Autor: Gustavo Álvarez Gardeazábal
No sé si el expresidente Uribe se deja aconsejar o si solo con su valentía y su empuje toma las decisiones que le han ido desmoronando la imagen poderosa que tenía cuando se hizo el harakiri y apoyó a Santos para presidente.
Pero lo que le hemos visto hacer por estos días cuando, después de 12 años de investigaciones que iban y venían, su hermano fue acusado de hacer parte del grupo de los 12 Apóstoles que procreó un cura en Yarumal, es la demostración que Alvaro Uribe o tiene consejeros muy malos o ya perdió el norte.
Con que solo se hubiera Uribe comparado con Lula en el Brazil, habría actuado distinto. Lula fue acusado y llevado a declarar y con fuerza vigorosa salió a convertirse en víctima de la máquina que levanta tapetes y descubre sorbornos por doquier. Por supuesto congregó multitudes.
Alvaro Uribe repitió su esquema equivocado que lo hizo quedarse en Colombia, minimizándose como senador para dejarse manosear y dizque salir a cobrar la traición de Santos. Y ahora, cuando todos creíamos que iba a mostrarse como la víctima de un proceso prolongado que le tiene a todos sus hombres de confianza en la cárcel, prefirió ejercer de abogado de baranda.
Uribe prefirió ser defensor que líder y salió a explicar el motivo de la acusación a su hermano, defendiéndolo de las presuntas falsas acusaciones. Le faltó temple y visión. No fue capaz de mostrarse como lo que todo Colombia le habría admitido que es: un perseguido.
Equivocación gravísima para un político que quiere enfrentarse al pacto de paz de La Habana y seguir siendo líder. Y como no tiene partido sino 40 pelagatos gritones que poco convocan, ya no pregunta por el país ni por el responsable de Guatapé ni encabeza el paro del 17 porque es de sindicalistas.
Se está esfumando pendejamente.