Autor: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Nunca pensé llegar a los 70. El cúmulo de fallas graves en la salud. El ritmo intenso y enloquecido de vida que he llevado desde temprana edad.
Pero sobre todo el haber sido testigo, víctima y analista de la cruel realidad que Colombia ha soportado desde 1945,me hicieron pensar a cada rato que a la vuelta de la esquina estaba el final
Sobreviví a muchos intentos de acallarme. Resistí los encierros y los garrotazos con el apoyo de mis amigos. Pero como siempre he sido un provinciano fotuto, las maldades, las traiciones y las ingratitudes se llevan mejor en el campo que en la ciudad y eso me salvó de ser un resentido.
Con los ires y venires de lo que he vivido, he hecho mis libros y ganado mis seguidores. Con aciertos y errores construí la alegría de todos mis actos y llego a la plenitud de la vejez con tanta pasión y dedicación al ser amado como la que tuve con el primer amor de mi vida.
Animalero y orquidiota. Gratamente leído por millones de lectores de mis libros y columnas. Oído diariamente por 10 años gracias a la mano prodigiosa de Hernán Peláez, he gozado por igual ejerciendo los oficios que he desempeñado como cuando me siento a tomarme una botella de champaña con mis amigos solidarios.
Nací el 31 de octubre de 1945 y solo ahora me imagino la cara que debió haber puesto mi abuelo Gardeazábal, el librero de Tuluá, cuando rompiendo las costumbres de entonces ayudó a parir a mi madre.
Mañana, 70 años después, cuando los celebraré firmando ante mis amigos, como testigos, el contrato con Editorial Planeta para publicar en marzo mi nueva novela, EL RESUCITADO, pienso cuanto habría gozado el abuelo comprobando que la felicidad la consiguió su nieto volviéndose un dinosaurio de la literatura que no guarda odios y busca ayudar a todo el que lo solicite.