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AMORES CON EXOSTO

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MotoLa fiebre de las juventudes actuales ha subido tanto de punto y temperatura, que los sicólogos y siquiatras han descubierto que para muchos entusiastas de este vehículo, la moto representa un placer sexual, es decir, se ha convertido en una aberración de los instintos; un moto fanático siente más inclinación y atractivo por encaramarse en una Suzuki o Kawasaki, que en una potra de nácar, sin bridas y sin estribos, lo que es lo mismo, que en lugar de gustarle hacer el amor con una dama de torneadas pantorrillas y fulgente fachada, prefieren hacerlo con una de acero, que en lugar de esos atractivos tenga exosto y cien centímetros cúbicos de cilindrada; cuestión de gustos y caprichos.

Chicas en motoEl tiempo se ha encargado de hacer esta transformación sorprendente; nadie se imagina que una moto desgarbada y escandalosa, fuera a reemplazar a las mujeres en el gusto de los varones, que hoy se vuelven locos a la vista de estos aparatos y se extasían en la contemplación de su tanque de combustible, o del galápago de su doble asiento, en la misma forma en que se quedarían contemplando boquiabiertos unas piernas quinceañeras dentro de una minifalda, o el vaivén de un busto desafiante, detrás de una blusa traslúcida.

Peripecias en motoHasta ahora un motociclista, según lo definió por ahí alguno, es un candidato a difunto montado en un ruido; algunos, a esta clase de torturadores urbanos les profesan una sincera e indefinible antipatía, los quieren tanto, como quiere Hugo Chávez a Bush. En Colombia, los únicos que posiblemente tienen por los moto-chiflados una entrañable simpatía y fervoroso afecto, son los abanderados del consumo de pepas anticonceptivas animados por el propósito de frenar la explosión demográfica, porque con las motocicletas funcionando a todo dar por las calles de las ciudades colombianas y del mundo, ya no hay necesidad de esas pepas, pues diariamente pasan del asfalto a la eternidad numerosos motociclistas; igual, en el Congreso falló la legalización del aborto -salvo en casos de malformación y violación-, probablemente porque los inteligentísimos Padres de la Patria se dieron cuenta que permitiendo la importación masiva de esos velocípedos motorizados, se logran mejores resultados, que con las píldoras, el bisturí, la vasectomía y la “capadocia”.

Por otro lado, la moto es un símbolo de la mentalidad colombiana, perezosa e indisciplinada; en efecto, al tener qué ahorrar combustible, hay que comprar moto, ponerle resonador y no bajarse de ella, ni de día, ni de noche, tragando pares, pasando semáforos y subiéndose a los tejados, porque nuestra incapacidad de lucha y de esfuerzo, nuestra pereza de castizo pedigrí hispánico, no nos permite utilizar el silencioso, práctico y barato medio de locomoción, que se llama bicicleta; muchos prefieren cabalgar en ese aparato, en lugar de “potra” de nácar, sin bridas, sin estribos, sin exostos.

(Norberto Serrano Gómez, “De broma y de veras”)

 


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