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¿Gozaría hoy a plenitud, lleno de gloria, el triunfo de su idea macabra?

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Gustavo Álvarez Gardeazábal - Escritor y Periodista - Tuluá, Colombia

 

Autor: Gustavo Álvarez Gardeazábal - Escritor y Periodista - Tuluá, Colombia

Cuando a Ramsés Cruz se le metió en la cabeza que Cristo no había muerto en la cruz y que había podido representar muy bien su espectáculo para que la mentira perdurara por más de dos mil años, se dijo que él tenía una misión igual o superior a la de Jesús de Nazaret; entonces, desde la productiva soledad de su encierro, puso manos a la obra y empezó a montar una escena similar.

— «Vea, doctor González: si Cristo pudo en esas épocas, por qué no voy a poder yo ahora, con todos los laboratorios y estudios que existen…», y me mandó a conseguirle investigaciones y detalles, conceptos técnicos y científicos de médicos y químicos de aquí y de allá, de Hungría y del Tíbet, de donde nos pudieran hablar de las verdaderas capacidades de la mandrágora.

Portada de la novela El Resucitado, autor Gustavo Álvarez GardeazábalCultivamos la yerba en los climas que nos dijeron, la trajimos de las montañas de Trieste y de las cuevas del Nepal, la preparamos como indicaban en los libros rumanos de brujería o El resucitado como finalmente nos recomendó el científico que contratamos en el Brasil para que hiciera las pruebas con micos, con el fin de salir de dudas y garantizar así el procedimiento.

Él llegó a esa conclusión porque se atragantó con los libros que le conseguimos sobre Cristo, los hindúes y hasta Buda por los días en que se tornó, desde la celda de la cárcel, estudiante a distancia de la Universidad Santo Tomás. Fue muy diligente en acumular todos esos conocimientos y en dejarlos ordenados y legajados, de tal manera que, cuando me tocó ir hasta la penitenciaría de La Dorada a recoger sus cosas personales y me entregaron el cuadernillo escrito de su puño y letra con las observaciones sobre Cristo y su crucifixión, entendí toda la maraña en la que se había metido.

Sin embargo, no puedo negarlo: si no hubiese sido por el desespero de escaparse del encierro en que lo metían cada vez más, aumentándole las penas o abriéndole más investigaciones; si no hubiese sido porque él sospechaba —con toda razón— que el presidente Uribe terminaría despachándolo para Estados Unidos, como había estado haciendo con todos los traquetos para complacer a Washington y recibir armas y dólares a cambio, Ramsés no se la habría jugado toda por la mandrágora; pero más aún, si no hubiese estado tan convencido de que ese procedimiento era el que lo iba a liberar en forma definitiva, seguramente que el fracaso habría sido total.

Estoy seguro de que fue su fe en salir adelante lo que todavía lo tiene ahí, esperando que Fátima o el doctor Estrada le encuentren el antídoto.  Muchas veces he pensado que si yo hubiera asumido la dirección general del operativo de la misma manera en que coordiné con mis corresponsales extranjeros, así como en mis viajes a la China y la Cochinchina, la consecución de la literatura y las semillas, los micos y los experimentos, Ramsés gozaría hoy a plenitud, lleno de gloria, el triunfo de su idea macabra.

Pero como Fátima y Gossaín se atravesaron. Como ellos siempre saben más que todos los abogados y que todos los economistas y que todos los administradores que han estado contratando desde hace tanto tiempo, me excluyeron en el trámite final y me pusieron solo a que tuviera perfectamente aceitado el proceso de conseguir el legista para la mañana del domingo, que fuera estudiando cómo sacarlo en un avión militar que despegara de la base de Palanquero —a donde trasladaríamos el cadáver—, que acudiera una patrulla del Batallón Vencedores a recibir el alijo en el aeropuerto de Santa Ana, en Cartago, y lo custodiara hasta el hospital de Zarzal, donde habría que hacerle una segunda autopsia para acallar a todos los capos metidos en la gran guerra contra Gossaín, que, al igual que los periodistas inventones, requerían saber si Ramsés había sido de verdad declarado muerto por un infarto masivo en las arterias colesterólicas o, si como ya estaban sospechando, que había muerto envenenado por alguno de los guardianes traicioneros.

Todo resultó a la perfección, tal cual me lo había imaginado. Por eso me han salido siempre bien todas las argumentaciones jurídicas que he armado para mis clientes. Lo que pasa es que muchas veces —cuando  no la mayoría de las oportunidades— los clientes me resultan más pretenciosos de lo admisible y cambian las determinaciones por darse el lujo de creerse mejores abogados que yo.

Así fue cuando me dieron la orden de no continuar más con los estudios y experimentos y Fátima y Gossaín se apersonaron del engorde del marrano, de la medida exacta de las yerbas que habría de tomar, y alistaron el antídoto que habíamos comprobado en los laboratorios de la Tecnológica y repasado una y otra vez en los micos aulladores que nos traían desde el Amazonas.

Ellos dos, con la prepotencia que concede el ejercicio de la guerra y el poder de las armas, asumieron la totalidad del operativo y yo pasé de ser el promotor al simple ujier abogadil que hace un mandado. No volvieron a ensayar con los micos, sino que empezaron a experimentar sin compasión y sin escrúpulos con los memes del cañón, y aunque en casi todos el procedimiento resultó positivo, en por lo menos media docena de esos pobres indios, sobre todo en los que trabajaban en la mina de oro, el resultado fue fatal.

Pero como para ellos la vida de un indio ha valido menos que la de una vaca y lo que estaban buscando era el éxito de la teoría de Ramsés sobre la crucifixión de Cristo, esos gastos eran despreciables. Probablemente, allí residió parte de la falla.

Los indios usados estaban acostumbrados a utilizar todas esas yerbas para doparse o extralimitarse, para ponerse en contacto con el más allá o para hacer el amor, y una cosa era la hemoglobina de los memes y otra muy diferente la de Ramsés Cruz.

Lo cierto es que o la medida no fue  exacta o lo que le dieron se potenció por el exceso de alcohol del licor que nunca previeron que el desesperado de Ramsés iba a tomarse.


 

NOTA DEL EDITOR DE CORREveDILE:

También, con la mandrágora se hacían, a menudo, amuletos que se creía que traen buena suerte, curar la esterilidad, etc. En una superstición, se dice que aquellos que tiren hacia arriba de esta raíz serán condenados al infierno y la raíz de mandrágora gritaba, al ser sacada del suelo, matando a...¿Qué es la Mandrágora?

Mandrágora officinarum u officinalis es una especie de fanerógama del género Mandrágora, familia de las solanáceas, que fue usada extensamente en Europa como planta medicinal. Aunque demasiado tóxico para utilizar en casa, los remedios que ésta planta tiene son muchos.

Los indios americanos utilizaron la raíz como un laxante fuerte, para tratar gusanos, parásitos y para numerosas otras cosas. La raíz se utiliza actualmente contra el cáncer. La droga Etopósido no deriva de la raíz de esta planta ya que Podophyllum peltatum no tiene nada que ver con la mandrágora.

La Mandrágora officinarum tiene una larga historia de uso medicinal, aunque la superstición ha jugado un papel importante en los usos a los que se ha aplicado. Rara vez se prescribe en el moderno herbolario.

La raíz fresca o seca contiene alcaloides altamente venenosos, entre ellos la atropina, hiosciamina, escopolamina, escopina y cuscohigrina. La raíz es alucinógena y narcótico. En cantidades suficientes, induce a un estado de olvido y fue utilizado como un anestésico para la cirugía en la antigüedad.

En el pasado, el jugo de la raíz finamente rallado se aplicaba externamente para aliviar dolores reumáticos. También fue utilizado internamente para tratar la melancolía, las convulsiones, y las manías. Cuando se toman internamente en grandes dosis, sin embargo, se dice que excita el delirio y la locura.

Es una planta perenne que alcanza un tamaño de 0,1 m por 0,3 m. Tiene flores hermafroditas (con órganos masculinos y femeninos) y son polinizadas por insectos. La planta es auto-fértil. Las raíces tienen forma de zanahoria y puede...También, con la mandrágora se hacían, a menudo, amuletos que se creía que traen buena suerte, curar la esterilidad, etc. En una superstición, se dice que aquellos que tiren hacia arriba de esta raíz serán condenados al infierno y la raíz de mandrágora gritaba, al ser sacada del suelo, matando a todo aquel que la oía. Por lo tanto, en el pasado, las personas ataban las raíces a los cuerpos de animales y luego utilizaban estos animales para tirar de las raíces de la tierra.

Mandrágora officinarum fue descrita por Linneo y publicado en Species Plantarum, en el año 1753.

Es una planta perenne que alcanza un tamaño de 0,1 m por 0,3 m. Tiene flores hermafroditas (con órganos masculinos y femeninos) y son polinizadas por insectos. La planta es auto-fértil. Las raíces tienen forma de zanahoria y puede alcanzar hasta 1,2 metros de largo, a menudo se dividen en dos y sugieren vagamente la figura del cuerpo humano.

Las hojas crecen en rosetas y son ovado-oblongas a ovales, arrugadas, de 5 a 40 centímetros de largo. Las inflorescencias se producen en pedúnculos con flores de color blanco-verde o moradas, de casi 5 centímetros de ancho, que producen frutos globulares, de color naranja a rojos, parecido a tomates pequeños. Todas las partes de la planta son venenosas.

La planta crece de forma natural en el sur y centro de Europa y en las tierras alrededor del mar Mediterráneo. En el Campo de Gibraltar es muy abundante. (Tomado de Wikipedia)

 

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