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El expediente de la Excomunión

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Los jerarcas de la Iglesia Católica están esgrimiendo sus báculos desde que perdieron la batalla contra la despenalización del aborto, con el fallo de la Corte Constitucional.

Como en los viejos tiempos de monseñores fustigadores, los cardenales, Pedro Rubiano y Alfonso López Trujillo los han levantado para señalar y recordar que todo médico o mujer que interrumpa el embarazo está excomulgado ipso facto, sanción que existe desde los tiempos apostólicos.

Con esto se demuestra que la excomunión sigue siendo el “arma espiritual” de la Iglesia, pero aplicada a una sociedad muy diferente a la de 1927, cuando el recio monseñor Miguel Ángel Builes anunció dos nuevos pecados para las mujeres: usar pantalones y montar a caballo como los hombres.

Las conversiones, las herejías y las excomunionesEn siglos pasados, un excomulgado era tildado de perverso, inmoral y marginado. Esta situación fue mucho más grave en la época de la Inquisición, cuando se quemaban vivos a los “herejes” y excomulgados.

Artistas del averno

Pareciera que el infierno ha estado más cerca de los artistas. Algunos de ellos desafiaron –bajo la amenaza de caer en la indecencia- a los más timoratos: los desnudos pintados por la paisa Débora Arango causaron escozor entre las sotanas de la Medellín de la primera mitad del siglo XX; en 1948, monseñor García Benítez la amenazó con excomulgarla por un cuadro en el que está un obispo dándole comunión a una prostituta.

Otro artista estuvo también con la “espada” sobre su nuca cuando se ganó el Premio Nacional de 1941 con su versión “pagana” de La Anunciación: una virgen desnuda, mirándose en un vitral y encinta.

Tras la “polémica” el Ministro de Educación le quitó el premio. El que sí logró una excomunión directa del Vaticano fue José María Vargas Vila, a principios del siglo XX por su libro Ibis: era reconocido por sus mordaces críticas al clero en alusiones prohibidas, como: “Cuando la vida es un martirio, el suicidio es un placer”.

Poetas como José Asunción Silva quedaron excomulgados al morir y por lo tanto enterrados en los rincones de los cementerios, debido a que la Iglesia no perdonaba a los suicidas. Un presidente tampoco se salvó de la excomunión, Tomás Cipriano de Mosquera, el que desterró en el siglo XIX a los jesuitas, fue condenado al averno:

Ante esto, el general dispuso una batería de cañones, apuntó hacia Roma y, antes de que dispararan dijo; “Si a mí me excomulgan desde allá, yo los fusilo desde aquí”, cuenta el periodista Daniel Samper.

La furia de la Iglesia también se desató contra un dentista, Antonio Hurtado, el llamado “Papa” de Barbosa (Antioquia), quien se autoproclamó Pedro II, luego de la muerte de Pío XI, en 1939.

El párroco del pueblo, cansado de la alharaca, lo excomulgó ese mismo año y lo tuvo que volver a hacer en la Semana Santa de 1944, cuando el “Pontífice” hizo una procesión aparte. Como si fuera otro cuento, la sanción ha alcanzado hasta para crear una ley.

En los años 20, un prestigioso abogado de Medellín fue castigado por un obispo por haber casado, en un juzgado, a una pareja de protestantes, que antes eran católicos. Esto dio paso a que se expidiera, en 1924, la llamada Ley Concha, en la que se exigía que los que se casaran por lo civil tenían la obligación de declarar “que se habían separado formalmente de la Iglesia y de la religión católica”.

La educación mixta en los colegios también fue blanca de los baculazos del clero, a principios del siglo pasado; los obispos advertían que los padres de familia que matricularan a sus hijos en esos planteles, incurrían en excomunión.

Confesiones de un sancionado

El poder de la iglesia católicaEduardo Escobar, escritor antioqueño y fundador del nadaísmo, cuenta la historia de su excomunión: La Misa en la Basílica Metropolitana de Medellín se hacía en paz esa noche, hasta que entraron cinco nadaistas.

“Fuimos a comulgar, a ponernos a prueba, no a irrespetar a nadie”.

Era 1961, lentamente los jóvenes del movimiento literario, que tenían como lema “no dejar una fe intacta, ni ningún ídolo en su sitio”, se colaron entre las bancas, mientras las mujeres de camándula los miraban como si vinieran del infierno.

Entonces, llegó la hora de la comunión: “Nos sacamos las hostias de la boca y las guardamos en los pañuelos, pero como teníamos fama de irreverentes comenzaron a decir que las habíamos apuñaleado y pisoteado”.

Al final de la misa una multitud enfurecida se les fue encima. “Las asociaciones de señoras del Niño Jesús nos iban a linchar, corrimos y nos pusimos a salvo, pero el poeta Lemus se quedó y lo apuñalearon con Cristos y lo azotaron con rosarios, lo salvó el Arzobispo”.

Escobar corrió, pero fue detenido por la Policía; lo llevaron a un calabozo y lo acusaron de “ofensa al sentimiento religioso”. “Me amenazaron con que si no denunciaba a mis cómplices, me iban a entregar para que me molieran a patadas una multitud que afuera pedía castigos para los sacrílegos, y como la Asamblea de Antioquia y el Senado también pedían castigo, terminé “sapiándolos” a todos”.

A Escobar, de 18 años, lo llevaron a una cárcel de menores y a sus compañeros, a la de La Ladera. “Nos aislaron porque como la mayoría de asesinos de este país son devotos de la Virgen, nos podían linchar”.

La Arquidiócesis de Medellín publicó un decreto en el que nos excomulgaba. “A mi padre, que era “laureanista”, y a mi madre les pareció espantoso convivir con un excomulgado y me dijeron que para poder seguir la vida en familia tenía que solucionar eso”.

El nadaísta fue al Tribunal Eclesiástico, “me dijeron que era una excomunión condicional, que si yo no había pisoteado las hostias no estaba en problemas con la divinidad, y que todo quedaba en mi conciencia”.

Pero en la calle no fue tan fácil: “no salía de la casa, mis compañeros del colegio me perseguían para matarme, las madres no dejaban que sus hijos se me acercaran, y como escritor no me daban trabajo en los colegios de niñas, durante mucho tiempos fuimos estigmatizados”.

Este acto de unos muchachos en Medellín no tuvo ninguna trascendencia, porque después de todas las barbaridades que ha cometido la Iglesia, este asunto fue cosa de niños, según lo escribió el poeta: “Nunca estuve en la cárcel por revolucionario/ pero estuve en la cárcel por amar a una muchacha/ y por un reloj que nunca me robé/ y por sabotear una misa cantada…”/.

Las penas de hoy

En los últimos años la Iglesia colombiana ha hecho varias excomuniones públicas. La más recordada ha sido la de monseñor Isaías Duarte Cancino, quien excomulgó a los guerrilleros del Eln que secuestraron, en 1999, a un centenar de personas en la iglesia La María.

El cardenal Pedro Rubiano sentenció con esta pena, en el 2002 a los guerrilleros de las Farc que secuestraron al obispo de Zipaquirá, monseñor Jorge Jiménez. En febrero de ese mismo año, monseñor Abraham Escudero excomulgó a los que quemaron una iglesia en el Espinal, Tolima.

La Iglesia Católica insiste en que la excomunión es una pena espiritual para que los que cometen un delito caigan en cuenta de que es un error, “es como una operación en el corazón y, bien manejada, es una pena medicinal”.

Algunos baculazos históricos

NAPOLEÓN BONAPARTE, fue excomulgado por el Papa Pío VI, debido a su persecución a cardenales y sacerdotes. ENRIQUE VIII, sufrió la pena por parte de Clemente VII por no dejarlo casar con Anabolena; con esto, el rey fundó la Iglesia Anglicana.

El Papa Gregorio VII excomulgó, en el año 1076, a ENRIQUE IV, por estar nombrando obispos y religiosos. MARTÍN LUTERO, fue excomulgado, en 1520, por León X. Lutero propuso reformas a la Iglesia Católica, y quemó el Derecho Canónico.

(Andrés Garibello y Luis Alberto Niño, El Tiempo)

 

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