficiándose con su propio trabajo y no empresarios particulares. El trabajo de los recogedores de basura en nuestro país es un trabajo duro, difícil, inhumano porque las ciudades no disponen de contenedores especiales donde la basura no esté al alcance de los perros callejeros y termina regándose por todas partes, no hay ninguna educación ciudadana en torno al reciclaje y a la mejor manera de recoger las basuras, y porque casi todo el trabajo de los empleados del aseo público debe hacerse a mano.
Así las cosas el proyecto del señor Petro era muy importante y valioso para la ciudad, pero su implantación necesitaba de mucha PEDAGOGIA CIUDADANA, de método y gran capacidad de concertación.
Desafortunadamente Petro, que como orador es bastante bueno, no tenía ninguna experiencia administrativa y esto, unido a su prepotencia, terquedad, e incapacidad para aceptar la crítica, incluso de sus colaboradores, cuando intentó cambiar el “modelo de recolección de basuras”, cayó en la improvisación y en un laberinto casi sin salida que produjo graves daños para la comunidad bogotana.
Fallas muy grandes para una persona al frente de una alcaldía tan importante, porque si algo debe saber un ALCALDE es ADMINISTRAR, en el amplio sentido que esta palabra encierra. Pero de ahí a decir que el señor Petro merece ser inhabilitado por quince años para ejercer cargos públicos es casi inaudito, porque entonces ¿Qué castigo debería imponerse por ejemplo a los que conformaron “el cartel de la contratación”, y a todos aquellos que se han robado miles y miles de millones del erario público?
Contrario a lo que gritan algunos pidiendo que se acabe con la PROCURADURÍA, pienso que ella es una institución fundamental en cualquier democracia.
Alguien debe tener la potestad para sancionar a los empleados públicos, el problema es cómo encontrar un Procurador que sea de verdad JUSTO, esto es ecuánime, equilibrado, pluralista, respetuoso de las diferencias, capaz de separar sus creencias y gustos particulares que son individuales, de aquello que es universal y por lo tanto todos debemos aceptar y cumplir, esto es: las LEYES.
Me dirán, pero si algo tiene este procurador es que ha sancionado a gente de todas las ideologías, es cierto, no le tiembla la mano para castigar a diestra y siniestra, pero de lejos se nota que no es una persona pluralista, que sus creencias pesan más que la aceptación de las diferencias, algo tan importante para poder construir una verdadera democracia participativa.
Pero lo más grave del cargo de Procurador en nuestro país es que no hay segunda instancia ¿De qué sirve poder apelar un fallo si dicha apelación va a la misma autoridad que lo profirió? Esto es lo mismo que nada y menos tratándose de nuestro sacrosanto Procurador.
Considero que Petro tenía todo el derecho de protestar, incluso de llamar a la protesta a sus seguidores, pero como persona que representa al menos para los bogotanos, el PODER y la LEY, debería más que acudir a las “masas” que gritan por gritar, acudir con dignidad a las instancias superiores donde seguro encontrará respaldo.
La grandeza de un hombre público se mide mucho más cuando pierde que cuando triunfa. En lugar de gastar tiempo en arengas populistas en la Plaza de Bolívar, me hubiera gustado verlo elaborando un discurso bien fundamentado en su propia defensa.
Definitivamente Bogotá en los últimos años no ha tenido suerte con sus alcaldes, y esto es una perdida para todos, porque Bogotá es la imagen más visible de nuestro país y porque Bogotá es de todos los colombianos.
Pero como bien se dice por ahí: “Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece”. Parece ser que los bogotanos se toman poco en serio las elecciones, que no van a las urnas, y después ¿Qué ganan con lamentarse?
No hay duda que para la PAZ que todos queremos construir, donde haya un espacio para la necesaria inclusión de las diferentes corrientes de opinión, de las diferentes ideologías y partidos, estos golpes que ha sufrido la izquierda cuando ha intentado acceder a cargos importantes de elección popular son realmente lamentables, y lo digo con toda sinceridad sin pertenecer a ninguna corriente, ni a ningún partido.
Uno podría pensar que con este golpe el señor Procurador que tanto ha criticado los DIÁLOGOS de la Habana podría querer enviarles a los guerrilleros su severo mensaje: “Ustedes pueden llegar al poder pero otra cosa es que puedan, o mejor, que los dejemos permanecer en él”.
Pero también es cierto que los señores de izquierda que deseen acceder a la política y ejercer cargos públicos deberían prepararse cada día mejor, porque no basta con saber echar bellos discursos, o con hablar de justicia social; cuando se trata de HACER cosas, de ADMINISTRAR un pueblo y de aceptar las REGLAS de la democracia participativa hay que saber hacerlo, de lo contrario el fracaso es inminente. Y sobretodo aprender a aceptar la crítica porque sin ella no hay democracia posible.