Autor: Juan Carlos Céspedes Acosta
A Meira del Mar
Cuando hablamos de la poesía de Meira del Mar, hablamos del más fino lirismo que un poeta pueda alcanzar. La suavidad de la palabra precisa se paseaba por sus textos y se podía sentir la esencia de las cosas que siempre han perturbado el vivir de los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Olga Chams Eljach, mejor decir Meira del Mar, llegó a la poesía para quedarse por siempre. Es cierto que su aliento de vida se ha detenido, pero su arte poético se ha instalado por derecho propio como una de las poetas más destacadas a nivel latinoamericano, y no dudamos que a medida que pasen los años su sitial será el mundo, pues la buena poesía, como el mejor vino, se va decantando con el tiempo.
Uno de los aspectos más interesantes de su trabajo literario era esa forma de escribir sobre el amor no correspondido, no realizado. Lo hacía magistralmente, sin caer en la retórica, en los lugares comunes (verdaderos enemigos de la poesía), en esa cursilería que tanto daño le hace a quien vierte sus experiencias sentimentales en el papel. Ella abordaba la temática con tanta elegancia que parecía no estar escribiendo de ello.
Nada ni nadie desterrar haría
de mi frente aquel tiempo jubiloso
en que eterna la dicha parecía.
Fue una de las pocas poetas que siempre estuvo a la altura de los cambios estéticos que el tiempo le exigía a la poesía. Supo trabajar la rima admirablemente, pero también manejó el verso libre como cualquier pionero y no se rezagó ni se dejó sacar distancia por los nuevos movimientos que llegaban para enriquecer el arte de la palabra.
Era una dama en toda la extensión de la palabra y estuvo dispuesta a quienes quisieran escuchar sus experiencias de vida y de literatura. Por sus consejos y ayuda pasaron muchos escritores y poetas, ya que su esplendidez era muy conocida.
No es el tiempo
el que pasa.
Eres tú
que te alejas
apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste…
Su trabajo fue reconocido por los más exigentes críticos y afortunadamente pudo comprobar que había llegado a muchos amantes de la poesía. Tuvo una vida de años generosos (había nacido en 1922) y fue muy vital en el quehacer cultural. Su voz se paseó por numerosos recitales, donde su voz clara y arrulladora transmitía los más disímiles sentimientos, y daba gusto dejarte transportar en alas por la fuerza creativa de su corazón.
Ven mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.
Meira del Mar ha muerto, pero nos ha legado para siempre su poesía, auténtica y de un gran significado lírico y artístico. Su eternidad apenas comienza y a medida que pasen los años, crecerá en grandeza e inmortalidad.
Hasta el último día de si vida vivió por y para la poesía. Pero que sea ella misma la que nos hable de la partida:
(Del libro Secreta isla)
La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.
La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.
¡Otra cosa es la muerte!
Decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices "La tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro".
La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber qué pregunta
mi corazón en vano
por tu melancolía
Otra cosa es la muerte.