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NI MONJA, NI ALFÉREZ, NI AMANTE

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Carmen Rosa Pinilla Díaz

 

Carmen Rosa Pinilla Díaz

Pensionada, Historiadora - Bucaramanga, Colombia

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A fines de 1607, proveniente de Cádiz desembarcó en Cartagena de Indias un oficial del ejército español con el grado de alférez; era nada menos que Catalina Erauzo, una agraciada jovencita; hija de acomodada familia vizcaína, como las costumbres de la época, desde la infancia la dedicaron al estado religioso.

Un día, antes del fallecimiento de la madre superiora, llegó hasta el convento un joven galeno que se enamoró locamente de joven novicia; Catalina, que no había nacido para la vida conventual, resolvió fugarse, y lo hizo la noche del 18 de mayo de 1607.

Disfrazada de hombre se dirigió a Victoria, donde vivía el joven médico; vestida ya de mujer se le presentó, diciéndole quien era ella. El médico, que la había amado en silencio, al contemplarla balbuceó frases de excusa, dándole a entender que estaba casado; esto hirió profundamente a Catalina, quien juró vengarse; posteriormente, en un juego de espada, arte que había aprendido con el jardinero del convento, un veterano de los ejércitos de Flandes, lo asesinó.

Ante el cadáver del hombre amado, Catalina juró vengarse de todo aquel que tratara de enamorarla; dos jóvenes más pagaron con su vida ese atrevimiento, que según ella, “mancillaba su honra y su estima”. Pasando el tiempo y pese a su promesa, se enamoró perdidamente de un sargento.

Pero al no ser correspondida, surgió la desesperación y se envenenó. En su agonía pidió un confesor, y éste, en vista de su profundo arrepentimiento, la absolvió de sus pecados asesinos.

(Tomado de Almanaque Mundial, 1989)

 


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