Autor: Desconocido
Corría el 15 de junio de 1707, día en que se celebraba la fiesta de San Cristóbal; era común festejar dicho aniversario con abundante y opíparas comidas En Ecuador. En aquél tiempo, las empanadas de morocho, por ser muy grandes, no se servían en platos, sino en hojas de papel.
Ese día, el Oidor de la Audiencia de Quito, don Cristóbal de Cevallos, se aprestaba a comerse una empanada cuando, al llevársela a la boca, la dejó caer con el espanto reflejado en su mirada.
- “¡Madre mía Santísima! ¡Virgen de los cielos!”-, exclamó al observar el papel sobre el que había reposado su empanada.
- “¡Milagro! ¡Milagro!, gritaba mientras no se cansaba de mirar el papel.
Todos los comensales se precipitaron alrededor del magistrado y reconocieron en el papel la imagen de la Virgen, veladamente marcada.
Los frailes que asistían al almuerzo se adueñaron del documento y organizaron una procesión en su honor. El ruido del “milagro” llegó hasta Quito y tomó tales proporciones que obligaron al obispo Diego Ladrón de Guevara a intervenir; entre las exhortaciones del prelado y las citaciones del Comisario del Santo Oficio, se pasaron tres días, que fueron otros tantos de fiestas en honor de la dichosa imagen.
Por el fin, el Comisario, en nombre del Tribunal de la Fe, obtuvo la entrega del papelito… y el Obispo, con el escándalo público que era de suponer, quemó la imagen de la virgen, privando así a los panaderos de su santa patrona.
(Tomado de Almanaque Mundial, 1989)