Porfirio Ramírez es aquel “aeropirata” de las primera planas de los periódicos, el 12 de septiembre de 2005, cuando, herido en el alma por su discapacidad, se atrevió a tomarse un avión para hacerse oír del Presidente.
A cambio de semejante acto desesperado, Ramírez recibió, por parte de ese Estado que no aparecía por ninguna parte, pero que sí dejó escapar la bala que le rompió el cuerpo en dos, un insólito cheque de 100 millones de pesos, que a la postre resultó sin fondos, pero sí se hizo merecedor de ocho años de casa por cárcel, que en su situación han significado, por supuesto, ocho años de seguir viviendo la misma vida de todos los días.
De esta simpática, pero trágica historia se hizo un documental sobre un cuerpo: el cuerpo parapléjico del comerciante tolimense Porfirio Ramírez Aldana; en el largometraje está presente la tragedia colombiana: Ramírez descubre que, así como el destino solía sentenciar a los héroes que se atrevían a retarlo, el país tiende a castigar a los ciudadanos que tratan de tener la vida en sus manos.
Porfirio es una tragedia, SÍ, su final es su comienzo. Pero sobre todas las cosas es un documental articulado por la ficción que logra ponernos en el penoso lugar de su protagonista, que descubre la belleza en donde no estamos acostumbrados a encontrarla. Porfirio consigue lo que su personaje principal no consiguió subiéndose en aquel avión con un par de granadas: devolverle el cuerpo a un hombre invisible.
Al Porfirio de verdad no le interesa el relato sensacionalista de las portadas, sino la escena en la que un comerciante parapléjico, reducido a vendedor de minutos de celular, hace lo mejor que puede para conservar su humanidad.
(Tomado de Revista Semana)