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Queremos paz pero nos desmejoran calidad de vida

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Autor: Jaime Lustgarten

Frecuentemente hablamos en nuestro país de la pobreza o de los niveles de sub desarrollo regional y de la falta de empleos productivos y del sub empleo.  Debo pensar que lo que nos falta es un mayor pragmatismo a la hora de tomar decisiones políticas, y de tener una mejor organización de las prioridades en las inversiones a nivel regional, local o nacional. 

Es oportuno señalar que la DNP necesita mirar a fondo no solo las desigualdades a nivel nacional o regional, sino las que ocurren al interior de los departamentos y municipios en especial de la región Caribe.

Para solo señalar lo evidente en gran parta de nuestros municipios,  deberíamos implementar unos estudios sobre el número de horas del día en que la mayoría de ellos tienen agua o luz eléctrica. 

Existen en nuestros departamentos todavía lugares donde no se pueden refrigerar alimentos las 24 horas del día, donde la gente sale a protestar o lanzar piedras en manifestaciones en rechazo al pésimo servicio que prestan empresas de servicios públicos como Electricaribe.

Debo decir que este fenómeno no es ajeno a ciudades como Barranquilla, Santa Marta, o Cartagena, donde muchas veces no solo padecen por mal servicios las aéreas residenciales vulnerables sino el sector hotelero o el industrial.

Hace unas semanas de paso por un municipio del departamento del Magdalena me tocó presenciar como jóvenes estudiantes salieron a las calles a protestar y a tirar piedras, lo que obligó a las autoridades desde Santa Marta a enviar un grupo de policías antimotines para repeler la violenta manifestación que paralizó por varias horas el tráfico vehicular de una de las más importantes carreteras del país. 

Este fenómeno es recurrente por la pésima prestación del servicio de energía eléctrica, lo que la población pobre y vulnerable ve como una amenaza a su propio sustento, ya que los productos en las neveras se dañan o pudren, y su economía familiar se ve seriamente afectada.

Esta es la parte que no ven las autoridades en mora de intervenir a estas empresas. Cuantos miles de millones de pesos no pierden además estas familias pobres cuando por el cambio en el voltaje se dañan  sus aparatos electrodomésticos.

Sin soluciones concretas a estos  problemas básicos de la población no podremos tener nunca paz ni desarrollo. Muchísimos más  turistas podrían llegar a Santa Marta y a la zona paradisiaca de la Sierra Nevada y las playas y Hoteles del parque Tayrona, si hubiese un excelente servicio de energía eléctrica y agua potable. 

Muchos campesinos,  labriegos o artesanos podrían mejorar su calidad de vida.  Hay que darle a la gente las herramientas para su desarrollo y lo son también el agua potable, la energía eléctrica, el gas natural, los servicios de salud, el transporte público seguro y adecuado, el internet, y posiblemente la creación de cooperativas para manejo y distribución de productos del campo que se pierden en muchas fincas o pequeñas parcelas por falta de una logística y de apoyo al campesino o pequeños productores.

En Colombia se habla mucho de paz pero concretamente se hace realmente poco para consolidar un modelo de desarrollo del campo que permita no solo al gran productor generar riqueza, sino que le de oportunidades al pequeño empresario para también pueda ver el fruto de su trabajo convertido en calidad de vida para su familia. 

Hay que apoyar al campesino para que siembre y recoja, para que pueda comercializar sus productos y obtener una ganancia digna de su esfuerzo, sacrificio y trabajo. El campo debe volver a ser buen negocio y nada mejor que la abundancia para controlar la especulación de los precios de los productos de nuestra canasta familiar.

Es con buenas políticas y no con la politiquería de este gobierno como se logra la paz.

 

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