Sadam Hussein
Frente al Tribunal Especial Iraquí, Saddam Husein usó el tono desafiante que lo caracterizó como dictador: “Mantengo mis derechos constitucionales como presidente de Irak; ustedes me conocen”, aseguró en octubre de 2005 cuando rechazaba los cargos por la masacre de más de 140 personas de Dujail, al norte de Bagdad, después de un fallido intento de asesinato en su contra.
Es apenas el primero de los casos contra Husein–que incluye otros más graves, como usar armas químicas contra los kurdos- y se escogió por ser uno de los más fáciles de probar. La sentencia podría ser la pena de muerte, lo que dejaría sin esclarecer la verdad sobre los demás cargos o sobre el espinoso tema del apoyo de las potencias occidentales a su régimen.
El juicio fue suspendido hasta el 28 de noviembre y se adelanta en medio de dudas sobre su legitimidad en un país bajo ocupación extranjera. “Enviamos observadores porque una manera de respetar los derechos de las víctimas es que el juicio se conforme a los estándares internacionales”, explicó Nicole Choueiry, de Amnistía Internacional.
Es la oportunidad para el Irak de la posguerra de trazar una línea divisoria con su pasado, pero para eso necesita que el veredicto no obedezca simplemente a la ley del talión, o la venganza de los vencedores, sino como instrumento de justicia.
Saddam pagó por sus crímenes; lo que muchos se preguntan hoy es, por qué por el mundo pasaron tantos tiranos cuyas andanzas no motivaron una invasión de Estados Unidos, bien fuera porque eran amigos de ese país –como el mismo Saddam durante muchos años-, o porque su presencia en el poder era conveniente a los intereses de Washington.
Los siguientes son algunos ejemplos.
Idi Amín Dada
Era coronel del Ejército de Uganda, cuando en 1971 aprovechó la visita del primer ministro Milton Obote a Singapur, para dar un sangriento golpe de Estado. Durante sus ocho años en el poder exterminó a unas 300.000 personas y se aseguraba que comía los órganos de sus enemigos y escondía sus cabezas en neveras.
Recibió ayuda militar tanto de la URSS, como de Estados Unidos. Era musulmán y apoyar la expansión del Islam en África le trajo millones de petrodólares de Arabia Saudita.
Ente sus actos excéntricos se auto declaró rey de Escocia, prohibió los hippies y las minifaldas y se propuso como cabeza de la Commonwealth en lugar de la reina. “Fue un personaje muy aprovechado por Estados Unidos y Occidente para demostrar que los africanos no estaban preparados para gobernarse, que la descolonización era un proceso negativo y nocivo”, escribió el periodista polaco Riszard Kapuscinski.
Cuesta abajo, decidió invadir Tanzania, pero fracasó, perdió el poder y se refugió en Libia, cobijado por Muammar Gadafi, y después en Arabia Saudita, donde falleció, en medio de todas las comodidades.
Alfredo Stroessner
Llegó al poder tras un golpe de Estado en 1954 y gobernó Paraguay hasta 1989, cuando fue depuesto en otro golpe por el general Andrés Rodríguez. A pesar de las protestas de los grupos de derechos humanos y las órdenes de captura emitidas por los jueces paraguayos, lleva años como asilado político en Brasil (2005).
Los cargos se remiten, entre otros, a la denominada “Operación Cóndor”, el plan de los servicios de inteligencia militar del Cono Sur para coordinar la represión durante los años 70 y 80.
Los miles de documentos encontrados que registran torturas y abusos son conocidos como “los archivos del horror”. A su régimen se le atribuyen, al menos, 900 casos de asesinatos y desapariciones, y varios miles de torturas durante los 35 años que gobernó Paraguay.
Pol Pot
Aunque se hizo llamar como el “hermano número uno” dentro de los Khmer rojos, Saloth Sar fue mejor conocido por su nombre de guerra, Pol Pot. Escaló en el Partido Comunista Camboyano hasta que, en 1963, temiendo una persecución de la Policía Secreta, se refugió en la selva.
Desde allí lanzó una guerra de guerrillas que lo llevó al poder en 1975. Para perseguir su utopía agraria ordenó abandonar las ciudades, estableció “colectivos rurales” y prohibió el dinero, la propiedad privada y la religión. Cualquier intelectual era asesinado; su experimento social costó la vida de cerca de dos millones de camboyanos por hambre y cansancio o ejecutados por ser “enemigos del Estado”.
La pesadilla terminó cuando, en 1979, Vietnam invadió el país. Pot cayó y se refugió en la jungla.
Sus atrocidades fueron conocidas, pero Pol encontró apoyo. “Estados Unidos consideraba ilegítima la invasión de Vietnam; veía a los Khmer rojos como el gobernante legítimo del país y defendió su silla en la ONU”, explicó John Quigley, profesor de derecho internacional de la Universidad de Ohio y experto en Pol Pot.
Sus antiguos colegas lo condenaron a una especie de reclusión domiciliaria meses antes de su muerte. En 1998, cuando su esposa ajustaba su mosquitera, se dio cuenta de que había muerto por un ataque cardíaco, en medio de la noche.
Charles Taylor
Uno de los eslóganes de la campaña de Charles Taylor a la presidencia de Liberia, en 1995, era brutal: “He matado a tu padre, he matado a tu madre; si quieres la paz, vota por mi”.Liberia se mantuvo en calma relativa hasta 1980, cuando William Tolbert fue depuesto por Samuel Doce, que a su vez fue ejecutado por Taylor al final de la década, cuando su Frente Patriótico Nacional tomó Monrovia.
Siguieron siete años de conflicto fratricida y un acuerdo de paz con el que Taylor dio el paso de señor de la guerra, a Presidente.
El conflicto se propagó por toda la región y en agosto de 2003 Taylor huyó a Nigeria, mientras los cadáveres se apilaban en las calles de Monrovia. Sus ejércitos asesinaron y violaron a decenas de miles de personas. La guerra civil dejó 150.000 muertos y desplazó a un tercio de la población.
Es acusado por la Corte de Sierra Leona, de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra; vive en una mansión de Nigeria, país que se niega a entregarlo. Se dice que todavía controla fuerzas suficientes para desestabilizar la región, que se mantiene a flote gracias al despliegue de las fuerzas de la ONU.
Suharto
Las purgas anticomunistas del general Suharto desde 1967, como sucesor de Sukarno, en Indonesia, cobraron las vidas de cerca de un millón de personas. En 1975 anexó por la fuerza a Timor Oriental y la represión contra los separatistas locales cobró unos 200.000 muertos, el mayor genocidio de la historia, en relación con el número de habitantes.
Se autoproclamó el “Padre del desarrollo” y lideró su país a una relativa prosperidad, pero el colapso económico de 1997 selló su suerte y el descontento popular lo llevó a renunciar en 1998.
Una investigación de Time en 1999 afirmó que amasó una fortuna de 15 mil millones de dólares y tenia tierras equivalentes al tamaño de Bélgica. En el 2004 encabezó la lista de los 10 gobernantes más corruptos de Transparencia Internacional.
En 2000 fue acusado por corrupción, pero declarado incapaz de soportar el juicio por su delicado estado de salud y lo más probable es que, con 83 años, muera en su casa de Yakarta, sin haber enfrentado un tribunal.
Anastasio Somoza
Desde 1937, los Somoza gobernaron en Nicaragua como aliados cercanos de Washington, hasta el triunfo de la revolución sandinista de 1979. Anastasio, el último de la dinastía, fue presidente desde el año 1967, tras la muerte de su hermano Luis y durante la guerra con los sandinistas desplegó una sangrienta represión, especialmente contra los estudiantes.
En 1972 cedió el poder, pero al final del año un terremoto prácticamente destruyó Managua y se declaró la ley marcial que permitía a Anastasio, como cabeza de la Guardia Nacional, recuperar el poder.
A los Somoza se les acusa de haberse robado la ayuda internacional recibida por la tragedia, lo cual se puede ver en el centro de Managua, que nunca fue reconstruido. En 1980 fue asesinado, poco después de exiliarse en Asunción, bajo el cómodo manto de su colega, Alfredo Stroessner.