Autor: Israel Rodríguez
Mi tía Gilma quien había sido abandonada por su esposo dejándola con tres hijos. Rebuscándose la vida, aceptó el nombramiento de Maestra de Escuela en un pueblo llamado “La Ventura”, donde no había agua potable, ni luz eléctrica; sabiendo cómo era la vida del pueblo, por referencias que le habían dado de buena fuente, se fue a posesionar del cargo sola dejando a sus hijos con sus abuelos maternos en Buenavista.
No tenía mi tía preparación académica para ejercer el cargo, pues en su pueblo natal, solamente había hecho estudios de primaria.
El inspector de policía del pueblo, le dio la bienvenida brindándole además, alojamiento temporal en su casa donde vivía en compañía de su mujer y diez hijos menores.
La casa disponía solamente de un dormitorio, una estrecha sala comedor y una enramada en el patio que servía de cocina; el buen hombre y su generosa mujer, su compañera, le advirtieron desde el principio que no disponían de comodidades acordes con su dignidad de profesora, pero que lo hacían de todo corazón.
Con esa franqueza y humildad de nuestros campesinos, le dijeron de una vez que no disponían de camas pues tanto ellos -la pareja– como sus hijos dormían en esteras tendidas en el suelo a expensas de picaduras de “pitos, pulgas y alacranes” que abundaban, no solo en su casa, sino en todo el pueblo en donde jamás se le había visto el rostro a una autoridad sanitaria, no obstante las quejas que él como inspector había hecho llegar al director del Centro de Salud de Magangué.
Que a ella –la maestra– se le podía improvisar una cama uniendo dos tablones colocados sobre los cuatro taburetes, únicos muebles que tenían; otra opción era colgarle una hamaca en dos horcones de los cuatro que sostenían la enramada del patio.
Seguidamente le informaron que durmiendo en la hamaca dispondría de mas fresco pero que en ambas partes tendría que levantarse muy temprano, pues la sala era el despacho de la inspección, los tablones durante el día servían de escritorio y había que armarlos y desarmarlos temprano para que al llegar los clientes, encontraran todo en orden, y en la enramada que servía de cocina, la señora de la casa a las cuatro de la mañana encendía el fogón para hacer el “tinto” que no podía faltar nunca en su casa.
La tía Gilma aceptó mejor los tablones, ya que le pareció que durmiendo en la enramada sin paredes, estaba expuesta a los ladrones, como el señor inspector advirtiera lo del temor, se apresuró a asegurarle que en el pueblo nadie robaba, que eran todos conocidos y todo el mundo tenía lo mismo, esto era, mujer, muchos hijos, unos platos y pocillos de peltre, la tinaja para conservar el agua de beber y cocinar y, una olla de barro para hacer la comida diaria; de manera que no había nada que robar, le recalcó.
Le rogó que se quedara como maestra, mi tía llegó un viernes a las cuatro de la tarde, el inspector le dijo que el Lunes reuniría a los padres de familia para darles la buena nueva que tenían maestra, pues la anterior no soportó la penuria e incomodidades del pueblo y después de un día que estuvo allí, abandonó el cargo y se regresó a Sincelejo de donde era oriunda.
Muchos años permaneció la tía Gilma como maestra en La Ventura, se ganó la simpatía de los padres de familia quienes, -todos campesinos– analfabetas, resolvieron no seguir retirando a sus hijos de la escuela para llevárselos al campo donde les acompañaban como fuerza de trabajo desde que tenían los diez años de edad.
También le pidió el inspector, que por favor le solicitara al señor Arzobispo de Cartagena, el envío de un sacerdote por lo menos semanalmente. Mi tía de inmediato le escribió una carta a Monseñor Umaña en términos tan suplicantes que aquel conmovido, le prometió y lo cumplió mandándole un joven sacerdote de origen chocoano, muy inteligente y piloso.
Mi tía no solo vivió muchos años en “LA VENTURA“sino que allí murió. Hoy, a la entrada del pueblo, hay una estatua de cuerpo entero sobre un pedestal de dos metros de altura con la siguiente leyenda:
“En recuerdo y como homenaje a Doña Gilma Rodríguez, la maestra que sacrificó su vida por enseñarnos a leer y escribir y vivir como cristianos”
NOTA DEL EDITOR:
Significados de VENTURA:
- f. Felicidad o dicha:
Les deseamos toda la ventura posible en vuestra nueva vida de casados.
- Suerte o fortuna:
Su buena ventura le ha hecho siempre salir airoso de todos los problemas.
- Casualidad:
La ventura quiso que nos conociéramos en el momento apropiado.
- A la buena ventura
loc. adv. Sin determinado objeto ni designio;
- A lo que la suerte depare:
Se fue de vacaciones a la buena ventura.
- Por ventura loc. adv. Quizá:
Por ventura, ¿no me amaréis como yo os amo?