Autor: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Dos mitos vivientes de mi generación se fueron de la vida terrena por estos dias. Don Jaime Cardona y Luz Marina Zuluaga. Los dos nos hicieron sentir orgullosos de ser colombianos y eso, para muchos, es una deuda enorme.
Don Jaime montó, desde la cacharrería que tenía, en la calle 14 del Cali de 1960, la cadena de Almacenes La 14 que lenta pero seguramente se expandió por varias regiones del país sin necesidad de la inyección del capital extranjero y con las argucias de su fundador, no de los manejadores de imagen que ahora ejercen dictadura en todos los órdenes de la vida económica y gubernamental.
Encerrado en el mínimo espacio de su oficina, sin darse ínfulas de nada y sin tener que codearse con la plutocracia del Club Colombia de Cali, se fue volviendo un símbolo de esa pujanza añorada que se nos traspapeló entre corruptelas y sinverguenzerías.
Luz Marina nos hizo posible a los colombianos de 1958 entender que el orgullo patrio estaba no solamente en la bandera y el himno sino en la belleza de una mujer y con su dignidad y su entereza, por encima de las perrateadas en que cayeron los reinados, ella siguió siendo la reina de los colombianos.
La vida le jugó malas pasadas. Al final, un avivato azuceno se les llevó en una pirámide estrato 6, a ella y a su marido el médico Vélez, el capital de toda su vida y como ya no estaban en edad de volverlo a levantar, prefirieron doblarse en la resignación y esperar la muerte.
Los años me permitieron tratar tanto al uno como a la otra y emprender algunas acciones conjuntas con inolvidable satisfacción. Vale el recuerdo de quien -como tantos- agradece.