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Lo dijo un Zapatoca antes que lo dijera Martín Luther King

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Todo son lamentaciones…- que la sociedad corre al abismo, que el mundo está perdido, que el vicio cunde, que el infierno triunfa, que medran los malos, que… que... que…-, y por desgracia hemos de confesar que dicen la verdad de lo que aquí expresan.

Pero muchas veces pensando en el asunto he venido a convencerme de que el mundo está perdido tanto por la maldad de los aliados del demonio, como por la cobardía de los discípulos del Crucificado. No os espantéis: pensad un poquito y veréis que tengo razón… ¡ojalá no la tuviera!

"No me duelen los actos de la gente mala, me duele la diferencia de la gente buena". Martìn Luther King¡La cobardía de los buenos!: ese es el cáncer que corroe a la sociedad del siglo XX (hoy del XXI), porque para lamentarnos y poner el grito en el cielo y censurarnos unos a otros y escandalizarnos de lo que vemos y oímos, todos somos los primeros, todos estamos prontos y diligentes, pero, cuando se trata de obrar… ¡eso ya es harina de otro costal!

¿No lo veis?, los malos no dejan nada por hacer, no hay resorte que no toquen, puerta a que de una u otra manera no llamen, procedimiento que no empleen y actividad que no ejerciten; gastan cuánto dinero es necesario, sacrifican la comodidad y el descanso, se valen de todas las influencias y artimañas para alcanzar el triunfo de sus ideales y ponen al servicio de Satanás su talento, su fortuna, su salud y hasta su vida.

Pero, ¡cuántos obstáculos hallarían en su camino, si la cobardía de los buenos no alentara su atrevimiento acrecentando su cobardía!; porque mientras ellos, velándose en las sombras si les conviene, presentándose descaradamente si no les perjudica, van adelante en sus empresas, nos ofenden, nos ultrajan y nos hacen daño mofándose de todo lo más sagrado, y declarando la guerra sin tregua a Dios y a sus servidores, realizando sus maquiavélicos planes; pero los buenos se contentan con lamentarse y decir a todas horas que vamos corriendo hacia el abismo, que los tiempos son malos, que debiera venir un nuevo diluvio para purificar la tierra.

¡Cuánto mejor harían lamentándose menos y obrando más!; ¡cuánto ganaría la buena causa, cuánto perdería la malicia satánica y de qué manera medrarían los abandonados intereses del Creador, si los buenos, saliendo de su apatía, cada uno en su esfera, disponiendo de los pocos o muchos recursos que encuentran, empleando sus talentos, sus influencias, sus fuerzas, hicieran la guerra al demonio oponiéndose a sus planes, desbaratándolos, arrancando la cizaña y plantando la buena semilla.

Pero, por desdicha no lo hacen; mucho censuran al prójimo, mucho escandalizarse del vicio, mucho trazar planes y decir lo que se necesita, lo que conviene, lo que se debe hacer, pero… ¿prestar ayuda?: ¡eso no!, es tan dulce no hacer nada; se contentan con rezar, hacer novenas, ir a Misa y gritar contra el vicio; pero, ¿ trabajar, moverse, sacrificar la comodidad, los bienes de fortuna, exponerse al peligro?.., de ningún modo… ¡la religión no obliga a tanto!.

El celo y el valor de los buenos apenas llega a otra cosa que a estériles lamentaciones; cuando se les pide espíritu de sacrificio, es como si respondieran en griego. Dicen a todo que no saben, que no pueden, que no tienen tiempo y se quedan en casa muy tranquilos rezando y descansando, cuando el tiempo no puede estar más difícil, cuando la época es de combate.

Debemos recordar aquel adagio castellano, tan cierto como todos, y que nos dice la línea de conducta que debemos seguir: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Y aquí entran todos, los de uno y otro sexo, los grandes y los pequeños, los ricos y los pobres, porque no hay nadie tan inútil que no pueda servir de una u otra forma, exactamente como lo hacen los malos: trabajan todos unidos, unos en una cosa, otros en otra.., todos tiran piedras, todos se esfuerzan porque reine el demonio y ninguno se cree inútil; solo los buenos son unos cobardes y por apáticos quieren engañar a los demás y engañarse a sí mismos, si es posible, asegurando que no valen para nada.

(Periódico “La Cruz”, Zapatoca en 1935; Pbro. Guillermo Gómez Ortiz)

Martín Luther King

 

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