Carmen Rosa Pinilla Díaz
Pensionada, Historiadora - Bucaramanga, Colombia
Es interesante destacar el papel liberador de la ciencia y la tecnología, su hija natural; son múltiples sus facetas. Para comenzar vale decir que la mayor liberación, la personal, se la debemos al conocimiento, pues la ignorancia es las peor de las esclavitudes, una cárcel sin puertas, de que nadie puede escapar.
Ahora bien, el conocimiento se lo debemos a los libros, y estos al papel, a la tinta, a la imprenta. Ahora disponemos de poderosos recursos adicionales: el Internet, el sabelotodo, poderoso complemento de la mente.
Hay liberación por medio de las armas, aunque tienen su lado paradójico, pues al mismo tiempo que nos han liberado, por otro lado igual nos esclavizan. Con las armas se liberaron los pueblos del África y América del sometimiento de los europeos, y también se liberaron los esclavos en Norteamérica. Muchos yugos han desaparecido con las armas; pensemos solo en Hitler y Gadafi. Pero, como nada es perfecto, también han sido usadas por los tiranos para sofocar las revoluciones y dilatar sus pesadillas.
Los avances de la medicina nos han liberado del peor de los yugos: el dolor; de la enfermedad que incapacita y de la muerte innecesariamente temprana. Hoy los ciegos pueden ver y los sordos oír, los mudos hablar, los inválidos moverse; los deprimidos vuelven a recuperar su alegría y los locos ya salen de los manicomios, esclavitudes que la medicina nos han permitido superar.
La electricidad a domicilio alargó los días con la luz y así nos liberó de las tinieblas de la noche, y con ella, de los fantasmas nocturnos. El motor eléctrico nos ha liberado de esfuerzos y cansancios, y en cierta forma, nos liberó de las exigencias de la geografía, pudiendo abandonar el terruño y recorrer el mundo.
El motor nos liberó también del más pesado yugo: el gravitatorio. El avión, el helicóptero y las naves espaciales nos han permitido volar como los pájaros, y hasta superarlos. Así nos hemos liberado del planeta: hemos viajado a la Luna, a Marte, y las naves terrestres han dado vueltas por Júpiter y Saturno. Hasta del Sistema Solar nos liberamos: ahora una nave visita inútilmente el gran vacío del espacio interestelar.
Igual, liberamos la energía del átomo, y ahora gozamos de la libertad de aniquilarnos.
Las ondas hercianas han realizado el milagro del acercamiento: la radio y la televisión tienen el mismo poder liberador de la distancia; y así, podemos presenciar en tribuna preferencial, desde la sala de la casa y mientras saboreamos un humeante y sabroso café colombiano, la final del mundial de fútbol o la llegada del tsunami al país de nuestros antípodas.
Y con el cinematógrafo podemos resucitar a los muertos, revivirlos, oír de nuevo sus voces y ver sus gestos. Por un momento los liberamos del silencio y la quietud de la muerte. En suma: somos más libres hoy que ayer.
(Antonio Vélez M. “Ámbito Jurídico)