Autora: Pina Gómez Suárez
Después de varios meses de volver a vivir en mi pueblo, y observando día a día el comportamiento de quienes aquí vivimos, estratos 2 a 4, (no hay 0, 1, 5 y 6), y comunidades urbana y rural, concluyo:
- Estrato 2: viven en la periferia y San Vicentico, en arriendo o propia, parejas jóvenes con 3 o 4 niños, algunos empleados en el campo, otros andan en el rebusque (rifas) o sin empleo; y ancianos que viven de la caridad pública; creo que sea el 10% del total; su ingreso promedio puede estar entre cincuenta mil y ochenta mil pesos mensuales.
- Estrato 3: equivalente a un 80% de la población, la mayoría en casa propia con grandes solares subutilizados, donde mujeres jóvenes y mayores y algunos muchachos viven del bordado para empresas de Bucaramanga; familias en promedio de 5 personas y un ingreso mensual aproximado de cien mil pesos.
- Estrato 4: dividido en bajo, medio y alto.
- Bajo: los empleados de empresas públicas y/o privadas, y trabajadores independientes del comercio y/o transporte, con ingresos fijos entre los doscientos y cuatrocientos mil pesos; hijos de familia todavía o parejas jóvenes con 2 o 3 hijos; buena parte de ellos viven en casas de arriendo.
- Medio: empleados del hospital, Inpec y Banco Agrario, profesores y maestros; la mayoría oriundos de otra región y sin sentido de pertenencia con el pueblo; ingresos fijos entre cuatrocientos mil y un millón de pesos.
- Alto: "Personajes del pueblo", algunos zapatocas oriundos, otros no, pero que han vivido aquí por años o que vinieron aquí a pasar su vejez; con grandes casonas antiguas o modernas, propias, casi todos dueños de una o más fincas, algunos con automóvil propio, muchos jubilados de empresas del Estado o algunas privadas, con ingresos superiores al millón de pesos; en su mayoría pertenecen ya al grupo de "adulto mayor", pero no se agrupan a estos por pena; en poco o nada contribuyen con actividades del pueblo, ni tampoco tienen acciones que permitan el desarrollo socioeconómico y cultural de Zapatoca. Son una casta muy sui generi.
Se está conformando un estrato socio-económico y cultural muy especial: los zapatocas que hace años emigraron para continuar su educación universitaria o para iniciarse como independientes.
Ahora ya están en uso de buen retiro, han comprado aquí casa y/o finca, pero no viven de planta aquí; vienen una o dos veces al mes, para puentes y fiestas de octubre y enero.
Su proyecto de vida es pasar la vejez en el pueblo natal. A este grupo también se unen algunos hijos de zapatocas, ya mayores, con las mismas características y los mismos proyectos de los anteriores.
Hay también algunas parejas cuarentonas, de distintas regiones del país, que están en iguales circunstancias.
De todas las observaciones que hago, algo me llama poderosamente la atención: en ninguno de estos grupos se encuentra la mínima intención de invertir y/o trabajar por Zapatoca.
A todos les encanta decir que son de aquí o viven aquí, pero no se les ve interés por sacar del marasmo y ostracismo en que se encuentra, a su patria chica. El empuje de sus ancestros, lentamente se ha perdido y ya pocos son los dolientes que le quedan a mi terruño. Tal vez quienes más la quieren no viven aquí, y son quienes sostienen económicamente las distintas obras sociales para las personas desprotegidas.
Y de esta manera, Zapatoca seguirá sin futuro, y en menos de veinte años será un pueblo de ancianos jubilados, y solo algunos niños que también pronto la abandonarán a su suerte.
Ojalá no llegue el día, a mediados de siglo XXI, en que por falta de jóvenes que labren la tierra y le den vida a la vida de ancianos y de niños, tenga que ponerse el pueblo en venta, como ya está sucediendo en España y otros países de Europa.
El inicio de este suceso ya empezó: de cinco colegios y cuatro escuelas urbanas que existían, solo queda un colegio oficial que recogió a las escuelas para lograr el mínimo de cobertura que exige el Gobierno, y un colegio privado que lucha por sobrevivir y sostenerse, debido a la poca asistencia de alumnos.
Cuando un país o un pueblo queda sin niños y sin jóvenes, su vida está en extinción. Por esto, los países de primer orden pagan hoy a sus mujeres para que tengan hijos, y buscan la inmigración de parejas jóvenes con hijos, para garantizar el poblamiento de su territorio, y así mismo su desarrollo. Tal es el caso de Canadá, Australia y los distintos países europeos.
Que quede claro que no es con limosnas como se salva un pueblo; esto está bien para los ancianos, pero se necesita crear instituciones tecnológicas para capacitación profesional y de oficios pertinentes a las necesidades laborales y recursos de la región, y también fuentes de empleo con empresas urbanas y agropecuarias, que le permitan a la población económicamente activa un nivel de vida digno, y con éste, un desarrollo sostenible a Zapatoca y a sus residentes citadinos y rurales.
Yo sigo creyendo en mi pueblo, y estoy dispuesta a luchar para no dejarlo morir, pues siento por él dolor de patria. Espero que lenta pero en forma segura, muchos de los que estamos aquí o aún lejos pero con sentido de pertenencia hacia él, le demos una manita y un esfuerzo para volverlo a revivir.