Autor: Desconocido
Creo que hoy dia seguimos en las mismas. El siguiente es un escrito que muestra una historia que aún no acaba de escribirse. Aunque desconozco su autor, creo que vale la pena leerlo:
La organización económica de las colonias colombianas. — Impuestos, — contribuciones, — rentas y monopolios. —
En Hispano-Colombia la sociedad naciente carecía de fuerza para luchar contra un Fisco insaciable, que buscaba el dinero hasta por partículas, cebándose en sus manifestaciones, con una especie de encarnizamiento sistemático. Esta censura, en verdad no pesa sobre España sola: aunque atrasada en años respecto de Europa, sus doctrinas fiscales eran en el siglo XVIII y principio del XIX poco mas ó menos, las mismas que las de todos los gobiernos.
Se creía que el gobierno era una cosa distinta y aun antagonista de la nación, y por tanto el fisco era enemigo del contribuyente. Es la ciencia política moderna la que ha demostrado que el gobierno no es otra cosa que una consecuencia de la vida social, una manifestación y garantía del derecho de todos y cada uno, — y por lo mismo una entidad sin vida propia, sin personalidad. Así mismo, es la moderna ciencia económica la que ha probado que el fisco no es mas que una fórmula, — una caja de seguros de los asociados, — y que, por tanto, no puede haber nada razonable en un sistema fiscal que pugne con el interés de los particulares.
Pero estas verdades de hoy, todavía negadas por muchos gobiernos, eran completamente desconocidas en Hispano-Colombia durante el régimen colonial. Ello es que allí no reinó sino el empirismo asolador, en materia de impuestos y vitalidad económica, y que el fisco se mostró donde quiera armado en curso contra la riqueza pública, y esgrimiendo la tijera con maravillosa actividad en el ejercicio del arte de sisar.
La completa nomenclatura de los impuestos y contribuciones que existieron en Hispano-Colombia hasta la época de la revolución, asustaría, no diremos a un economista mediocre, sino al más severo colector de rentas de Austria, Francia o España.
Sería inútil detallar toda esa nomenclatura, que tuvo sus variedades según los países, y por tanto nos reduciremos á indicar los rasgos más notables del régimen fiscal que tan poderosamente contribuyó á preparar la inmensa explosión de 1810.
Tal parece como si el fisco, animado por un genio maléfico, no hubiese tenido sino el propósito de estancar toda fuente de riqueza. Él perseguía la propiedad, la producción, el simple trabajo, como se persigue á los animales dañinos; y lo hacia muchas veces de un modo tan mezquino, que gravaba mil pequeños nadas con impuestos insignificantes, cuyo producto era absorbido por los gastos de percepción, sin provecho ninguno para el fisco mismo, pero con gran detrimento de la sociedad.
Que nuestros lectores juzguen simplemente por la siguiente lista abreviada de las más notables imposiciones, de las cuales unas parecían destinadas á nutrir al tesoro de la madre patria, otras á sostener los gastos generales de las colonias, otras al servicio municipal, y no pocas y bien sustanciosas en beneficio del clero.
Los principales ramos de imposición eran:-
- Las Aduanas, sometidas al régimen del monopolio semi-oficial y de la exclusión de toda importación no española;
- Las Alcabalas, o derechos sobre toda clase de compras o ventas;
- Los impuestos sobre las sucesiones, en cuotas diversas según la naturaleza de los herederos;
- Los derechos de almotacén, basados en el uso forzoso para todas las transacciones, de los pesos, pesas y medidas oficiales;
- Los quintos de fundición, enorme impuesto que pesaba sobre la producción de oro y plata;
- El tributo, de que ya hemos hablado, que, bajo la odiosa forma de capitación, abrumaba á los indígenas;
- Los diezmos y primicias, impuestos crueles, exorbitantes, que gravaban la totalidad del producto agrícola y pecuario, es decir capital, trabajo y renta, — y muchas veces gravaban la pérdida en vez de la utilidad; prestándose, por otra parte, á los abusos más odiosos y funestos;
- Los derechos de registros y anotaciones;
- Los derechos por razón de oficios ó industrias, títulos profesionales, títulos de minas y tierras, títulos de empleos, etc.;
- El papel sellado, obligatorio para todos los actos oficiales y la mayor parte de los contratos ó actos privados, con una escala de precios muy subidos;
- Los derechos de consumo, que gravaban la vida en sus más imperiosas necesidades;
- Los peajes y pontazgos, sobre caminos y puentes, construidos gracias al trabajo personal, forzado y gratuito o de los ciudadanos y los indios;
- Los proventos de multas, ventas de empleos, sisas de todo género, mas ó menos inmorales y odiosas, y otras menudencias;
- El monopolio de la producción y venta de sal marítima y de la explotación de las minas de sal gemma que le daba al artículo un precio insoportable;
- El monopolio del cultivo y venta de tabacos;
- El de la fabricación y venta de pólvora, armas y municiones;
- El de la destilación y venta de aguardientes;
- El de la fabricación y venta dc naipes;
- El de la propiedad de minas de plata, esmeraldas, y otras materias;
- El de todo servicio de correos;
- La renta proveniente de la amonedación, de la venta de tierras baldías, de los bienes mostrencos, etc.
Agregad á todo eso un enjambre de impuestos municipales de diversas formas, tales como:
- Los propios, — derechos sobre tiendas, puertas, ventanas, mercados á cielo raso, etc.;
- El impuesto directo para apertura de caminos, sobre los vecinos pudientes;
- El trabajo personal subsidiario, especie de corvea, exigido á los proletarios, sin indemnización alguna, para atender á los mismos caminos;
- Los derechos de puertos, tránsito, pasaportes, licencias para fiestas, bailes y mil cosas.
No acabaríamos al querer continuar la nomenclatura.
Pero lo peor de todo no eran los impuestos, tan gravosos, complicados y absurdos de por sí. El mal se agravaba infinitamente con el sistema de administración, el mas arrevesado que podía darse. Unos ramos eran administrados directamente por el tren de empleados, y otros se hallaban sujetos al sistema de remates en almoneda pública.
¿Según qué reglas se hacía la distribución?
Según la regla general del empirismo. El gobierno tenía el singular talento de trocar los frenos: administraba directamente los estancos, las aduanas y todos los ramos sujetos á una tarifa de derechos ó valores mas ó menos precisa; mientras que arrendaba ó ponía en remate los ramos que, no teniendo tarifas determinadas, se prestaban, en manos de los rematadores, para ser objeto de mil abusos y una explotación inhumana, como los diezmos, por ejemplo.
Procedía, pues, en un sentido diametralmente opuesto al que le aconsejaba su propio interés y al de los contribuyentes.