Autor: Ernesto McCausland Sojo
Formulo esta pregunta con absoluta sinceridad: ¿Es estratégica la actitud de los familiares de los secuestrados por las Farc?
Me explico:
Como en su mayoría son personas educadas e inteligentes, deben saber muy bien que el único responsable de esos secuestros son las Farc. Ellos violaron su derecho a la libertad, ellos los condujeron a sus selváticos lugares de reclusión, y ellos los tienen encerrados en jaulas como animales. No fue el Gobierno colombiano, ni mucho menos el de turno, el de Álvaro Uribe Vélez.
Repito, en aras de la claridad: llámese profesor Moncayo, llámese Yolanda Pulecio, llámese Marleny Orjuela, ellos deben saber muy bien que las Farc son los únicos responsables. Léase bien: los únicos.
Si al menos fuera un movimiento que peleara por la justicia social, al menos tendrían el dudoso atenuante de que el secuestro de militares es un acto de guerra. Pero uno simplemente no les ve ideales. Son una guerrilla bárbara, venal y atroz, que en su poder tiene mujeres y hasta un recién nacido.
Concluyo por ende que los familiares de los secuestrados saben muy bien que sus demandas, su llanto, su justificado dolor, su voz airada, deben dirigirse a la guerrilla. Se acuña el término ‘intercambio humanitario’, denotando que un gobernante como Uribe Vélez debe sacrificar los aspectos militaristas y políticos de su doctrina por razones piadosas. Por ahí —por vía de la estrategia— intentan ponerle la presión encima.
¿Pero por qué no ponérsela a las Farc?
Si en todos estos años de activismo, los familiares de los secuestrados se hubieran dedicado a recorrer el país, convocar masivas marchas, visitar otros países del mundo, enfatizando allí que sus familiares son víctimas de la guerrilla, las Farc habrían recibido una presión mucho más grande que la que a esta altura reciben.
En este instante histórico, luego del fugaz, intenso y finiquitado episodio de la medición de Chávez, las Farc parecen libres de presión y Uribe carga con un piano sus espaldas. Demasiado aguantó el Presidente con Chávez, su antagonista político, metiéndose en la cocina, levantándoles las tapas a las ollas y olisqueando la comida.
Era evidente que lo de Chávez no tenía futuro. Un hombre tan escandaloso como el Presidente venezolano, sentado en el Caguán, habría sido un hecho tan insólito como un tiburón sacudiéndose en la tina de baño.
Las Farc adquirían un espacio político por el que no han hecho méritos y el chavismo ocupaba un importante avance en su proyecto expansionista continental; todo a costa de la mercancía fácil de los secuestrados.
Pero Chávez es un pez destinado a morir por la boca. No sólo llegó a París sin las pruebas de supervivencia, sino con una locuacidad desaforada que lo llevó a lanzarle piropos a la hija de Íngrid Betancourt y a revelar la infidencia mayor de su reunión con Uribe en Chile, para luego cerrar con broche de oro, llamando al Comandante de las Fuerzas Militares.
Es tan dañino con su propia lengua Chávez que le queda a uno la duda de si el rey Juan Carlos lo mandó callar porque estaba ofendiendo a España o si fue simplemente por la misma desesperación que a muchos nos embarga cuando se pasa de palabra.
Llevan tanto tiempo esperando a sus familiares que creo que es hora de que modifiquen la estrategia; la hora de que el profesor Moncayo no pierda más a sus pasos y camine en la otra dirección.
Quizá la actitud mesurada de una mujer como la barranquillera Érika Manrique podría ser un modelo a seguir. Uribe está atornillado en el poder y como van las cosas está para quedarse. La presión debe ser para quien la merece, no para lo que defina una fría y errónea estrategia.