Autora: Blanca Inés Prada Márquez
Desde el 17 de diciembre pasado, día en el cual vimos por los canales de televisión simultáneamente al Presidente Barack Obama desde Washington, y al Comandante Raúl Castro desde la Habana, anunciando el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU. y la ampliación de algunas relaciones comerciales, noticia que muchos aplaudimos, desde entonces –digo-, a través de los Medios de comunicación hablados y escritos, hemos leídos y oído muchos comentarios sobre el fracaso del embargo norteamericano a Cuba pero muy poco o nada sobre el fracaso de la revolución cubana.
Algunos de estos ilustres analistas como que quisieran echarle toda la culpa de dicho fracaso al embargo, el cual sin duda fue un gran error, porque sólo sirvió para que el señor Castro convenciera a su pueblo de que todos sus problemas y miserias económicas se debían al enemigo del norte y no a su mala administración.
Pienso que valdría la pena adentrarnos un poco en algunos de los motivos que llevaron al fracaso de la revolución cubana y a esto apuntan mis reflexiones de hoy.
El embargo o bloqueo económico de EE.UU. a Cuba empezó en octubre de 1960 cómo respuesta a las expropiaciones sin ninguna indemnización, que el comandante Fidel Castro aplicara a bancos, industrias, empresas, y demás bienes de ciudadanos norteamericanos radicados en la Isla, lo mismo que expropió a todas las personas que poseían algún capital, alguna industria y no se sometieran a las leyes de la revolución.
Estas medidas obligaron a millones de personas a abandonar la Isla sin un peso en el bolsillo y algunas hasta a perder sus vidas o las de sus familiares en las aguas del Caribe, tratando de escapar de las atrocidades que estaba cometiendo el comandante Castro y algunos de sus seguidores.
Estas violentas medidas motivaron el gran odio y el resentimiento que todavía muchos emigrantes cubanos sienten por Fidel y la revolución cubana y su rechazo a cualquier medida que pretenda acabar con el bloqueo.
Bloqueo que si bien privó a los cubanos de muchas cosas venidas de los EE.UU. no hubiera sido problema si el señor Castro hubiera sabido administrar bien el dinero y las empresas que embargó, desafortunadamente no fue así y poco a poco todo se destruyó sin dejar nada positivo para los cubanos, entre otras cosas porque EL, en lugar de empezar a reconstruir algo mejor, se dedicó a destruir lo poco bueno que había entonces en su país, y a pronunciar larguísimos discursos de adoctrinamiento sobre las virtudes del socialismo y las desgracias que había traído el imperialismo norteamericano a su pueblo, sin darse cuenta de que para transformar un país y hacerlo progresar se necesitan obras y no sólo palabras.
Por otra parte, si bien Cuba en los primeros años de la revolución no recibía remesas de EE.UU. si recibió por cerca de 30 años grandes barcos semanales cargados con toda clase de mercancías y de productos venidos de la Unión Soviética, tanto que los cubanos abandonaron completamente la agricultura y hasta dejaron de cultivar caña porque de la URSS les llegaba todo, incluso azúcar, sin hablar de la generosa ayuda que por años recibió el gobierno cubano y aún sigue recibiendo del Canadá, de España, del Brasil y de otros países simpatizantes con la revolución.
Y desde hace más de quince años de EE.UU. llegan remesas y muchos productos sobre todo en lo relacionado con la agricultura y la alimentación. Lo que le faltó a los lideres de la revolución cubana para hacer progresar la Isla y mostrarle al mundo que el SOCIALISMO era un sistema político digno de ser abrazado y tomado en serio, fue hablar mucho menos y trabajar mucho más, dejar de echarle la culpa de todos sus fracaso al enemigo del norte y aceptar la crítica no solo de su pueblo, sino de los amigos y hasta de sus enemigos, porque estos a veces hacen caer en la cuenta de lo que no esta bien, mucho mejor que quienes se dedican a echar elogios para conseguir beneficios.
Pero ¿por qué fracasa el socialismo en todas partes? ¿Por qué una teoría bellísima, que busca acabar con la explotación del hombre por el hombre, que promete una vida mucho mejor, más humana, más digna, termina empobreciendo a los pueblos y acabando con todos sus derechos cuando es llevada a la práctica?
Muchos filósofos, economistas e historiadores han tratado de buscar respuestas a esta pregunta, yo voy a resumir algunas de sus respuestas, o al menos algunas de las que yo comparto. Pero antes quiero aclarar que por algunos años simpaticé con la revolución cubana y en mis años universitarios leí y estudié la mayoría de los libros de Marx, Engels y Lenin, y hasta llegué a pensar en mi juventud que el socialismo si podría ofrecer una esperanza para acabar con tantas desigualdades e injusticias sociales en el mundo, bueno todo esto antes de tener la oportunidad de visitar algunos países socialista, entre otros Cuba.
Hoy estoy convencida de que el socialismo, quitándole el dogmatismo de quienes han querido convertirlo en un sistema económico, si nos ha dejado algunas ideas interesantes para mejorar las relaciones sociales y la convivencia humana, pero que ellas sólo se pueden llevar a la práctica dentro de una Democracia liberal, solidaria y participativa al estilo de cómo lo plantean Popper y Rawls, entre otros.
El socialismo está fundamentado en una teoría equívoca, esto es, en la idea de que el hombre es bueno por naturaleza, Marx por ejemplo pensaba que los hombres una vez solucionadas sus necesidades básicas serían menos violentos, más generosos, más altruistas, pero lo que nos ha enseñado la experiencia es que esto no es así y que la naturaleza humana está más cerca de lo que pensaba Hobbes que de lo que pensaban Marx y Rousseau.
El Estado según Marx, debería estar perfectamente reconciliado con la sociedad civil, sin clases sociales, con una educación y comprensión de la solidaridad humana que permitiera un día pasar “De aceptar recibir solo según las necesidades pero trabajar según todas nuestras capacidades”.
Idea bellísima pero totalmente utópica, nuestra naturaleza humana más egoísta que solidaria nunca lo aceptaría. En este sistema, la igualdad, de ser necesario estaría por encima de la libertad, y todos somos absolutamente celosos de nuestra libertad, y querámoslo o no, somos también tremendamente egoístas.
Por otra parte lo que se ha demostrado a lo largo de los siglos es que sin libertad no hay progreso personal, ni social y menos económico. Pero por supuesto que hay que tratar de disminuir las desigualdades, por esto el gran dilema para todo sistema político que quiera ser democrático, esto es justo y equitativo, es encontrar respuesta a esta pregunta ¿Como lograr acabar con las desigualdades sin menoscabo de las libertades?
Afortunadamente muchas democracias hoy están tratando de hacerlo, entre ellas considero que está nuestro país. Pero de este tema hablaremos en otra ocasión.
El principal mito de la ideología socialista es el de la IGUALDAD. El ideal de hacer a todos los hombres iguales es no sólo absurda sino que va en contra de la misma naturaleza. Esa idea que nos viene desde Rousseau, de que los hombres nacen iguales es falsa, o al menos hay que aclarar lo que decimos, esto es, que “todos nacemos iguales ante la ley”, en esto radica la igualdad, de resto lo que es cierto es que todos somos desiguales y qué bueno, porque qué aburrida sería una sociedad de personas que fueran todas absolutamente iguales.
La otra idea falsa es la de que dando a todos las mismas oportunidades lograremos sociedades iguales. NO, en absoluto. Toda sociedad justa debe buscar ofrecerle a todos sus ciudadanos por los menos las mismas oportunidades para educarse lo mejor posible, pero sabiendo que no todos van a sacar el mismo provecho de esas oportunidades.
Unido al tema de la igualdad está el de la lucha de clases: Puesto que se busca una sociedad donde todos sean iguales, lo primero es tratar de nivelarlos a todos, entonces hay que tumbar a los que tienen más para distribuirlo entre los que tienen menos, logrando así que en lugar de sacar a todos de la pobreza se termina empobreciéndolos a todos, puesto que para nivelarlos a todos lo primero que hacen o han hecho los lideres socialistas de ayer y de hoy es acabar con la iniciativa privada, con la libertad de empresa, con el libre mercado, llevando al Estado a apoderarse de todo, a controlarlo todo, y tristemente a destruirlo y acabar con todo.
Para lograr este apoderase de todo el Estado tiene que duplicar, triplicar, y cuadriplicar los mecanismos de control, mecanismos de control que con frecuencia se les salen de sus manos y lo que se logra es un Estado – policía, donde todos desconfían de todos y todos tratan de engañar a todos, y como nadie es dueño de nada, nadie cuida nada y todo marcha mal, crece la burocracia, crece exponencialmente la corrupción y poco a poco la economía, aún la más fuerte fracasa. Así fracasó la Unión Soviética, así fracasó Cuba y para allá va Venezuela, país que a pesar de su inmensa riqueza está cada día en mayor pobreza.
El problema más grave de estos sistemas asistencialistas que se dicen socialistas, peronistas, chavistas o maduristas es la falta de libertad y de crítica.Los líderes de estos sistemas han demostrado, todo lo contrario de lo que pensaba Marx, para quien el Estado era algo pasajero, que incluso debía tratar de eliminarse.
Ellos al contrario han fortalecido tanto el poder del Estado que se han encarnado en él y lo han hecho dueño de todo y de todos; se han aferrado tanto al poder que terminan por décadas en él, para lograrlo lo primero es acabar con la libertad de expresión, rechazar toda crítica y aceptar sólo el elogio y el culto a la personalidad de quienes los siguen más por temor que por convicción.
Desafortunadamente sin retroalimentación crítica es imposible corregir los errores de un sistema económico, de una administración pública, de cualquiera organización social, y poco a poco el fracaso es ineludible.
Si en países donde hay libertad de expresión y alternancia en el poder hay tanta corrupción y tantos hechos oscuros, como será la podredumbre que hay en esas dictaduras de años y años, donde el poder está siempre en manos de una sola persona, y donde toda crítica es considerada como conspiración, como patrañas del enemigo para desestabilizarlos. Don Fidel no se quedó atrás, no solo se aferró por casi 50 años al poder, sino que cuando se sintió enfermo delegó a su hermano para remplazarlo como si su poder fuera hereditario. Es una pena porque en lugar de pasar a la historia como un revolucionario pasará como un dictador que traicionó los ideales de la revolución.
De sobremesa:
Es de verdad incomprensible para cualquier demócrata, que en la reunión de la CELAC que acaba de concluir en Costa Rica, ninguno de los 33 representantes se haya atrevido a poner sobre la mesa el problema de los Derechos Humanos en Venezuela.
Este silencio cómplice es muy peligroso para todos los latinoamericanos, porque hoy es allá y mañana puede ser en nuestro país, cuando un populista de esos que han abundado en América latina, venga a pisotear todos nuestros derechos bajo el escudo de que está acabando con la pobreza cuando lo que está realmente haciendo es empobreciendo a todo un país.