Adlai Stevenson Samper - Barranquilla, Colombia
Escritor, Periodista y Abogado
Autor: Adlai Stevenson
Aquella mañana del sábado13 de junio de 1953 soplaban en Barranquilla las brisas del veranillo de San Juan. Cierta modorra ciudadana en el inicio del fin de semana que empieza a agitarse; al filo del mediodía, con las noticias radiales señalando desde la fría capital los movimientos del levantamiento militar en torno al control del Estado y de la institución presidencial.
En las calles del Centro los rumores saltaban de esquina a esquina, mientras los soldados se desplegaban en sus calles más importantes; sobre todo en la zona aledaña al edificio de la Gobernación del Atlántico.
En la noche era un hecho consumado. El teniente coronel Gustavo Rojas Pinilla era el nuevo Presidente de Colombia, tras una aparente solución parcial, una transición que pretendía atemperar el caos político mientras se afinaba la Asamblea Nacional Constituyente en sus deliberaciones de encontrarle nuevos rumbos al país.
El problema planteado lo resumió Rojas en una frase histórica: “No más sangre, no más odios, no más depredaciones a nombre de ningún partido político en esta Colombia inmortal”. Y como los partidos, según esta perspectiva, se encontraban en soberana crisis, planteó el nuevo Presidente su esquema de gobierno basado en el binomio Fuerzas Armadas-pueblo.
Manifestaciones y cambios
Los barranquilleros, de mayoría liberal, estaban agobiados con el trasfondo conservador del presidente Laureano Gómez que, sin embargo, le había brindado a la ciudad una legislación de comercio exterior proclive a sus intereses, reactivando algunos índices económicos.
Su caída produjo celebraciones en que los manifestantes se congraciaban con las propuestas expuestas por el nuevo gobierno, reuniéndose una multitud, en el Paseo Bolívar, que no se cansó de vitorear las virtudes del nuevo Salvador de la Patria.
Uno de los asistentes, sesenta años después, indica que “no hubo incitaciones, ni prebendas ofrecidas: las reuniones tuvieron un carácter espontáneo y popular”. Ese fue el clima, atemperado por las frescas brisas, de los siguientes días, en donde comenzaron a moverse los engranajes de la política local siguiendo las orientaciones del binomio Fuerzas Armadas-pueblo.
Rojas Pinilla escogió en Bogotá su nuevo gabinete, en donde incluyó al dirigente político atlanticense Evaristo Sourdis Juliao como Ministro de Relaciones Exteriores. En el plano local, pasó de la comandancia de la Segunda Brigada del Ejército al teniente coronel Marco Villamizar hasta la Gobernación del Atlántico, posición que, según este oficial, se le había ofrecido al Gobernador anterior, Próspero Carbonell, no aceptando por razones de solidaridad partidista. Villamizar a su vez nombró como Alcalde de Barranquilla a Rafael Gerlein y Villate.
El clima sigue signado por la agitación política. El pueblo se lanza otra vez a las calles del Centro el día lunes 15 de junio para expresar su respaldo a las autoridades constituidas. Una inmensa masa que se aglutina en torno al edificio de la vieja Gobernación, en la carrera 39, tal como lo describe el diario La Prensa: “El Palacio de Gobierno se vio colmado por sus cuatro costados: desde la carrera 39 con Paseo Bolívar hasta la calle 36, y desde la mitad de la cuadra de la calle 35 hasta las carreras 39 y 40, más allá del Cuerpo de Bomberos”.
En el balcón del edificio se encuentran el gobernador Villamizar, el secretario de Gobierno Rafael Marriaga y el alcalde Gerlein y Villate. Jaime Held, que decía representar al pueblo barranquillero dijo, en encendido discurso: “Aquí estamos, montando guardia para respaldar al Gobierno, encargado de redimir a la nación de la tragedia”. El gobernador militar no se quedó atrás en estos destinos, señalando en su larga arenga que“Usaremos el poder para el engrandecimiento de la patria, porque no tenemos ansias de prestigio. Nuestros antepasados nos dejaron gloria y solo nos resta ser como ellos”.
Maravillosas palabras mientras un pequeño anuncio en la primera página de los diarios locales señalaba escuetamente: “Esta edición ha sido censurada”.
Por su parte, el depuesto presidente Laureano Gómez empacó sus maletas y salió de Bogotá rumbo a Barranquilla. Cabizbajo, hermético, llegó al aeropuerto de Soledad una soleada mañana.
Se encontró con el saliente gobernador Próspero Carbonell en un salón donde dialogaron por largo rato. Salió nuevamente, caminando, apoyado en su bastón, en la pista hasta el avión de Avianca Constellation denominado El Colombiano, custodiado por un piquete de soldados enviados por el gobernador Villamizar para garantizar la seguridad de Gómez. Fue el principio de un largo exilio en España.
Banquetes y posesiones
El 19 de junio, con el clima totalmente aclarado, se posesiona el alcalde Rafael Gerlein y Villate. Camina por las calles del Centro de Barranquilla franqueadas por soldados y, detrás de ellos, el pueblo, acompañado de los altos mandos militares.
Llega al filo de las 3 y 30 de la tarde hasta el despacho del juez Tercero Civil Municipal Julio Flores y allí se posesiona solemnemente. Va hacia el despacho de la Alcaldía, donde es recibido por todo el personal. Nombra sus secretarios del despacho: en Gobierno Pablo Cervera, en Hacienda Luis Pardey, en Obras Luis Paccini, en Higiene a Eduardo Martínez, ratificando en la tesorería a Carlos Arrázola.
Consolidados los nuevos gobiernos departamental y distrital, se inicia una temporada de adhesiones, homenajes y banquetes. Las damas de la ciudad ofrecen un agasajo en los salones del Country Club a la esposa del Gobernador, Maruja Villamizar, y a la esposa del Ministro de Relaciones Exteriores, Adelaida de Sourdis.
Llevó la palabra la escritora Olga Salcedo de Medina, amiga de la familia Sourdis. En días posteriores hubo una verdadera avalancha de banquetes en honor al gobernador Villamizar y el alcalde Gerlein.
Obras del Jefe Supremo
Tras la salida de Villamizar fue nombrado en la Gobernación el mayor Jacinto Márquez. Con un presupuesto nacional inflado, producto de la bonanza cafetera, Rojas Pinilla se dedicó a impulsar una serie de obras en todo el país, de la cual Barranquilla no fue excepción.
Creó el Sena, los bancos Ganadero y Popular, construyendo esta última institución su edificio en pleno Paseo Bolívar, franqueado por el famoso mural Simbología de Barranquilla, de Alejandro Obregón.
El alcalde Gerlein amplió la carrera La Paz desde la Avenida Boyacá hasta la calle El Sol, abriendo espacios en las estrechas vías del Centro. Rojas Pinilla, por otra parte, inicia la construcción de una cárcel especial en los terrenos del barrio El Bosque, dándole conectividad a la ciudad con la construcción del puente de Calamar en el Canal del Dique.
Para explorar las necesidades más sentidas de la ciudad, envió un sesudo comité de planeación económica, presidido por Antonio José Borrero, que se encargó de plantear en las instancias nacionales la ampliación del ramal del nuevo Ferrocarril del Atlántico hasta Barranquilla, cruzando el Río por un puente en Puerto Giraldo; propusieron un dique en Calamar que evitase las periódicas inundaciones del Canal del Dique, y una zona franca industrial que tuvo ejecutoria jurídica por intermedio del Decreto Ley 2456 del 24 de septiembre de 1955.
Esta última iniciativa fue saludada con entusiasmo por el alcalde Rodrigo Carbonell, y en amplio editorial de la revista Mejoras.
Pero quizás la obra más visible de Rojas fue la construcción, en los antiguos terrenos del campo de aviación de la desaparecida empresa Lansa, del barrio Simón Bolívar, para las clases populares, con casas prefabricadas para el agobiante clima tropical, a base de pino finlandés curado.
Rojas estuvo varias veces en Barranquilla. En privado, en casas de sus amigos ganaderos en el norte de Barranquilla. De forma pública, como la vez que abrió el XXII Congreso Nacional de Sociedades de Mejoras Públicas en el teatro de Bellas Artes, expresando en sus palabras finales: “Desde esta auténtica y ejemplar cátedra de civismo que es Barranquilla y con ocasión de instalar este congreso, pido a los colombianos su concurso para libertar al país de la politiquería”. Fue largamente aplaudido.
Una caída celebrada
En mayo de 1957 todos los acontecimientos presagiaban la caída del régimen de Rojas Pinilla. Ante las arremetidas, censuras y cierres, los diarios del país, de común acuerdo, no circularon desde el día 5. Esto acentuó el clima de desinformación y el uso del rumor callejero.
La cosa apenas empezaba, pues desde el 6 cerraron los bancos, con los traumatismos financieros que ello supone. El 7 se inicia un paro en las industrias ubicadas en Bogotá y Medellín, y se desencadena un colapso económico que llega con toda las fuerzas a Barranquilla con mítines de estudiantes en el Paseo Bolívar, reprimidos por la Policía.
Un grupo de manifestantes recorre las calles del Centro asaltando almacenes, saqueándolos y quemando vehículos, lo que motiva al Gobernador militar Reyes Canal a decir en un extraño tono civilista: “Los soldados y los marineros estarán en sus cuarteles y serán dedicados a su estudio y entrenamiento. La Policía estará prestando los servicios usuales en defensa de la honra y seguridad de los ciudadanos”.
El día 9 la situación era insostenible a lo largo de todo el territorio nacional. Barranquilla se encontraba paralizada sin clases en la Universidad, en los colegios, con las empresas cerradas, viviéndose un ambiente de caos, pese a los llamados a la cordura del alcalde José Manuel Ariano y del Gobernador.
Al fin, el 10 de mayo, cayó Rojas Pinilla, desarmándose su binomio Fuerzas Armadas-pueblo. Otra vez, el Paseo Bolívar se llenó de espontáneos manifestantes saludando alborozados el quiebre de la dictadura. Arengas por parte de líderes sindicales, de políticos de los partidos Liberal y Conservador, de los estudiantes y de ciudadanos que se sumaban a la multitud.
Los carteles que llevaban ilustran sobre la percepción que se tenía de Rojas. Uno de ellos decía: “Por motivo de viaje vendo las fincas San Antonio y Melgar, con 2.000.000 de reses. Entenderse con la Anac” (Asamblea Nacional Constituyente). Otro cartelón pedía: “Libertad para los presos políticos: cárcel para Rojas Pinilla”.
Y hubo también los sarcásticos, según cuenta el escritor Ramón Illán Bacca que le contaron respecto a la escritora Olga Salcedo de Medina, simpatizante del régimen, haciendo parodia a un libro suyo: “Olga: se te han cerrado los caminos”.
El régimen dejó su impronta en algunas zonas de Barranquilla, como en la antigua carrera 38, convertida en Avenida 13 de Junio en honor a la fecha insigne en que asumió el poder por golpe de estado Rojas Pinilla. Tras su exilio en España, todo el aparataje de propaganda construido por la Odipe (Oficina de información y prensa de la Presidencia) se desmoronó.
Hasta el nombre de la carrera, que fue rebautizada con monumento conmemorativo como Los Estudiantes, en recuerdo de quienes ofrendaron su vida peleando contra la dictadura, el 9 de junio de 1954.