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¿Has escuchado cantar a los ratones?

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LO QUE ESCAPA A NUESTROS SENTIDOS

Multitud de sonidos que escapan al oído del hombre resultan claramente perceptibles para los de otros seres. No hace muchos años, en Inglaterra idearon un silbato excelente para adiestrar a los perros.

La particularidad del mismo consiste en que sus vibraciones, inaudibles poco menos para la gente, no lo son para el finísimo oído canino.

Show de RatonesEsta incapacidad, o si se quiere, limitación en nuestro sistema auditivo, suministra tal vez la explicación de un hecho que, aun cuando pueda mover a risa para algunos incrédulos, tiene para los naturalistas y hombres estudiosos la categoría de problema que no se han desdeñadlo de considerar: el canto de los ratones.

Repetidas han sido las ocasiones, y desde tiempo inmemorial, en que las señoras, que son quienes, por permanecer en casa la mayor parte del día, se hallan más capacitadas para observar este fenómeno, aseguran haber oído cantar a los ratones.

Experimentos llevados a cabo recientemente parecen demostrar que, en efecto, míster ratón es una alimaña filarmónica, y muy dada a dedicar al canto buena parte de las horas que no emplea en hincarles el diente a los quesos de la despensa, a las ropas del armario y hasta a los libros de las bibliotecas.

Solo que, por cantar muy por lo alto, sus trémolos, gorjeos, gorgoritos y demás primores no alcanzan a llegar, fuera de los oídos de su ratonil familia, sino a los de contadísimas personas, precisamente a aquellas a las cuales no pasan tampoco inadvertidas las vibraciones del silbato “silencioso” para perros.

No deja de causar cierto asombro que el universo que nos rodea se halle poblado de rumores y aun de armonías que son, por lo que toca a nosotros, inexistentes; bien así como que, debido a la insuficiencia de otro de nuestros sentidos, el de la vista en este caso, sea innúmera y maravillosa la variedad de juegos de luz y de exquisitas gamas de colores para los cuales somos los seres humanos completamente ciegos, en tanto que las hormigas los ven con toda claridad, si hemos de estar a lo que acerca de esto asegura eminente entomólogo.

Los murciélagos, que aguardan a que caigan las sombras de la noche para emprender su vuelo a velocidades increíbles en busca de sustento, se darían de tropezones contra todo cuanto fuesen hallando al paso si sólo contaran con el sentido de la vista para evitarlo.

Ocurre, empero, y por fortuna para el animalejo, que su delicado oído, y acaso también las membranas en extremo sensibles de sus alas, por lo rápidamente que perciben cualesquiera cambios en la presión del aire, les sirvan como una especie de sexto sentido que los aparta a tiempo del árbol o del alambre o del muro contra los cuales se estrellarían de otra manera.

No hace mucho efectuaron el siguiente experimento: en una habitación donde habían dispuesto de antemano laberíntica red de cuerdas de piano, soltaron un murciélago cuidadosamente vendado. No obstante hallarse así, revoloteó por más de una hora, sin haber tropezado ni una sola vez.

¿A qué se deberá la inexplicable hostilidad que muestra un perro contra la persona que le teme, por mucho que ella procure dominarse y no da señales de ese temor?

Gran número de entendidos en la materia sostienen que el medroso emite efluvios que, aun cuando imperceptibles para el olfato del hombre, no escapan a la fina nariz del perro.

Engelmann, famoso psicólogo alemán que ha llevado a cabo detenidos estudios acerca de los irracionales manifiestaciones que el oído del perro aventaja en cuanto a capacidad de percepción al del hombre. Al fin de averiguar el grado de facilidad con que los perros alcanzan a determinar, sin más guía que el sonido, el lugar de dónde éste procede.

Engelmann hizo la siguiente prueba: detrás de dos biombos de papel, bastante separados entre sí, hacía sonar una campana colocándola, ora cerca del uno, ora cerca del otro; pese a que la distancia que mediaba entre los biombos se iba acortando a medida que adelantaba la prueba, aun el más torpe de los perros sometidos a ella demostraron capacidad muy superior a la del hombre para saber detrás de cuál de los dos biombos se encontraba la campana.

Más adelante, al experimentar con gatos y pollos, vino a comprobarse que el oído de estos animales es también más fino que el nuestro. Aunque la ostra, animal privado por entero del sentido de la vista, no obstante esto, es extremadamente sensible a las variaciones de la luz y la sombra. En tanto que lo baña la claridad, el molusco, permaneciendo abierto, tranquilamente se nutrirá de los jugos que toma del agua.

Pero, si se aproxima a él una sombra cualquiera, para y de inmediato se cierre y queda así hasta tanto haya pasado el peligro. Los sabios denominan esta facultad para percibir las menores variaciones de luz y sombra “sensibilidad fotoquímica” y “reacción escióptica”; pero, después de haber bautizado tal fenómeno con estos nombres un tanto formidables, guardan acerca del mismo aquel prudente silencio propio de quienes, por cuanto saben, no se aventuran a hablar de lo que ignoran.

(Revista Selecciones, 1940)

 

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