Autora: Diana Patricia González Torres Periodista Centro de Pensamiento de las Artes y el Patrimonio Cultural para el Acuerdo Social - Universidad Nacional - Bogotá, Colombia
Fotografías de: Marina Garzón García
“Contar y volver a contar para sensibilizar” es una de las premisas con las que diversas comunidades indígenas y afrodescendientes están generando iniciativas de memoria ligadas a las afectaciones que ha dejado el conflicto colombiano.
Así lo hicieron saber algunos representantes de las víctimas de La Chorrera, el Medio Atrato, Bojayá, Cesar, Magdalena y La Guajira durante el conversatorio “Visiones de la memoria. Territorio, comunidad y museos”, un encuentro intercultural sobre las vivencias y procesos de construcción, preservación, espacialización y visión de las pluralidades de las memorias y resistencias de estas comunidades.
El evento -organizado conjuntamente entre el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), la Maestría en Museología y Gestión del Patrimonio (MMGP) de la Universidad Nacional (UN) y el Centro de Pensamiento y Acción de las Artes y el Patrimonio Cultural para el Acuerdo Social (CREA)- buscó profundizar en el conocimiento y comprensión de los diversos procesos de construcción de la memoria que se han venido desarrollando en el país.
En este sentido, líderes de los Wiwa (de la Sierra Nevada), La Chorrera, Bojayá, y Pogue hablaron de sus experiencias de construcción de la memoria en sus territorios, de los procesos de resistencia a la violencia y de sus consideraciones acerca de aquel lugar de preservación y transmisión de la memoria con el que les gustaría contar como una de las garantías de reparación simbólica a las que tienen derecho.
“Hoy en día, la memoria la miramos como un elemento básico para recordar, para que a nuestras generaciones no se les olvide lo que sucedió en el conflicto, sino todos aquellos hechos que han hecho parte de la vida diaria del pueblo wiwa”, manifestó José Gregorio Rodríguez, uno de los líderes de esta comunidad de la Sierra.
Él hizo referencia a la estructuración de un centro de formación en la que ha venido trabajando la comunidad wiwa para fortalecer el proceso de transmisión de su cultura y al levantamiento de una cartografía de los sitios sagrados de la región.
“Una de las cosas que vimos como fundamental era que, sí había que hablar de esos sitios sagrados, teníamos que hacer una cartografía del pueblo wiwa y comenzamos a hacer una caracterización de los sitios sagrados que están afectados”, señaló otro de los líderes de esta etnia.
Una de las formas que tienen las comunidades afrodescendientes para generar resistencia y construir memoria es a través de los alabaos, cantos a capela que aluden a la muerte y a los santos y que son interpretados por mujeres. Representativas de esta manifestación son las Musas de Pogue, quienes durante el acto académico alzaron su voz para deleitar al auditorio.
“Los procesos de memoria nosotras los hacemos con los alabaos. Hemos aprendido a hacer canciones para hacer las denuncias de lo que ha pasado, lo que hemos vivido”, aseguró Luz Marina Cañola, una de las cantadoras de Pogue.
Por su parte, Leiner Palacios, uno de los líderes del proceso de construcción del lugar de la memoria en Bojayá, dijo que los alabaos son de singular importancia, pues constituyen una forma de hacer resistencia con la que buscan también garantías de no repetición de la violencia.
“Cuando entonamos estos cantos de esperanza lo hacemos para que estos hechos no se repitan y podamos cantar con alegría de vivir en un mundo diferente”, aseveró.
Palacios también explicó que además de los alabaos, la comunidad ha venido trabajando en la recopilación de fotografías de personas asesinadas, en la documentación de testimonios de víctimas, y en la promoción y apoyo de manifestaciones artísticas como la pintura, el teatro, los bordados y grabados, entre otras, en un fuerte intento por contar su tragedia y no permitir que el olvido deje su huella.
Al respecto, aseguró: “la memoria que se cuenta es la memoria que favorece. Nosotros queremos buscar la memoria de la realidad de los hechos. Insistimos en que la memoria es una oportunidad para dignificar a las víctimas”.
A su vez, Carmen Fince, de la comunidad de Bahía Portete, dijo: “nosotros, con la reconstrucción de nuestra memoria, somos nosotros mismos, con nuestros usos y costumbres. Nosotros esperamos que las cosas lleguen a una luz de paz para uno vivir la paz en su territorio, en toda Colombia”.
La apuesta de la comunidad de La Chorrera, por su parte, es construir la Casa universal de la memoria viva de resistencia de los hijos del tabaco, la coca y la yuca dulce, como ellos mismos se reconocen, pues mantienen vínculos sagrados con sus orígenes. “Hacer memoria para recordar el pasado, analizar el presente y construir el futuro”, aseguró uno de sus líderes.
Durante el conversatorio se dejó ver, además de las iniciativas de memoria y resistencia frente a los hechos delictivos de los actores del conflicto, que las comunidades de la Sierra Nevada temen por el futuro ambiental de su territorio y los efectos en la población, pues, según manifestaron, existe una idea equivocada de desarrollo regional, una idea que cuestionan severamente.
“Si nosotros cuidamos la Sierra, entonces, estamos en contra del desarrollo, pero qué concepto de desarrollo tienen esas personas. Para nosotros el concepto de desarrollo es la conservación, porque en la conservación está la vida”, resaltó uno de los líderes Wiwa.
La actividad también contó con la proyección de un documental, a cargo de la MMGP, sobre un caso exitoso de museos comunitarios en México, y finalizó con una reflexión en torno al rol de la academia en los procesos de memoria y su responsabilidad como garante de la difusión y preservación de esas iniciativas.
INFORMACIÓN DE DIANA PATRICIA GONZÁLEZ TORRES
Diana Patricia González Torres - Periodista Centro de Pensamiento de las Artes y el Patrimonio Cultural para el Acuerdo Social - Universidad Nacional Bogotá, Colombia
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